Mentirocracia
La mentira ha sido una de las herramientas con las que el PRO construyó su historia política en la Ciudad y en el país. Con la complicidad mediática adecuada la mentira se constituye en una herramienta para manejar a la opinión pública y el humor social. Basta recodar la campaña que llevó a Mauricio Macri a la Casa Rosada y sus promesas de mantener subsidios, no realizar ajustes y no devaluar para tomar dimensión de la facilidad con la que pueden llevar a cabo una práctica a todas luces reprochable.
No se trata de construir un relato ni ornamentar con épica la política cotidiana y mucho menos de exponer una verdad relativa, se trata lisa y llanamente de mentir. El PRO ha hecho de ese recurso, avalado por la impunidad mediática que le otorga la representación de intereses corporativos y foráneos, un arma fundamental para su construcción política. El partido de gobierno recurre a la mentira tanto para justificar sus acciones como para para intentar morigerar la visibilidad de los síntomas de un país que parece desbarrancar hacía una crisis con pronóstico reservado.
Luego de seis meses de gobierno nadie puede negar que Mauricio Macri llegó al poder, entre otras cosas, porque le mintió a su electorado. Las burdas mentiras sobre los subsidios y devaluación son tan sólo comparables con las dichas luego de conocerse que el nombre del Presidente argentino figuraba en los “Panamá Papers”.
A partir de allí los distintos funcionarios del gobierno y sus legisladores desparramaron en los medios una catarata de mentiras que se fueron contradiciendo entre si hasta el anuncio por parte del propio Presidente de la repatriación desde Bahamas de 18 millones de pesos que surgieron en su declaración jurada de un año a otro.
Desde la publicación de los Panamá Papers el discurso oficial fue variando de modo grotesco. En primer lugar negaron que el Presidente tuviera una cuenta offshore. A los pocos días admitieron la existencia de esa cuenta pero juraron que no había tenido movimiento. Luego, al trascender que si había tenido movimiento, se sostuvo que no había generado dividendos para el Presidente.
Mientras el PRO trataba de sacar al Presidente del barro de la evasión fiscal y el lavado de activos, la declaración jurada de Macri toma estado público y muestra un crecimiento patrimonial difícil de explicar. La cereza del postre llega con el anuncio de un blanqueo de capitales y promesa del Presidente de repatriar el “ahorro” preservado en un paraíso fiscal. Claro que la promesa de la repatriación de divisas da por tierra con la anunciada creación, por parte del Presidente, de un fideicomiso ciego para que administre su fortuna.
El PRO no sólo miente como mecanismo de defensa personal, sino que también miente para justificar sus acciones de gobierno. Por ejemplo, para justificar los despidos masivos en el Estado el PRO, junto a los medios de comunicación oficialistas, montó una prolija campaña para convertir a todo trabajador estatal en ñoqui hasta que demuestre lo contrario. La falsedad del argumento quedó expuesta con las historias en primera persona contadas por miles de trabajadores.
El gobierno conducido por Mauricio Macri no dudó en volver a utilizar esta poderosa herramienta para justificar la celeridad y los términos del acuerdo con los Fondos Buitres. En este caso los argumentos falaces fueron que saldar la controversia traería consigo una inmediata lluvia de dólares, préstamos de organismos internacionales a tasas bajas y la reinserción de Argentina en el mundo. Lo cierto es que los dólares no llueven, la reinserción no avanza con velocidad y los préstamos siguen teniendo tasas que rondan el 8% anual.
La impunidad mediática es sin duda lo que permite que el PRO recurra al engaño de manera constante. La política del partido de gobierno con la educación pública es un buen ejemplo para comprobarlo. Luego de gestionar ocho años la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri en su campaña presidencial prometió mejorar la educación pública. Incluso luego de asumir volvió a referirse al tema. Lo extraño es que en sus ocho años de gestión en la CABA la educación pública de gestión estatal estuvo lejos de mejorar y sin embargo, tanto como candidato como Presidente, Macri pueda construir un mensaje positivo y esperanzador respecto del tema.
La crisis educativa en la Ciudad de Buenos Aires es notoria pero no es pública. El gobierno porteño adeuda alquileres de edificios donde funcionan establecimientos educativos desde el año 2013. En nueve años de gestión al frente de la Ciudad el PRO no ha podido garantizar las vacantes para todos los que quieren acceder a la educación pública y gratuita y tampoco ha mejorado en general el nivel de los docentes. La inversión en infraestructura sigue siendo una deuda así como la dignidad alimentaria en los comedores escolares.
La impunidad mediática puede llevar al gobierno a anunciar que le pagará a las sentencias a los jubilados tal cual dijo la Corte Suprema de Justicia cuando en realidad pagará sólo aquellas sentencias firmes y lo hará un 50% ahora y el otro 50% en tres años. También le gobierno dirá que el beneficio es para todos los jubilados, cuando en realidad es para una porción mínima y que le ofrecerán un acuerdo que está un 55% por ciento por debajo del recalculo que ya ha hecho la justicia.
Esa impunidad lleva al gobierno a anunciar una tarifa social a la que es imposible acceder, y mostrar como una medida a favor del pueblo que los aumentos de tarifas tengan un tope del 500%.
Por ahora la mentira y el blindaje mediático parecen redundar en resultados positivos para un gobierno que sin tomar medidas populares aun goza de cierta imagen positiva entre electorado. Pero como dijo Abraham Lincoln: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.