Nunca hubo plan B
Nunca hubo un plan B económico. El macrismo tiene la viga maestra de su proyecto refundacional en el plan “DADA”: devaluación, ajuste, deuda y apertura. Con eso consiguieron éxitos notables que sólo una mirada ingenua puede considerar errores: bajaron sueldos y jubilaciones; desindustrializaron, porque en su modelo agro exportador de valorización financiera la industria demanda divisas que no genera; alinearon al país como colonia norteamericana en el escenario internacional; arrasaron con derechos conquistados; aumentaron la desocupación como modo de disciplinar socialmente; incrementaron más de 6 puntos la pobreza; y con los tarifazos hicieron una gigantesca transferencia de ingresos de la población a las concesionarias de servicios.
Una oposición cómplice, después de allanarle el camino, y en vista de las consecuencias producidas, solicitan cambiar el rumbo: no entienden o simulan no entender que sólo hay un plan: el A.
A pesar de que las consecuencias de casi cuatro años se asimilan a un conflicto bélico, el oficialismo llegó a un 42% en las legislativas del 2017. Fue el punto más alto de su gobierno. Basado en ese éxito fueron por lo que denominan “reformas estructurales” empezando por la jubilatoria, por lo que consideraban más factible que fue la fórmula de actualización. Lo que todavía estaba oculto para millones, empezó a hacerse notorio. Un plan A que deja fuera del sistema a tal vez más de la mitad de la población. Hubo resistencia dentro y fuera del Congreso aunque finalmente el oficialismo obtuvo una victoria pírrica. El modelo implantado de un ideologismo neoliberal extremo, sostuvo que en su modernidad había suprimido hasta la ley de gravedad anunciando su inexistencia. Un falso gradualismo alimentado con el endeudamiento superlativo y con una desregulación financiera suicida y carente de viabilidad, concluyó cayendo bajo las garras del FMI para evitar el default. Eso vino a justificar el gobierno, que incluso está a la derecha del Fondo, con ajustes insoportables que lo llevan a un callejón sin salida. Este es el momento actual donde la figura de Nicolás Dujovne parece la de Jesús Rodriguez en el tobogán final de Raúl Alfonsín o la de Domingo Cavallo en el camino al estallido del 2001 durante el desgobierno de Fernando de la Rúa.
No hay tampoco Plan B en lo político. Salvo una corrida descontrolada e incontenible que tire a la papelera de reciclaje al hijo de Franco (que lo caracterizaba premonitoriamente de inútil), Mauricio Macri será el candidato a presidente de una alianza electoral que cruje, donde los radicales se hunden en el barro de su peor historia.
El plan V de María Eugenia Vidal mejora las formas pero no el fondo de un proyecto inviable. Heidi es Macri con mejor discurso y un falso buenismo. Forma parte del equipo que vino a refundar reaccionariamente a la Argentina. Es el pretendido y falso rostro humano de un proyecto brutal. Como dijo Lula refiriéndose a su país: el pueblo no está en el presupuesto como concesión de futuro.
Con un plan colonial, cualquier integrante del equipo conduce a la misma catástrofe.
No hay plan B ni económico, ni político.
Sin embargo si la oposición va dividida, apoyando indirectamente a Macri, el futuro electoral del presidente, aunque parezca increíble, no está definitivamente terminado. Si eso sucede habrá que reescribir buena parte de la teoría política.
Entre sus últimos gestos desesperados está un control de precios sobre sólo 24 productos y 64 artículos, realizado con absoluta improvisación y falta de convicción, bajo el títuloalivio, expresión repetida hasta el cansancio, para pretendidamente paliar la angustia creada por ellos. Luego un nuevo pedido desesperado al Fondo, rogándole los medios para parar al dólar, sin importar la entrega total del manejo de la economía y en cuyo altar se da a cambio la destrucción de la economía real. El apoyo de Donald Trump, por razones geopolíticas, es lo que ha hecho posible que el prestamista de última instancia y auditor de los acreedores quemara las disposiciones de su propio estatuto. Los préstamos a jubilados y beneficiarios de la asignación universal por hijo como estratagema electoral, a tasas de entre el 44 y 50% anual, es una reproducción hacia el interior de lo que el país bajo el gobierno de Mauricio Macri ha hecho hacia el exterior.
El último gambito es convocar a la oposición complaciente a firmar un acuerdo que bajo un lenguaje eufemístico implica asegurar hacia adelante lo que se viene perpetrando hace tres años y medio. Los convocados como Urtubey y Massa rechazan hoy los 10 puntos de un acuerdo que en los dos primeros años de la actual gestión hubieran firmado a dos manos. Lo que rechazan es ser arrastrados por el desprestigio del gobierno. De Miguel Angel Piccheto cómplice de la propuesta, poco puede agregarse en su camino de degradación. Tiene algún antecedente y algunas coincidencias con los cinco puntos con los que Alejandro Agustín Lanusse intentaba condicionar al peronismo el 7 de febrero de 1973, apenas a un mes del triunfo de la fórmula Cámpora- Solano Lima, el 11 de marzo de ese año.
En los 10 puntos del “Acuerdo de gobernabilidad” están varias de las columnas ideológicas del neoliberalismo: Equilibrio fiscal, independencia del Banco Central, reforma previsional y laboral. Pero si los 5 puntos de la autodenominada “Revolución Argentina” intentaba impedir la participación de Perón en las elecciones, actualmente el objetivo es evitar la posibilidad de un tercer gobierno de Cristina Fernández. Si en los cinco puntos exigían los golpistas que en adelante “se respetaran la Constitución y las leyes relevantes” y “la independencia y el carácter inamovible del Poder Judicial” “CAMBIEMOS” propone “Respeto a la ley, los contratos y los derechos adquiridos con el fin de consolidar la seguridad jurídica”. Si entonces a la salida de una dictadura, los usurpadores exigían “Rechazar las amnistías indiscriminadas para quienes habían sido condenados o estaban siendo juzgados por crímenes relacionados con la subversión y el terrorismo”, hoy en democracia la propuesta es “Cumplimiento de las obligaciones con nuestros acreedores”. Si el macrismo intenta que se continúen sus políticas aunque no estén en el próximo mandato en el gobierno, Lanusse lo hacía con la falta de eufemismos de una dictadura: “Que las fuerzas armadas compartieran las responsabilidades del gobierno saliente”. Esto no significa igualar una dictadura con el gobierno legítimamente elegido de CAMBIEMOS, pero sí coincide con las salvaguardias y garantías que el poder económico intenta lograr bajo dictaduras o bajo democracias ante la posibilidad de una limitación a sus privilegios.
La propuesta de CAMBIEMOS, la resume con agudeza el periodista Luis Bruschtein: “…sintetizaron en 10 puntos el programa de gobierno que hundió al país para ofrecerlo como plataforma de un acuerdo se salvación nacional”.
Paradojas de un escenario confuso e impredecible: en la oposición hay alternativas B, segundas marcas del macrismo que sólo tiene un Plan A. Si CAMBIEMOS hace algunas concesiones electorales adoptando medidas denostadas, es sólo para intentar ganar electoralmente y entonces si ir a fondo con las reformas estructurales, las que nos convierten definitivamente en un país mayoritariamente inhabitable.
Macri va directo al iceberg y nos promete que el que se hunde es el iceberg.
Y aunque parezca una película de terror, muchos de los que se subieron al Titanic apoyan a su capitán, por el odio que le infunde el iceberg al que identifican con Cristina Fernández.
Un escenario de sainete: el capitán afirma que al chocar con el iceberg, el gigante de hielo se hundirá. Los pasajeros de la nave prefieren hundirse con el capitán por el odio que le infunde Cristina. Es un 25% que arrastra a todos los pasajeros del Titanic al fondo. Con las exigencias inestimables del Fondo Monetario Internacional.