Un amor sin tiempo
Nos esperaste durante 19 años. Estuviste en brazos de otros, pero extrañabas a aquel que te hizo feliz como nadie. El que te levantó hasta tocar el cielo del Monumental. El que te acarició con sus manos suaves y al mismo tiempo rugosas, como prolongación de esas piernas que unen la belleza del bailarín con la fortaleza de un boxeador. Nosotros y vos, sabemos que el tango nos mintió cuando dijo que veinte años no son nada. Sé que lloraste como nosotros el día que terminó el siglo XX, un 26 de junio del 2011. Pensaste, con aprensión, que el tiempo del nuevo encuentro sería muy prolongado. Pero alentaste la esperanza que un verdadero grande, que digo, el más grande, no es el que nunca se cae, sino el que se levanta y vuelve a ocupar el lugar que le corresponde por ser el que con su fútbol le dio la identidad argentina a este deporte. Por eso anoche, te vi que gotas de sudor te corrían por los costados de tu estilizada silueta. Es que imaginaste a Angelito Labruna y a sus compañeros de la Maquina, al ronco Onega y el cabezón Sívori, el búfalo Funes gritando el gol de Alario. Y aquí abajo, al Beto Alonso, al príncipe Francescoli, al gran Amadeo, el pelado Díaz, y hasta Alfredo Di Stéfano, quedándose afónico con el segundo gol de Sánchez y el tercero de Funes Morí saltando tan alto como lo hacía Passarella. Los de allá y los de acá dimos esa vuelta olímpica interminable, mientras el cielo seguía llorando de alegría con una lluvia intensa como en aquella noche de 1986, cuando nos conocimos. Es que efectivamente somos como los protagonistas de esa película “El mismo amor, la misma lluvia” Anoche, nosotros fuimos Jorge el personaje interpretado por Ricardo Darín seduciendo a Laura, encarnada por la bellísima Soledad Villamil. Y el Muñeco Gallardo, que deslumbraba con el 10 en la espalda, hace un rato que dirige la conquista de ésta sucesión de Copas que nos está convirtiendo en alcohólicos empedernidos. Algunos insidiosos nos indican que vayamos a alcohólicos anónimos, pero es más conveniente ser aconsejados por algunos de los primos que hace mucho que son abstemios….de copas.
En estos días de felicidad desbordante, nuestro agradecimiento eterno al torito Cavenaghi, al Chori Dominguez, al pelado Almeyda, que pusieron el pecho y el corazón, sacrificando el bolsillo, en los momentos más amargos de nuestra legendaria historia
Copa Libertadores: sabemos que prometiste llorar hasta el domingo. Tranquilízate, que ya no estarás en manos extrañas. Volviste a tu único y verdadero amor. Pero no te podemos jurar fidelidad. Vamos en diciembre a intentar serte infiel con la Intercontinental. Otra que nos espera desde hace mucho.
Pero como te conocemos muy bien, también sabemos, que no sos prejuiciosa. En estos tiempos modernos podemos jurarnos amor eterno entre los tres.