Por que defiendo a Amado Boudou
Todos los días somos testigos de como una misma noticia (o lo que la lingüística pragmática más actual tiene la elegancia de llamar supuesto) divide a las empresas periodísticas y a los lectores en dos posturas antagónicas. Ante un mismo hecho los receptores (e incluso actores y testigos) toman dos posiciones diametralmente opuestas.
Muy pocas veces en la vida nos toca ser testigo o partícipe de una noticia, por lo general nos llegan por los medios o también por los lectores de esos medios, es decir lo que nos llega ya es una interpretación de aquella noticia y, además, la adaptamos a nuestro entorno cognitivo (una especie de rompecabezas armado con miles de miles de supuestos anteriores).
Este rompecabezas se ha ido construyendo durante toda la vida con supuestos recortados por la pertenencia social, ideológica, partidista, sentimental, laboral, económica.
Cuando el individuo recibe la noticia por unos momentos vacila, esa duda aparece en el instante en el que tarda en acomodarse la pieza en su rompecabezas y es mucho más acentuada en ese principio, aunque nunca logra la certeza de la información recibida, porque tiene en su entorno cognitivo incorporado los supuestos de “manipulación” informativa con la que se maneja los medios y la adaptación que estos hacen a sus propios intereses.
En política, los intereses suelen dividirse en dos grupos: oficialistas y opositores. Por eso no es extraño que cualquiera sea la noticia esos grupos se abroquelan instantáneamente a favor o en contra del supuesto. Aunque sólo aquellos que conocen el núcleo de la verdad son los que fingen, el resto tiene convicciones de estar defendiendo una causa justa.
La falta de acceso a la Verdad absoluta, aquello que Platón señala en laApología de Sócrates: que no se puede saber nada con absoluta certeza, incluso en los casos en los que uno cree estar seguro (21d) nos convierte en seres vacilantes: llenos de incertidumbres que sólo optamos por la verdad que se acomoda a nuestras ideas, porque necesitamos en algún momento pararnos en un terreno firme: estar parado sobre la Duda se nos hace resbaladizo, nos desestabiliza.
Por este motivo vemos siempre a los mismos grupos unidos frente a una opinión. Podríamos tomar una muestra de campo y ver que el mismo conjunto de individuos responden de forma similar a una noticia y otro grupo de forma antagónica. Siempre los mismos grupos.
En el caso Ciccone-Clarín-Boldt-Boudou que comienza con una nota publicada en Clarín “Ciccone quebró; Boldt y Casa de Moneda van por su planta” http://www.clarin.com/economia/Ciccone-quebro-Boldt-Casa-Moneda_0_319168121.html deja en claro el comienzo de dos intereses divididos. Dice Clarín en su nota:
“Boldt, la tercer mayor empresa del negocio del juego del país (después de Casino Club y Codere) presentó ayer una oferta para alquilar la planta que Ciccone Calcográfica posee en Don Torcuato. Esta firma está en quiebra por un reclamo de la AFIP, a la que le adeuda $ 239 millones. Y la competencia de Boldt en esa carrera es contra la Casa de la Moneda, dependiente del Ministerio de Economía.”
En el caso Ciccone-Clarín-Boldt-Boudou los intereses son claros: Clarín-Boldt querían quedarse con Ciccone y por otro lado, según el mismo Clarín, estaban los intereses del Estado: “la Casa de la Moneda”.
Ante la falta de pruebas contundentes Clarín, La Nación y el arco político anti K se unieron con una campaña permanente de bombardeos de supuestoscontra el ministro de economía de aquel entonces. Personificaron y personalizaron el ataque contra Amado Boudou.
Todo el pueblo argentino (el mismo que no podrá escuchar la indagatoria al vicepresidente por decisión del Juez Ariel Lijo) se ha dividido, en los que le creen a Clarín y La Nación y los que le creen a Amado Boudou. Todo esto a pesar de no tener acceso a los expedientes manipulados por el Fiscal y el Juez de la causa. No es un problema sólo de los que estamos ajenos al derecho, incluso los constitucionalistas, los abogados, los juristas ante la acumulación de pruebas suelen dividirse en sus interpretaciones, uno declarando culpable y otro inocente a la misma persona. Influye en esas decisiones simpatías o antipatías políticas, ideológicas, partidistas u otras. En este caso particular, los grupos se dividen en CREER o no —porque nadie es dueño de la VERDAD— en la culpabilidad del vicepresidente Amado Boudou.
En mi caso, conociendo la manipulación histórica de Clarín, los intereses millonarios a los que no pudieron acceder el diario de Magnetto ni Boldt, la furia desatada por el grupo mediático contra el kirchnerismo, en general y contra la figura del vicepresidente, en particular, por haber perdido negocios como el fútbol, la AFJP y el monopolio de medios audiovisuales; por todo eso creo en la inocencia de Amado Boudou. Más aun lo creo cuando recuerdo que los que no creen en él son aquellos que conforman el mismo grupo de siempre que no entienden los avances sociales, económicos y de inclusión del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner.
Por último, recordemos que Clarín y La Nación nos hicieron creer durante años que los genocidas argentinos eran buenos hombres, que sus políticas económicas eran acertadas y así lograron engañar a esa gran parte del pueblo que inundó la plaza vitoreando a un militar alcohólico y asesino.