Sapos o vidrio
Todo texto, presentación, columna de opinión, editorial discute con alguien; debate con algún interlocutor o con una idea. Se explicite esto o no, siempre es así. Porque nada es de la nada. Nada. Nunca. Ni los sucesos históricos ni un escrito argumental. Siempre hay una trama. Un antes, una causa, un disparador y, seguramente, habrá un después que constate o que responda. Por eso la elección de quien escribe o polemiza es a quién y con quién lo hace. Estas jornadas huracanadas y de altísima política (me) proponen la –como llamamos en la disciplina académica de la Comunicación- construcción de varios interlocutores válidos.
- Los kirchneristas randazzistas fanatizados que quieren darle clases de kirchnerismo a Cristina Fernández de Kirchner.
- Los randazzistas-neovandoristas-cristinistas que pretenden un cristinismo sin Cristina.
- Los que pensaron que Cristina Fernández de Kirchner y Néstor Kirchner no eran peronistas y se desilusionan cuando toman medidas y decisiones desde esa, su pertenencia histórica.
- Los que me dicen que el kirchnerismo es más que el peronismo pero que, en realidad, lo que quieren decirme es que el peronismo es menos.
- Los que están tranquilísimos sólo porque Carlos Zannini estará allí y no se ponen en guardia viendo qué ocurrió en la Argentina con otros vicepresidentes.
- Los que eligen a Eva, sólo a Eva, sin Perón y siempre de pelo suelto. Ese evitismo torpe que, en el fondo -como me dijo estos días un colega brillante- esconde el rinconcito gorila de quien la coloca en la historia solita.
- Los kirchneristas que no quieren, ni gustan, ni confían, ni hubieran optado por Scioli, desde la más absoluta buena fe.
- La oposición partidaria oportunista que ve en cualquiera que le da un portazo a la Presidenta a una nueva esperanza blanca.
- Los que Raúl Zaffaroni bautizó estos días como los empleados bien pagos de los grupos de poder y los deshauciados de la política que van gratis a rendirles pleitesías a esas corporaciones que les tiran las sobras.
- La derecha viva, la astuta, que está buscando el modo de hacer trastabillar 12 años de proyecto político por un graph exagerado de 678.
- Los que están buscando la grieta para colar la dinamita que destruya 12 años de construcción y reparación de derechos y, sobre todo, la posibilidad de algún grado de continuidad.
- Los que creían o aún siguen creyendo que la política es al arte de hacer lo que quiero, cuando quiero y si me dan las ganas.
- Los que creen que militan porque escriben mucho en twitter.
- Los que están convencidos que postear en Facebook es igual a meter las patas en el barro.
- Los que le piden a la Presidenta que les haga política delivery: que les lleve hasta la puerta de sus casas lo que a ellos les gusta, completito y sin fisuras ni grises.
- Los que cuando uno habla de conducción, responden con un llamativo: “yo no soy PJ, ni derechista, ni vertical, soy independiente”.
- Los librepensadores bien liberales que creen que domar al potro siempre corcoveante del Estado y sus intereses en pugna es sentarse y decir “habría que”. O sea, los habriaqueístas, la corriente más despreciable de todas porque ni tienen buenas ideas ni saben cómo llevarlas a cabo.
- Los que considero mis compañeros en esta ruta, con quienes no siempre coincido, pero con quienes sé siempre estaré del mismo lado.
Me dirigiré aquí a varios de estos interlocutores. A algunos les he puesto cara y nombre porque con ellos he intercambiado ideas y opiniones y hasta he peleado fuerte estos días. A otros los he construido en mi imaginación con retazos de ciertas frases leídas en las redes sociales u oídas en TV y en debates cara a cara. Y lo voy a hacer desde la más cruda honestidad y en primera persona porque siento haberme ganado el lugar para hablar desde un “yo” armado con esfuerzo, estudio, aprendizaje, oreja frente a los que saben, muchas equivocaciones y rectificaciones abiertas, cierto grado de coherencia –que para mí no es ni linealidad ni repetición monocorde- y el mantenimiento de un ramillete de principios a lo largo de los 32 años que llevo de amor con la política.
Lo voy a decir de entrada y sin vueltas: Daniel Scioli no es ni será el candidato al que me hubiera gustado erigir como heredero de estos 12 maravillosos años de política en estado del más puro roncanroll. No me gusta que Ricardo Casal sea Ministro de Justicia y menos me gusta que Alejandro Granados sea Ministro de Seguridad. Pero no me olvido que el kirchnerismo decidió que fuera él, y no otro, dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires, que su frase memorable de “Con la comida no se jode” fue afiche K en la 125 de plena soledad kirchnerista y que cuando Néstor Kirchner le solicitó que fuese candidato testimonial en el oscuro y a contrapelo 2009, él fue. No me gusta Scioli, como no me gustan varios de los “estilos” –por llamarlo de algún modo- de Gildo Insfrán, ni entregarle todo a la megaminería, ni que Sergio Berni diga ciertas cosas que dice sobre los colombianos, ni la radicalidad clerical de Julián Domínguez, ni la oposición ya expresada de la jefa de Estado a la despenalización del aborto, ni que este gobierno haya propuesto la ley llamada “antiterrorista”, ni que haya sospechas sobre César Milani.
Pero:
- soy respetuosa de que en Formosa fueron los ciudadanos de esa provincia quienes lo pusieron como gobernador a Insfrán y lo vienen revalidando, me guste a mí desde mi centralidad porteña o no.
- entiendo que no puedo pedirle a San Juan que se desprenda de la minería sin ofrecer una alternativa posible para ese estado provincial que es 80 por ciento roca y desierto, al que es fácil criticar desde la pampa húmeda donde uno siembra papel y crece una biblioteca.
- conozco cómo en los inicios del gobierno de Néstor Kirchner, cuando las calles eran puro piquete y conflicto fue el actual Secretario de Seguridad de la Nación el que negoció una por una con las organizaciones sociales, sin palo ni policía y a fuerza de dar la palabra, para encarrilar esos conflictos y darles soluciones a corto plazo, mientras la generación de empleo se ocupada de la salida de fondo.
- puedo ver cómo el titular de la Cámara de Diputados de la Nación se paró detrás de ese grupo de mujeres que éramos convocantes a acompañar la marcha del Ni una Menos y que llevábamos puesto el pañuelo verde -esa identificación de la campaña Nacional por el aborto legal- sin un solo pero y escoltó el documento en el cual se asumía que la ausencia del debate parlamentario sobre el aborto era una “deuda pendiente”
- puedo notar lo evidente que es que Cristina Fernández sabía, cuando la designó al frente del bloque de diputados del oficialismo, que Juliana Di Tullio es una militante feminista pro aborto legal y sé que se ha pronunciado varias veces respecto de que si el proyecto obtenía consenso ella no iba a vetar esa ley
- entiendo que la llamada ley antiterrotista fue una concesión que debió hacerse al CIADI y que, por un lado, fue usada únicamente para que un represor prófugo en el exterior dejara de cobrar su jubilación y que, por el otro, fue un pedido al Congreso hecho por un gobierno que se cansó de sancionar legislación a favor de los trabajadores, de los más vulnerables y que nos regaló el sueño impensado de que la Argentina discutiera los medios de comunicación y desenmascarada a los poderosos de una buena vez.
- hubiera preferido que el jefe del Ejército no tuviera ningún tipo de cuestionamiento, pero también sé que no hay sentencia firme y que si el diario La Nación se embandera en los Derechos Humanos para cuestionar al militar que reurbanizó el barrio La Carbonilla junto con Hebe de Bonafini y las Madres, el gato encerrado anda por el lado de los Mitre.
La política –ya lo deberíamos haber aprendido- es transitar las épicas que podemos vestir y disfrutar llenos de purismo, celebrarnos por lo dicho-hecho, ver knoqueados a los dueños de siempre, pero es también saber cómo caminar las zonas grises. Entender qué decisión no explicitada toman los líderes; qué nos está indicando la conducción cuando opta por A o por B.
La derecha mentirosa e hipócrita y los que sólo quieren que la política sea show se han hecho un festival con algunos zócalos de 678. Allá ellos. ¿Me están pidiendo que discuta coherencia con quienes levantan y señalan con deditos cargados de la mugre de lo hecho por ellos el día anterior y que no pueden sostener su propia palabra –porque no la tienen- ni media semana? Gracias, paso. Tengo cosas mucho más productivas que hacer. Porque ya ni enojan. Dan fiaca.
A los compañeros que hacen una queja individual porque no habrá Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias para elegir candidato a presidente en el Frente para la Victoria, quizás se les haya escapado un detalle que transmitiré aquí a modo de pregunta y de escenario hipotético: ¿qué hubiera ocurrido si, tal como muchos querían -y hasta quizás, queríamos- la Presidenta ungía a Florencio Randazzo como su precandidato, armaba una lista de precandidatos a diputados puros, purísimos K y luego esa lista iba a las PASO y era derrotada por la de Daniel Scioli? ¿Cuál era la fortaleza política que le quedaba a la Presidenta, pero sobre toda a la jefa del Movimiento hacia adelante? ¿Notan que el triunfo de Scioli podría haber sido absoluto y no habría ningún Carlos Zannini en quien recostar argumentos, esperanzas o negociaciones?
Con su decisión de ubicar a Zannini en la boleta en el cargo de candidato a vicepresidente de la Nación, la Presidenta ocupó el martes el centro de la escena –ya a esta altura, podemos decir con ironía, para variar- y todos los círculos concéntricos de un modo tan absoluto que dejó a las oposiciones partidarias y corporativas en un espacio marginal, en el cual debieron conformarse para anunciar y des anunciar candidaturas y para patalear vía portada de diarios o para hacer el ridículo con frases del estilo “se viene el maoísmo”.
Error grande, creo, el del Ministro Florencio Randazzo de decir no, decir luego sí y volver a decir que no a una propuesta más que atractiva, poderosa y estratégicamente valiosa. En primer lugar, porque si se es parte de un proyecto colectivo no se dice que no. Lamento mucho desilusionar a los librepensadores, pero estos doce años no se han construido a fuerza de “yo quiero” ni de “a mí me gusta”. Se han creado lidiando con los conflictos reales, de la vida real y con los actores reales de la no siempre dulce, pura y hermosa política nacional. En segundo lugar, si se es “soldado del proyecto”, “soldado del pingüino”, “el más puro representante del proyecto que comanda Cristina”, pues, con más razón, “saludo uno” y a hacer lo que corresponde. En tercer término, hay que tener mucho, muchísimo cuidado con la desautorización a la propuesta Presidencial y a la sazón a la de la jefa política, sobre todo en el mismísimo día en que ella había ratificado con creces su autoridad presidencial y la de jefa política del espacio más importante de la Argentina.
Y no puedo evitar la pregunta jorobada pero que sé se hacen varios: ¿si pudo decir que no a una demanda de la Presidenta en ejercicio en plena demostración de rotundo poder político, qué garantía podríamos tener de que ya en la jefatura del gobierno nacional hubiese tomado el rumbo definido con y por la líder?
Estos años tuvieron varias cortinas de fondo: “Vengo bancando este proyecto…”, y que “en los malos momentos” íbamos a estar, que había “soldados del pingüino” y que si la tocaban a Cristina se iba a armar flor de quilombo. La Presidenta hace una jugada de jaque, para que sea mate, y con dolor oigo y veo decir y escribir que “Con Néstor esto no hubiera pasado” y parrafadas de lecciones de kichnerismo a CFK. Curioso. Sorpresivo, para decir lo menos.
Es una verdad de perogrullo, una obviedad a esta altura, pero parece que hay que enterar a varios, así que en este preciso momento voy a dar una primicia nacional: la presidenta Cristina Fernández de Kirchner es peronista. Fin del Comunicado. Esto no implica, de ninguna manera, decir que la única estructura posible es la del PJ. Es reconocer que el kirchnerismo es el peronismo del siglo XXI, ese que puede contener, contentar y ungir en los primeros lugares a quienes no son peronistas. Pero aceptar esta novedad no puede habilitar a pretender que la conductora se desprenda de quien es por una razón muy sencilla: ella -con el compañero que partió y con la historia peronista de ambos, esa que incluye no haberse ido y quedarse peleando desde adentro durante todo el menemato, con zonas épicas y zonas grises- fue la que nos trajo hasta aquí. Y la única manera de seguir avanzando es fortaleciendo ese liderazgo, más allá de cuánto nos guste o no la figura y algunas políticas del candidato.
Porque si florecieron mil flores no fue para quedarnos como espectadores mirando un bello y perfumado jardín, sino para que la sabiduría de la sabia nueva sepa qué hacer cuando crezca la maleza o cuando alguno pretenda pisotear lo sembrado.
El kirchnerismo lejos está de ser un bloque homogéneo, monolítico, uniforme. Vaya esta notificación para la derecha que quiere presentarlo como el sinónimo del estalinismo más rancio y para la simpatía tibia de Palermo rúcula (Horacio Verbitsky dixit). Hay 11 millones de votos que deberán ser la barrera para que la ola amarilla no se expanda por la Argentina. El “me gusta” o el “no me gusta” individual y solitario, en lo personal, me lo guardo para el Facebook. No confundo postear con militancia. Y he aprendido a lo largo de los años que los deditos en V no son una selfie, sino un compromiso. Por todo eso –y una larguísima lista que sería imposible reproducir aquí- tengo desde hace años un accionar y una frase: Por un lago, miro dónde están las dueñas de los pañuelos blancos y allí me encolumno y si me equivoco, lo hago con ellas. Y por el otro, me repito como mantra un principio que me ha sacado siempre de los más confusos atolladeros: señores, trago sapos por la sencilla razón de que no como vidrio.