Paulino Ortellado, un mito de milonga ignorado por la aduana de la cultura
Es interesante la cultura del oenegismo, es cierto que hay ongs que hacen mucho por el mundo, pero es cierto también que hay una cultura de ongs internacionales que vienen a países como el nuestro a marcar agenda. Por ejemplo, Greenpeace, nos viene a enseñar a cuidar el planeta. Se lo agradecemos, hay buenas intenciones, pero acá hay una cultura ancestral y criolla, profundamente ecologista, nuestras culturas originarias tenían dioses para el río, la montaña, la selva, el pájaro, etc. Cuando los colonizadores culturales, arrasaron con la cultura nativa, arrasaron con esos dioses que cuidaban la ecología. Nos hicimos más ignorante de la montaña, del río, de la selva. El paisaje es el hombre ( y mujer), decía Yupanqui. Y eso voy. Artistas como Paulino Ortellado, funcionan, en nuestra cultura, como esos dioses indígenas que cuidaban los ríos. Paulino cumple la profecía de Yupanqui, el hombre es paisaje, el paisaje es el hombre.
Así pues, quiero decir, que se harán muchas tesis doctorales sobre la música de Paulino Ortellado, pero donde realmente vive, se comprende, es pan, mueve el alma de las cosas, es en todos esos hombres y mujeres de La Pampa, que son paisajes, que son milonga. Carlitos Loza me enseñó, como tantas cosas que me ha enseñado este trovador pampeano, que Paulino siempre se inspiraba en sus vínculos más cercanos: el estilo ocaso pampeano se lo hizo a su padre: “a mi me dijo que quería darle algo más que llevarle flores al cementerio,quería algo que prevalezca para siempre”, Loza. La milonga hermana milonga se la hizo a su hermana, que le regaló su primera guitarra y también a sus dos mas queridos amigos: réquiem para julio Domínguez y el estilo "el paisano"para Carlos Santa juliana, o sea las cuatro obras que hizo las hizo para seres profundamente queridos por él.
Yo tengo la sensación de que la aduana cultural argentina comprende más la pena y la razón de los negros haciendo jazz en Nueva Orleans, que las motivaciones y las penas de los paulinos ortellados, haciendo milongas ariscas en La Pampa. El maravilloso talento de los negros de Nueva Orleans, al que agradecemos, casi siempre ha enceguecido a los aduaneros culturales, y nos les permitió mirar el talentos de los que Argentina adentro, encontraban en las seis cuerdas, una manera de musicalizar nuestras tragedias. El viejo Sarmiento, con el que discrepo en su mirada política y humana del país, sostenía que el baqueano conoce a palmos veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. “Es el topógrafo mas completo, es el unico mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de su campana” Artistas como Paulino Ortellado son los topógrafos del alma de esas argentinas escondidas, de esos paisitos que la aduana de la cultura ignora, y no sólo ignora, sino que también le da la espalda. Porque los aduaneros de la cultura oficial saben de Hendrix, a quien admiramos, y de Paco de Lucía, a quien también apreciamos. Pero estos aduaneros no se toman el trabajo de descubrir los caminos culturales de la Argentina que se retratan en las obras de los muchos Paulinos Ortellados que están dispersos por el Chaco, por Cuyo, por el litoral, por las pampas. Porque en cada cuerda de la guitarra de Paulino se desata la travesía por la “senda olvidada” como dice el Neruda de La Pampa, Edgar Morisoli, “Debemos transitar esa senda olvidada y con tacto sutil, ir descubriendo la propia sintonía con cada ser, con cada presencia: nube o pájaro” El nacido en El Odre, lo consigue. Porque cada guitarra que pulsaba tenía memoria de esquilas, de peonada; memoria del albañil que sabe la diferencia entre construir una casa, y hacer un hogar. Y esto es importante, porque este hombre que casi como últimas palabras dijo: “Yo lo único que quería tocar la guitarra”, nos enseñó que tocar la guitarra, para topógrafos como él, no era hacer ejercicios que sólo divierten a los músicos profesionales, Paulino tocaba la guitarra, y tocaba los paisajes secretos, los paisajes humanos escondidos en el interior del interior, esos campos sin eco, esas presencias solitarias como la de Guajardo, esos ocasos pampeanos, esos pamperos y zondas que todo lo preguntan, esos fantasmas que todo lo responden.
El Bardino, otro topógrafo de la milonga, definió a Paulino Ortellado como “arisco en las bordonas” y que en su patio “cuando callan las chicharras se le prende la guitarra” y hay algo fundamental que Paulino Ortellado logró entre la prima y la bordona, consiguió hacer vibrar a la Argentina Adentro, o a una de las argentinas interiores, la Argentina de El Odre, que es una de las pequeñas pampas que resuenan en la Pampa. Paulino, cumplió con el mandato de Yupanqui: “Si tú eres el elegido, si has sentido el reclamo de la tierra,/ Si comprendes su sombra, te espera/ Una tremenda responsabilidad./ Puede perseguirte la adversidad,/ Aquejarte el mal físico/ Empobrecerte el medio, desconocerte el mundo,/ Pueden burlarse y negarte los otros,/Pero es inútil, nada apagará la lumbre de tu antorcha,/Porque no es sólo tuya./Es de la tierra, que te ha señalado.