Supina ignorancia
Recuerdo tu sonrisa socarrona. Esa que te quedó congelada en tu rostro, después de la primera semana, en la que hasta vos te quedaste estupefacto ante el gigante que caía. Recuerdo también aquella frase hiriente, que ni vos la creías, porque expondrías una supina ignorancia. Eso que te llevó a decir que a Borges se le notaba claramente que no había pasado por ningún taller literario; que “El Quijote” y “Cien años de soledad” eran obras menores, simples libros de aventuras; que un déficit notorio de Jacobo Timerman fue que no pasó por ninguna escuela de periodismo; que era relativa la importancia de Alberto Einstein en la física contemporánea; o que “La Piedad” y “el Moisés” eran esculturas de un principiante. Y ahí no terminó tu larga lista de dislates: despreciaste “La Gioconda” y “La última cena” por considerarlas pinturas dignas de un remate pueblerino; que Beethoven podía soportar su música porque era sordo; que Carlos Gardel cada vez cantaba peor; que Mahatma Gandhi era un personaje insignificante envuelto en una sábana; que Nelson Mandela fue un racista encubierto; que Muhammad Ali fue un producto meramente publicitario que no le ganó a nadie o que Víctor Hugo Morales carecía de imaginación y lenguaje para transmitir un partido de fútbol. Y ahí, aunque parezca mentira, no finalizó tu interminable lista de desatinos. En tu supina ignorancia, minimizaste el humor de Woody Allen, de Groucho Marx, de Niní Marshall y Les Luthiers; redujiste al inolvidable Negro Fontanarrosa a un ilustrador de historietas, y a la “Mafalda” de Quino a una nena insolente y maleducada.
De pronto se te borró tu sonrisa socarrona. Mostraste tu sorpresa y exclamaste sorprendido: “¡Nunca dije todas estas cosas!”. Es cierto: no las enumeraste como aquí se describe pero con notable poder de síntesis y de inexactitud las resumiste en una frase de apenas cinco palabras: “River es de la B”. ¿De la B? El equipo que ganó la mayor cantidad de campeonatos; el que tiene más puntos sumados en todo el profesionalismo; el que aportó la mayor cantidad de jugadores a la selección; el que es históricamente sinónimo de lo que se conoce como “fútbol argentino”; el de “La Máquina”; el de jugadores como Alfredo Di Stéfano, Bernabé Ferreira, Enrique Omar Sívori, Néstor Rossi, Amadeo Carrizo (el inventor del puesto de arquero integral); Ermindo Onega… apenas mojones de una lista interminable a los que se suman los últimos ídolos como el Beto Alonso, Enzo Francescoli y Orteguita.
Grande no es el que nunca ha caído, sino el que se levanta para seguir luchando y en este caso, continuar ganando.
Disculpame que te deje con tu incomprensión, porque ahora tengo que ir a dar una nueva vuelta olímpica. A festejar, a pesar de la mediocridad actual. Y cuando levante la vista observando una nueva estrella, me imaginaré verlos a Angelito Labruna (que sigue haciendo paredes eternas con el inolvidable uruguayo Walter Gómez), Omar Sívori, Felix Loustau y Néstor Rossi abrazados, y diciéndote: “¿River de la B?” Te perdono. La ignorancia merece comprensión.