En escasos quince días hábiles el nuevo gobierno argentino ha producido tantos cambios que ya parece viejo. Y eso que, luego de la primera semana, agotado, el presidente se tomó vacaciones.

De todos modos los argentinos no tenemos por qué sentirnos nerviosos: hay equipo.

Mientras el presidente medita en Villa la Angostura –porque cuando el presidente no está bailando, medita–, el jefe de Gabinete pergeñó decreto tras decreto, el ministro de Hacienda y Finanzas Públicas tuvo tiempo hasta de amenazar a los trabajadores con una moderna versión de “la bolsa o la vida” que consiste en “conservar el empleo o pedir aumento de salarios”, y el ministro de Interior ha imaginado asombrosas obras públicas.

Como para que se sepa que el presidente es tan o más capaz que Benito Mussolini en eso de dictar leyes, el fértil caletre de sus Ceos dio a luz un ramillete de apremiantes y vitales decretos que, en somera enumeración, comenzaron por la modificación de la ley de ministerios, siguiendo por la designación per che me piacce de dos integrantes de la Corte Suprema, la modificación, por el mismo principio constitucional, de la ley de Servicios Audiovisuales, la anulación de la ley de Educación, el restablecimiento del polimodal, la eliminación de las escuelas técnicas, la reducción del presupuesto educativo del 6 al 3% del PBI, la suspensión del nuevo Código Penal, la transferencia de las escuchas judiciales de la Procuración a la Suprema Corte, el reemplazo del Afsca por un nuevo y más democrático organismo ideado por Marcos Peña y, en razón de las dudas generadas por las estadísticas que proporciona el Indec, la declaración de la emergencia estadística.

La emergencia estadística consiste en que no se difunda ninguna estadística, ni siquiera las que acostumbraba difundir Finosport, la consultora del interventor del Indec Jorge Todesca. .

La razón esgrimida por el nuevo titular del organismo es haber encontrado al instituto en completo desorden y “plagado de información falsa y tendenciosa".

Habida cuenta que Finosport se abstendrá de brindar información, los observadores conjeturan que también la consultora del funcionario estaría plagada de información falsa y reinaría el mismo desorden que en el Indec.

A pesar de que, al igual que Rosas, Todesca asegura estar dotado de “facultades extraordinarias”, la suya no deja de ser una autocrítica realmente notable.

Como para que no cunda el caos y nadie termine de saber cuánto gasta por mes, al afirmar que “la inflación de este año rondará  entre el 23 y 24%”, Jorge Todesca ha dado indicios de cuál será el nuevo método de medición del instituto: el ojímetro del señor interventor, un hombre de tanta experiencia en eso de las estadísticas que ni de encuestas requiere.

Más que cambio, esta seguidilla de medidas e innovaciones son una auténtica revolución, pero nada supera la genial observación del presidente y el no menos osado proyecto del ministro de Interior.

La creciente del río Uruguay sacó al presidente de sus ejercicios de meditación, obligándolo a viajar muy brevemente a Concordia, donde luego de apreciar la situación y segundos antes de retornar junto a las más plácidas aguas del Nahuel Huapi, dejó establecido que en algunos lugares sobra agua mientras que en otros, falta. Una verdad grande como una casa.

La trascendente  reflexión motivó las pullas y chacotas de los chuscos que nunca faltan, incapaces de advertir, por ejemplo, que el agua falta y sobra en sitios muy cercanos entre sí. Sin ir muy lejos, es indudable que en el océano Atlántico hay agua para tirar para arriba, mientras que en la contigua Patagonia no la hay ni para regar malvones.

¿O no es verdad? ¿O alguien puede decir lo contrario?

Ocurre que la meditación aleja al presidente de la esfera perceptiva de los ciudadanos comunes, que asistimos tan boquiabiertos a sus pasos de danza como a sus elucubraciones. Afortunadamente se encontraba a su lado el ministro Rogelio Frigerio quien tradujo –en planes enérgicos y proactivos, como corresponde– el descubrimiento del presidente anunciando la construcción de dos acueductos en Concordia que sirvan para llevar el agua que ahí donde sobra a otros lugares del país, en la que falta.

Los críticos y avinagrados, que tampoco escasean, aseguran que el ministro no tiene la más pálida idea de dónde está Concordia, sugiriendo que alguien se lo debería mostrar en un mapa. Cada uno mide a los demás según su propia estatura y las perdices no pueden apreciar el amplio panorama que tienen ante sí las águilas, razón por la cual son incapaces de comprender cómo hará el ministro para construir un acueducto que, saliendo del río Uruguay, atraviese Entre Ríos, pase por arriba (o por abajo) del río Paraná para finalmente llegar a San Juan, La Rioja y Catamarca, donde siempre falta el agua, poniendo así remedio a tamaña injusticia hidrográfica.

Ya verán cómo se le ocurrirá algo. Lo importante es “evitar que estos fenómenos nos encuentren sin respuestas”.

El ministro no aclaró si por “fenómenos” se refería a los frutos de la meditación presidencial o a las consecuencias de las lluvias en Brasil, pero ya estaría en marcha la conformación de un brainstorm de respuestas coordinado por el conocido escritor norteamericano Mel Brooks.