Los golpes de Tito
LA MARCHA DE LOS SILENCIOS
El jueves pasado Tito Cossa estuvo en 678, invitado por haber sido uno de los redactores de un documento que rechazaba la marcha del silencio. Pero más allá de la importancia de ese escrito que fue firmado por miles de personas, Tito Cossa nos dejó un aporte contundente, por su sencillez, por su emotividad, por su certeza, y porque recupera un sentido común que perdemos todos los días frente a la imparable maquinaria de lavar cabezas.
No le pedí permiso a nadie para desgrabar este párrafo de Tito Cossa porque creo que con permiso o sin permiso es un aporte imprescindible para recordar nuestra historia.
“Algo que yo digo a esa mayoría silenciosa: en el ‘30 hubo un gobierno que avanzaba, que había avanzado en contra de las corporaciones de esa época. Había hecho ya un gobierno popular, lo voltearon. Mucha gente como en esta marcha salió a festejar, a festejar… No vino Lisandro de la Torre, vino la Década Infame.
A Perón, que también queríamos que se fuera, que bueno, se acabó… muchos peronistas tibios decían ´esto no da para más, bombardearon la Plaza de Mayo´.
Voltean a Perón y no viene Alfredo Palacios. Viene esa terrible dictadura de la Libertadora.
Porque yo creo que hay cuatro presidentes del siglo pasado -los cuatro están muertos- que podrían salir a la cale y ser muy respetados: Irigoyen, Perón, Illia y Alfonsín. Los otros: ninguno. Pero bueno: lo voltean a Perón y después de 18 años tienen que ir a buscarlo a ver si arreglaba todo.
A Illia que era un presidente que intentó enfrentar a las corporaciones, que no mandó tropas a Santo Domingo, (para apoyar una intervención militar de EEUU) lo voltearon fácilmente. Pero tampoco vino la izquierda, vino Onganía.
A Alfonsín lo empujaron, lo empujaron, lo echaron y se admitió. Salvo una minoría militante, no hubo una presión popular. Esta gente al contrario: estaba contenta con que lo echaran. Pero no vino Leopoldo Moreau. Vino Menem.
Entonces éste es el problema a octubre. Cuidado: se lo digo a la mayoría silenciosa. Cuidado con echar a Cristina, al proyecto de Cristina, porque lo que va a venir es mucho peor. Después va a venir el arrepentimiento, no podemos seguir. Ya estamos muy adultos como para seguir repitiendo experiencias como estas. Penosas.”
Es extraordinario que nos asombre este rápido recorrido por los golpes de estado en nuestro país y cuáles fueron los gobiernos que les siguieron. Deberíamos saberlo de memoria. Porque esta avanzada desestabilizadora, el proyecto de los golpistas, no termina con la salida de este gobierno. En el caso de que lograran sacar a Cristina no será para que después venga la presidencia de un Randazzo, un Rossi o un Urribarri. El paquete se cierra con un gobierno capaz de poner marcha atrás con las conquistas de estos años, que como explica Tito Cossa son el motivo de estos intentos desestabilizadores.
EL PAÍS QUE DUELE
Por estos días circulan en internet algunas reflexiones más peligrosas que las brutales declaraciones de los golpistas sin disimulo. Una de ellas habla de “el país que duele” y asegura que duele porque estamos separados, con bronca irreconciliable, fanatizados en dos bandos irracionales que se destruyen. El sentimentalismo y la racionalidad están presentados en estos escritos que con un tono moderado que invita a sumarse a la buena causa de la unión de todos los corazones argentinos. Y es difícil de criticar estas letanías sensibleras que apelan a lo más básico de nuestra enseñanza preescolar: que hay que ser bueno, que no hay que pelearse, que hay que hacerse amigo. Y claro, que en estos panfletos del buen ciudadano que no quiere estar “ni de un lado ni del otro” abundan, sobreabundan las falsedades de todo tipo. Por empezar asegurando que en el país hay dos bandos de fanáticos que le arruinan el paisaje a esos racionales que no quieren pelearse. Creo que esta es la falacia que debemos desarmar antes que nada. Porque son estos negadores de la política, los negadores de los intereses de las mayorías y las minorías, los primeros en convencerse de que los que estamos de parte de las mayorías somos los causantes de tanta discordia. Este ciudadano que asegura que el país le duele en realidad lo que le duele es pensar con honestidad, y lo que más le duele es tomar partido por los más débiles, por los otros, por el prójimo (diría en su idioma). Este portador de la mesura liberal quiere que lo dejen hacer su vida tranquilo, y que si en la sociedad hay conflictos deben resolverse en las oficinas, de manera secreta y silenciosa como antes. Sin discusiones públicas y sin tensiones sociales. Este ciudadano que dice que el país le duele no quiere hacerse cargo de nada. Y ansía los tiempos en que el país parecía estar en equilibrio. Cuando el poder oculto y el poder público gobernaban juntos para favorecer al poder oculto. Cuando los pocos que se quejaban en la calle eran corridos a palazos por la policía para que dejaran circular los autos de la gente que no quiere conflictos con nadie. Los autos de esos que dicen que el país les duele, pero que no les duele ninguna injusticia cuando no les toca. Esos que dicen que el país les duele porque no se sienten parte del país. Porque si se sintieran parte de esta sociedad, en lugar de dolor les darían ganas de hacer algo por quien más lo necesita. O algo verdadero para cuidar la democracia que nunca duele.