Sólo la idea vence al tiempo
“Sólo la idea vence al tiempo”, planteaba Juan Domingo Perón hace 40 años en el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional. El plenario que se realizó en el Mercado Central el pasado 27 de abril bajo la consigna “La militancia debate y construye futuro”, fue un acto popular y democrático donde confluyeron todas las corrientes del kirchnerismo. Es difícil ver a alguna otra fuerza política nacional manifestándose con semejante grado de amplitud.
El kirchnerismo es una fuerza que no sólo tiene la riqueza que viene de la variedad de sus elementos internos. También tiene una identidad firme en las ideas y en los actos, sostenida con audacia a lo largo del tiempo.
Es cierto que, dadas las características permisivas de la política contemporánea –la que, en casos extremos, es un mero apéndice del marketing-, es posible obtener triunfos electorales en base a la ambigüedad, la hibridez y la omisión ideológica. Es una forma anacrónica de hacer política que desea hacerse pasar por moderna. Pero ¿qué modernidad podría haber en el ocultismo, en ese gesto conservador que está destinado a no decir quién soy ni qué pienso sobre los asuntos cruciales del país?
A contracorriente de esa moda que se ha vuelto clásica, y que consiste en enmascararse a la hora de ofrecer soluciones a los problemas de la sociedad, el kirchnerismo dice lo que piensa y lo hace de un modo argumentado. Desea una más justa distribución de la renta, para lo cual ha tenido durante estos últimos 10 años una agenda sobre qué intereses privilegiados deben ser afectados para que la compensación social sea posible.
No se nota la misma sinceridad en muchos de los candidatos que aspiran a la presidencia. Sin embargo, esa sinceridad es necesaria que exista en todas las ofertas electorales, de lo contrario no se estaría proponiendo más que la consagración de una figura aislada, sin ideas, o con ideas ocultas.
Mentir es una maniobra políticamente incorrecta por la que se paga un precio merecidamente elevado. En cambio, sí es posible tergiversar, esconder la simpatía por decisiones impopulares y agitar ideas populistas que van del peor sentido común hacia la política, sin considerar que la política no es una oficina encuestadora sino una institución propositiva que tiene que pensar y decir lo que quiere hacer y no, por el contrario, preguntarle en forma demagógica a la sociedad y, sobre todo, a los poderes: “¿qué hacemos?”.
Lo que demostró el acto del Mercado Central es dónde está el peronismo hoy. Dónde está el peronismo histórico y dónde el peronismo que puede seguir representándolo en la actualidad. Ésa es la manera que elige el kirchnerismo para identificarse a sí mismo y para que pueda ser identificado por la sociedad, sin esconderse ni disfrazarse.
(*) Diputado de la Nación FPV.-