Metamorfosis
A 50 años del 11 de marzo de 1973, la distancia en lo político supera las cinco décadas del tiempo cronológico. Una fecha cargada de sueños e ilusiones. Una sociedad corrida y representada mayoritariamente por lo nacional y popular. Hasta el radicalismo de entonces hablaba el lenguaje de la época, que hoy horrorizaría al claudicante partido centenario actual. Las fuerzas sociales desatadas y el temor del poder económico buscaron en Perón el único catalizador que podía transitar favorablemente la situación. Si Dios alguna vez se lo imaginó argentino, la muerte no lo es. Al viejo y enfermo líder lo vino a buscar la muerte que en alianza con la proscripción de 18 años cambiaron el posible rumbo distinto de la historia. Lo que vino después fue el descontrol de las fuerzas enfrentadas que llevó a que una parte significativa de la población viera con ojos permisivos el derrocamiento de Isabel Martínez y abriera la puerta al horror infinito. Muerto Perón había que terminar con las bases populares de apoyo del peronismo y a eso se abocó el plan de Martínez de Hoz.
A casi 40 años del inicio de la etapa democrática, es preciso recordar que Alfonsín ganó las elecciones levantando el preámbulo de la Constitución, aquel que fuera redactado por los triunfadores de Caseros, por los ganadores de las guerras civiles de lo que después fue la Argentina del siglo XIX. De las que concluyeron provisoriamente en la batalla de Pavón en 1861, con el triunfo del Sur en términos de la Guerra de Secesión norteamericana, la que justamente se iniciaba ese año y que sólo duraría cuatro años. Entre 1976 y 1983 apenas pasaron siete años, pero la derrota social, económica, militar y cultural, junto con los horrores interminables, son una piedra inaugural de una Argentina definitivamente distinta y que nunca recuperó índices muy bajos de pobreza y desocupación anteriores al quiebre. El juicio a las tres primeras juntas es la base de cuatro décadas de democracia y la lucha de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, resistencias sindicales y la derrota militar en Malvinas que la hizo posible, paradójicamente engendró “una democracia de la derrota”. La idea que no se puede enfrentar al poderoso, porque indefectiblemente implica el fracaso constituyó la desmalvinización.
La crisis de la deuda, el endeudamiento superlativo de la dictadura, la gigantesca transferencia de recursos de la estatización de la deuda privada, la hiperinflación, adelantaron la finalización del gobierno de Alfonsín. Carlos Menem fue el peronismo adaptado a la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética. El neoliberalismo triunfante fue bandera del peronismo menemista y contribuyó a seguir desmantelando el sólido modelo de sustitución de importaciones que el peronismo histórico había afianzado. Pasaron más de siete décadas y el modelo fue seriamente deteriorado, pero siempre, aunque muy herido, vuelve a resucitar cual ave Fénix. La Alianza supuso que el menemismo sin corrupción era el modelo modernizador y la crisis del 2001 demostró que la realidad no toleraba más la convertibilidad y la entrega. Duhalde hizo política de reparación en pequeñas dosis y Kirchner inauguró doce años de ampliación de derechos, recuperación de algunas bases económicas, un intento importante de independencia económica, alejando al FMI, pero aun así no se logró remover las limitaciones tradicionales del modelo nacional y popular. La disminución de la fractura social tuvo como respuesta una ampliación de la fractura política.
El macrismo es la vuelta al intento de imponer definitivamente el modelo agro-primario-exportador de valorización financiera. Para el macrismo el futuro está en 1910. De granero del mundo a supermercado. Es el último intento de la línea Martínez de Hoz- Cavallo. Sus cuatro años fueron desastrosos y facilitaron el regreso del peronismo.
EL ESCENARIO DE NUESTROS DÍAS
Lejos ha quedado la habilidosa jugada estratégica del 18 de mayo del 2019. Nuevamente se convocó a la esperanza sin más articulación que derrocar al macrismo. Eso fue exitoso, pero después de cuatro años el resultado del gobierno Fernández-Fernández está muy lejos de las expectativas despertadas. Cristina Fernández eligió a Alberto Fernández en la convicción que no ganaba como candidata a presidenta, y si lo lograba no iba a poder gobernar. Alberto Fernández debía negociar con el establishment económico y mediático, con el FMI, y su conocimiento y supuesta influencia en el poder judicial, allanarle a la vicepresidenta las consecuencias de la embestida del partido judicial. Una interpretación supone que la elección a dedo de Alberto Fernández fue equivocada porque nunca dejó de representar al establishment ante Cristina Fernández y no a ésta ante el círculo rojo. Una repetición a más de cincuenta años de distancia de Jorge Paladino, quién de representante de Perón ante Lanusse, pasó en los hechos a ser representante de Lanusse ante Perón. Si se sale de la teoría conspirativa, y más allá de la sucesión de plagas que azotaron a su gobierno, (herencia macrista, pandemia, guerra, sequía infernal, nueva crisis financiera internacional, conflictos internos a granel), fue la personalidad de Alberto Fernández lo que condujo a su gobierno a un laberinto en el que se encuentra encerrado. Su aversión a la administración y resolución de conflictos, la conjugación sostenida del verbo procrastinar como su favorito, su exagerada moderación, su necesidad de evitar enemigos, fueron rasgos indelebles. En ese pozo de limitaciones, moderación y falta de audacia, quedaron reducidos o minimizados algunos hechos muy positivos de su gobierno. El presidente no fue un títere de la vicepresidenta y simultáneamente cedió claramente ante las reiteradas críticas públicas, en general acertadas de su vice. Nunca intentó, ni en su mejor momento que fueron los primeros meses de la pandemia crear una fuerza propia. El loteo de los ministerios convirtió a cada uno de ellos en el escenario de una guerra larvada. Cuando en uno de los hechos más criticables se evaporaron los superávits comerciales de tres años por unos 48.000 millones de dólares (desde diciembre del 2019 a enero del 2023, basado en información del Banco Central, un 45% se destinó a pagar intereses de deuda pública y privada) y el gobierno visualizó el abismo, los Fernández recurrieron a Sergio Massa a pesar de que ninguno de los dos confiaba en él con razonables fundamentos de su currículum. El intendente de Avellaneda y ex ministro del gabinete nacional Jorge Ferraresi lo dijo brutalmente, sin anestesia: “Sergio Massa asumió un día antes de que nos vayamos en helicóptero”
Se negoció extensamente y mal con el FMI, con el cual nunca se pensó ni en revisar la deuda ni en romper. El acuerdo al que se arribó condiciona al extremo el presente y la deuda total es impagable. Entre el 2024 y 2027 se deberán pagar 76 mil millones de dólares y eso es sólo una parte que se continúa en los años posteriores. Un parámetro es la comparación que realizó el periodista Alejandro Bercovich en Diario Bae: “El gobierno de Sri Lanka (ex Ceylán) acaba de tejer un acuerdo con sus acreedores bilaterales para que apoyen un nuevo acuerdo de facilidades extendidas con el FMI, pero con 10 años de gracia y 15 para saldar su deuda con el organismo. La isla en el Océano Índico, con la mitad de la población de Argentina, entró en default y está al borde de otro desde el año pasado. La pandemia y una crisis con su principal cultivo (el té) pusieron a su economía contra las cuerdas. La inflación llegó al 80% en septiembre y hubo saqueos por la disparada de los alimentos. Ante la perspectiva de un ajuste que la hundiría todavía más, el gobierno de Sri Lanka optó por involucrar a los países a los que les debe y consiguió algo inédito: que sean sus garantes ante el FMI.”
La posición de Máximo Kirchner con relación al acuerdo con el FMI lo definió con agudeza el periodista Fernando Rosso en Diarioar del 5 de febrero: “Se desmarcó diez minutos después de la aprobación del pacto para buscar un equilibrio imposible: no apoyar el acuerdo con su voto y no hacer mucho para evitarlo”
Alberto Fernández, ha pasado a ser un presidente formal, pero con el poder de la lapicera, empecinado en ser candidato en octubre, en el momento de mayor deterioro político, tal vez sólo para ser menos pato rengo, aunque algunos cercanos informan de que es su real deseo. Sólo recuerda la vieja imagen del perro del hortelano: no come ni deja comer.
Cristina Fernández ha perdido poder de fuego y sobre ella se registra un malentendido. Es la principal política argentina, un cuadro valioso, con una oratoria brillante, con una formación muy superior al político medio, pero con déficits importantes en la estrategia política y en la selección de colaboradores. Sobre ella hay un doble equivoco: sus seguidores más incondicionales la consideran revolucionaria y el establishment exagera su peligrosidad. Ambos la ven como una especie de Rosa Luxemburgo. Es una política que intenta llevar a cabo una transformación burguesa en el marco capitalista con distribución del ingreso y ampliación de derechos. Y ahí entramos en el nudo de la cuestión colonial de nuestro país: una clase dominante pero no dirigente, sin proyecto ni concepción de país, al que considera sólo un territorio para hacer negocios. La burguesía industrial y de servicios, ven al populismo como un enemigo cuando es el que mejor los representa debiendo ceder a cambio algunos privilegios reales y otros simbólicos. Por eso Perón fue derrocado y proscripto y Cristina Fernández sujeta a campañas mediáticas y persecuciones judiciales que culminaron con un intento de magnicidio que el Partido Judicial apaña reduciéndolo a loquitos sueltos. El poder económico en sus delirios ideológicos alentado por EE.UU, la visualizan como una revolucionaria bolchevique o chavista. Su concepción comercial del país lo llevan a muchos de ellos a ganar en la Argentina, residir en Punta del Este, sus utilidades fugadas o evadidas se encuentran en empresa off-shore radicadas en guaridas fiscales. Y los jóvenes empresarios, más allá de la tecnología que pueden exhibir, imagen de modernidad, como Marcos Galperín o Gustavo Grobocopatel, son una copia de sus antecesores gorilas. Un dato refleja las inversiones de argentinos en otro de los lugares preferidos que es Miami. Según la Asociación de Agentes Inmobiliarios de Estados Unidos, en 2022 los principales compradores de viviendas y residencias en Miami fueron argentinos, superando una suma de mil millones de dólares.
Caída de reservas a un límite inferior a un mes de importaciones, inflación desbordada de tres dígitos, aumento de la pobreza, distribución regresiva del ingreso (51,8% para los trabajadores al finalizar el gobierno de Cristina Fernández al 46,1% al terminar el gobierno de Mauricio Macri. Se recuperó hasta la pandemia a un 48% y ha descendido a menos de un 43% en el gobierno de Alberto Fernández.). Por otro lado, la economía creció en los dos últimos años, la desocupación bajó, y la industria exhibió el mejor enero desde el año 2015. Ello convive con la distorsión de los precios relativos, multiplicación de tipos de cambios, endeudamiento explosivo en pesos, reservas anoréxicas, dificultades extremas para la importación de insumos, precarización laboral, informalidad que supera el 40%, formalizados que ganan por debajo de la línea de pobreza. Y por si fuera poco auditados por el FMI, y sus imposiciones inflacionarias y recesivas. En el horizonte lógicamente, la recesión empieza a ganar terreno. La crisis política del Frente de Todos agudiza la económica y se visualiza una descomposición de todos contra todos, que se asemeja a ir al baño con la puerta abierta. Parecen inconscientes que discuten mientras se incendia la casa. Contra las cuerdas, sin ideas, sin proyectos, sin propuestas de cara al futuro, se arrastra penosamente hacia unas PASO, que incluso pueden malograr la idea de entregar el gobierno al sucesor, en los plazos previstos.
Un solo dato puede exteriorizar el drama social y es el consumo per cápita de carne: en 2010 alcanzaba a los 63 kilos, en el 2015 se redujo a 59 kg, en el 2019 a 50 kg y en el 2022 a 47 kg.
Con este escenario, sólo un milagro y una fragmentación electoral extrema, junto al miedo a las propuestas desenfrenadas de la oposición que provoque una reacción en los cuatro millones de votantes que perdió el oficialismo en las legislativas del 2021, puede alentar en el “Frente de Todos” alguna lejanísima expectativa. La irrupción de Milei ha halconizado a Juntos por el Cambio. Ahí no hay palomas, sólo más o menos halcones, que como los buitres son rapaces. Mauricio Macri maneja el espacio con una habilidad que hasta ahora mantenía oculta. La pandemia fue una especie de indulto para su pésimo gobierno. En los primeros meses posteriores, era una mancha venenosa para muchos de los referentes de su coalición. Lentamente los tropiezos del gobierno y la distancia del 2019, las feroces internas de “Juntos por el Cambio”, y un despliegue inteligente, lo fueron ubicando en el centro del escenario. En el verano, el Country Cumelén, en Villa La Angostura fue su Puerta de Hierro. Y no es una casualidad que ese country nació en 1950, cuando Exequiel Bustillo se enteró de que el gobierno de Juan Domingo Perón había expropiado las tierras de la familia Lynch en la península de Quetrihué, y avizoró que su estancia estaba en peligro.
El actual es el verdadero Macri que tiene el mérito de alinear electoralmente a casi todo el antiperonismo. No necesita maquillarse ideológicamente como en el 2015. El haberse bajado de ser candidato fue presentado por los poderosos medios macristas como “un renunciamiento” Los referentes de su espacio político repartieron loas, pero nadie pidió que continuara en su aspiración de volver por “la revancha” Las encuestas lo ubicaban por debajo de Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta con un porcentaje de adhesión que variaba entre el 8 y 12 %. La situación tiene alguna semejanza, cuando allá por 1971, el general Lanusse le ofreció al Perón que ambos renunciaran a presentarse en las cercanas elecciones. Perón le contestó con su particular manejo de la ironía: “Que el general Lanusse renuncie a su candidatura a la Presidencia en las próximas elecciones, es como si yo renunciara al trono de Inglaterra”
La batalla cultural ha modelado por el momento una sociedad virada hacia muchos de los postulados habituales de la derecha. Sus disputas internas se originan fundamentalmente porque consideran que quien gana la interna es el próximo presidente o presidenta. Es posible que se estén apresurando como apunta el periodista Diego Genoud en Política On Line del 11-03-2023: “En los últimos seis meses, en coincidencia con la crisis más profunda del oficialismo y la disputa abierta en una oposición que se almuerza la cena, la marca Juntos cayó entre 4 o 5 puntos en intención de voto a nivel nacional …el juguete de la alianza antiperonista también está dañado”
Lo que está claro es que cualquiera de los referentes de Juntos por el Cambio que gane, viene dispuesta/o a arrasar con el modelo peronista y con seguidores y beneficiarios. Volver al pre peronismo. Terminar con el falso empate hegemónico de Juan Carlos Portantiero. Vienen ganando ampliamente por puntos y creen que se dan las circunstancias para ir por el nocaut. Piensan usar los primeros días para “ir por todo”. No lo podían hacer en el 2015 porque si bien había desarreglos importantes, aludían a una crisis inexistente que por lo tanto no se percibía. Macri quiere provocar que todo estalle para que anestesie a la sociedad y aplicar la amputación de derechos y reconversión económica. Las mezquinas y canallescas declaraciones del ex presidente de que “El gobierno está utilizando los dólares de los depositantes de los bancos” van en ese sentido. Se intenta repetir lo que hizo la violencia de 1975, como partera de la dictadura establishment-militar o la hiperinflación para aplicar todas las privatizaciones de la convertibilidad. Si eso sucede, el hijo de Franco tuvo razón, aunque en diferido, cuando en el Coloquio de IDEA, en Mar del Plata el 19 de octubre del 2018 se ilusionó: “Cambio cultural, soy yo y es ahora”
Milei expresa con sus desbordes y sus propuestas delirantes la bronca que él canaliza exclusivamente hacia los políticos, solventados por sectores empresariales. En un padrón electoral conformado por más del 40 % por personas entre 16 y 40 años, Milei cosecha básicamente ahí, con pocas mujeres en sus filas. La distancia entre muchos políticos y los problemas reales de sus representados, el hecho que muchos ascienden económicamente, cosa que no sucede con sus votantes, es lo que expresa el acierto publicitario de la casta política. El otro caballito es la expresión libertad en abstracto en la cual se sienten interpretados muchísimos jóvenes que durante la pandemia atribuyeron al gobierno, y no a la enfermedad el haberse privado de fiestas, reuniones y encuentros, durante la cuarentena.
Sucesos como los protagonizados por EDESUR, la bronca generalizada y justificada de los miles y miles de afectados, la absoluta falta de respuestas, incluso las más elementales como la provisión de agua y de generadores por parte del gobierno nacional y de CABA, son indudablemente aportes involuntarios importantes a la prédica de Milei.
EL MEOLLO DE LA DECADENCIA
En la contienda entre dos modelos, la destrucción que provocan los gobiernos de economía primaria exportadora y valorización financiera, no puede ser reparado por los gobiernos populares, por lo que se parte cada vez de niveles más bajos. Nunca desde la vuelta a la democracia hubo un partido que se asuma de derecha como ahora y que a diferencia de toda su trayectoria cimentada en la mentira dice con claridad lo que va a hacer y se muestra decidido a hacerlo, teniendo el terreno abonado por una victoria cultural donde los medios de comunicación y las redes cumplen un papel fundamental.
El Frente de Todos está superado e inmovilizado por la crisis y ahí está el meollo de la cuestión. Y no es cuestión meramente de nombres. Se repiten slogans correspondientes a otra sociedad argentina. La clase obrera ha perdido peso, los sectores de clase media baja odian a los que se encuentran en el mismo escalón social y son ayudados por el Estado, los piqueteros son familias de ex obreros que sobreviven en los bordes del sistema, en donde el piquete reemplaza a la huelga de otras épocas, la economía popular es un sustituto precario de lo que debe ser la economía de un país desarrollado, las villas dejaron de ser un lugar de tránsito para convertirse en poblaciones permanentes. Algo para ejemplificar el relato inadecuado para esta realidad: Cristina Fernández en su discurso en Río Negro habló de once millones cien mil personas con trabajos informales. La oposición habla de cambios entre los que está la reforma laboral que en su concepción es reducir la legislación laboral a la mínima expresión. Desde el campo popular se le dice no a esa reforma, pero no se propone una legislación que haga posible junto a medidas económicas reducir a cifras manejables la informalidad de ciudadanos con derechos menguados y que produce una situación explosiva del sistema jubilatorio. Al que no le alcanza la legislación laboral, poco le dice el no a la reforma laboral. Debe plantearse una desde el campo nacional y popular, esa que brilla por su ausencia. La falta de propuestas que abran el futuro es otro camino que conduce a la derrota. Eso que entre otros factores lo ha llevado a pasar de “volveremos mejores” a pedir con desesperación “la hora referí”. Sin descartar la posibilidad de fracturas en el “Frente de Todos” que vaciaría también su nombre.
Posiblemente la crisis del campo nacional y popular se debe a que el peronismo se encuentra superado y sin respuestas ante la crisis. La profundidad de la misma, la superación de las crisis recurrentes, exige medidas de una profundidad que va desde la recuperación de los recursos naturales al comercio exterior, desde volver a tener la soberanía sobre los puertos al Río Paraná, de recuperar territorios tomados por el narcotráfico a una nueva ley que regule y controle las actividades bancarias y financieras, modernizar y eficientizar el ESTADO, que debe tener un protagonismo fundamental, protección de la industria vinculada a un plazo de modernización, tener y difundir claramente una política de seguridad, entre tanta otras decisiones imprescindibles.
Por supuesto que no consiste meramente en enunciar medidas, sino que para concretarlas hay que tener una relación de fuerzas favorables. Pero si no se tiene políticas que construyan esa relación de fuerzas, el “no se puede” pasa a ser la exteriorización de la impotencia.
Juntos por el Cambio habla de cambios, que está claro es una restauración conservadora, en todas las líneas, no sólo económica sino claramente entre otras áreas en derechos humanos, como quedó exteriorizado en los pésames de Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta a la muerte de Carlos Pedro Blaquier, de la empresa agro-industrial Ledesma, instigador, cómplice militante y beneficiario del golpe establishment-militar.
El Frente de Todos debería proponer también cambios. Exactamente en sentido contrario. Los que abren el futuro.
METAMORFOSIS
Las marchas del 24 de marzo han demostrado que quedan importantes reservas de resistencia en nuestra sociedad y que no será “una fiesta” ir por la quita de derechos.
En 1973, el futuro se presentaba propicio para vivir días inolvidables. En 1983, como bien lo reflejó un slogan publicitario “No era una salida electoral, sino una entrada a la vida”. En el 2023, existe la posibilidad que los que ganen lo hagan prometiendo que van a sacar derechos, que vamos a estar peor, para que en un futuro inabarcable puede ser que lleguemos a estar mejor. Si la religión te promete la vida eterna después que concluya la vida terrena, el neoliberalismo, la derecha que hace años ganó las calles, te promete sacrificios, pérdida de derechos, un falso punto de partida para la meritocracia y una sociedad de emprendedores y de CEOS.
La Metamorfosis es una conocida novela de Kafka. La historia trata sobre Gregorio Samsa, que se transforma repentinamente en un enorme insecto. Pero eso es ficción y esta nota intenta abordar la realidad, intentando comprender la metamorfosis que puede apreciarse en la sociedad argentina de cara a agosto y octubre del 2023. Aunque muchas veces la ficción se adelanta a la realidad o la realidad adopta la trama de una ficción.
Lo que no es ficción, es lo que dijo Salvador Allende en su último discurso, el 11 de septiembre de 1973: “… mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor…La historia es nuestra y la hacen los pueblos.” O lo que hace un tiempo con la sabiduría de viejo sabio dijo Pepe Mujica, con el lenguaje de la política uruguaya: “La gente no olvidará lo que la izquierda le dio y terminará por recordar lo que la derecha le quitó” Y si finalmente ocurre lo que hoy es previsible, ahí está Mario Benedetti, alentando eternamente desde la poesía para no bajar los brazos: “Cantamos porque el grito no es bastante/ y no es bastante el llanto ni la bronca/cantamos porque creemos en la gente/ y porque venceremos la derrota”
*Publicado en La Tecl@ Eñe, Diario Registrado, Portal de Radio R770