Lo que no queremos volver a ver
"Los cuatro mandamientos del periodismo libre son: lucidez, rebeldía, ironía y obstinación”
Albert Camus, Premio Nobel de Literatura
El juego al golpismo con la hostilidad de los medios, y tanta publicidad negativa en las redes sociales unidas el 18-F al odio de una oposición conservadora que carece de propuestas, fracasaron. También la cruel ofensiva destituyente en este país polarizado, usando al fiscal Nisman de ariete para quebrar el orden constitucional. Los grandes intereses y la injerencia externa están al acecho, son agentes desestabilizadores.
EE.UU teme que el modelo de Latinoamérica se exporte a “su” Europa (Grecia, España, etc.). Por eso complota contra Cristina, Dilma y otros.
Opositores insisten en volver a la centralidad del mercado y retomar el neoliberalismo y la crisis, o insinúan que expropiarán generosos logros de un Estado de Bienestar envidiado por medio mundo e imitado en la región, donde todavía posee los mejores índices de todo el continente.
Cada vez que la derecha gobernó, endeudó al país. Ahora cuestiona la distribución de la renta y sugiere abolir las políticas sociales, forzar un retroceso de enormes proporciones, separarse de América Latina. ¿Por qué? Porque de las 200 corporaciones que más venden en esta Argentina, el 70 % es propiedad de empresas extranjeras y dueña del 50 % de cuanto se exporta. A ellas les conviene una gran devaluación.
No queremos ver el regreso al poder de la oligarquía, como dice en su libro Thomas Piketty. Puede ocurrir en los próximos 15 años, y sucede hoy en varios países dominados por las minorías ricas y los herederos. Sin embargo, aquí los sectores privilegiados van a la defensiva desde hace 12 años, y no saben responder en los medios que los invisibilizan QUÉ piensan hacer y CÓMO si arriban al poder en octubre por el voto.
En octubre confrontarán dos modelos: uno “populista”, basado en oír y plasmar las expectativas populares, y otro salvaje, regresando al ayer.
Porque muchas personas educadas odian la democracia, creen tener más derechos que los de abajo, y votan a oligarcas millonarios como es el caso de Piñera o varios de nuestro país. Votan a favor de la elite.
¿Quién eligió al FMI y al Banco Mundial, que gobernaron décadas en esta nación? ¿O a corporaciones que llevaban decretos redactados al presidente de turno, para que los firmara? ¿El votante distraído, ése al que le da lo mismo que el 1 % posea más renta que el 99% restante? No entiende que la crisis del 2001 la combatió Kirchner (cuando nadie de adentro o afuera se atrevía a invertir), incrementando audazmente el consumo. Sin otro debate de ideas, volverá a destruirse el empleo.
Sobre todo en la clase media, que caerá al abismo. Europa es espejo del neoliberalismo. La clase media se amplió en Latinoamérica, pero no es una clase en sí, como la obrera. A la media la integran personas de opuestas profesiones y hábitos, que subsisten unidas bajo un techo de consumo, pero no piensan ni sienten igual. Si como hoy en Europa, no se adaptan a un potencial gobierno de derecha –con su pérdida de empleos, baja de jubilaciones, anulación de la gratuidad de la atención en salud y aumento de los impuestos- les será arduo poder sobrevivir.
Porque el nuevo capitalismo aspira a reducir la población. Continúa su tarea previa, definida por Noam Chomsky en su conferencia de 2015 en Buenos Aires. Informó que tras la reunión en Chapultepec, México, de 1945, el Departamento de Estado de su país ordenó “organizar el mundo para satisfacer las necesidades de los sectores dominantes de EE.UU, es decir, de los sectores corporativos”, mientras en México se establecieron “las reglas de juego en América Latina”, promoviendo “la eliminación del nacionalismo económico, con la excepción de EE.UU”.
Ellos sí. Por eso, crecer con inclusión creó conflictos en los gobiernos de Perón, al fundar un nacionalismo argentino y popular. Democratizó el ocio e hizo crecer el turismo interno, algo que muchos desconocen y ahora retornó, aumentando la capacidad hotelera y dando estímulos a las clases obrera y media, para vacacionar. Si bien la mayoría viajaba en tren, Aerolíneas Argentinas fue declarada en 1951 la segunda más segura del mundo. Nacieron el turismo social y los hoteles sindicales.
El cambio fue brutal: los 380 mil veraneantes en Mar del Plata en 1930 pasaron a 1.400.000 en 1955, año de la caída del peronismo. Luego quemaron, por tener el logo “Fundación Eva Perón” (podrían haberlo cubierto) frazadas, sábanas, cortinas, etc. Y rompieron máquinas de coser, más la vajilla de hoteles sindicales. Que después otro dictador, Onganía, intentó privatizar en 1966, desde Corrientes hasta La Rioja. Quien escribe conoció en 1972 el gran hotel Termas de Reyes (Jujuy, con aguas termales) que nacionalizó Eva Perón. Hoy está privatizado.
Vino la caída de otros presidentes que buscaban seguir este camino. Como Allende en Chile, Velazco Alvarado en Perú, Juan J. Torres en Bolivia, Torrijos en Panamá. Tenaz, EE.UU no ha variado su política: defiende y exporta sus productos, pero le pone frenos a la entrada en su país de productos extranjeros. Para ello, cuenta con la complicidad del TTIP, el tratado de libre comercio entre la Unión Europea y EE.UU. Esa unión transatlántica sella el ascenso a un poder ya ilimitado de las multinacionales, y deja fuera a los países periféricos de todo el mundo.
Tras un siglo de dominación imperialista (primero inglesa y después de EE.UU), hace 40 años la consigna aceptada en el país era “Liberación o dependencia”. Si alguien hubiera dicho que amaba a la CIA (Carrió), o que para elegir a un policía preguntaba a la CIA (Macri), o se supiera que iba a su Embajada a consultar qué hacer (como Massa y Nisman, según los cables de WikiLeaks), habría sido un “muerto político”. Hoy los admiran, votan, y a Nisman lo creen un héroe. En cualquier rubro, la cultura norteamericana impregna todo el consumo y ha desplazado a cualquier atisbo “nacional y popular”. ¿Es globalización o sumisión?
Resultado del voto aséptico, miedoso, de quien no es jamás solidario y se somete al poder corporativo, que no tolera el cambio ni la inclusión. Busca desterrarla. Con el voto o por las malas: golpe estilo Venezuela. ¿Es real como amenaza el país de Chávez? No invadió a ningún otro. Pero EE.UU realizó 58 intervenciones militares y 28 golpes de Estado.
Al viejo peronismo lo agotó Menem con sus privatizaciones. Kirchner, lo revitalizó superando la crisis terminal, y Cristina lo amplió. El “relato” lo hace la oposición, al hablar de unión y concordia. Eso no es política sino cháchara: intentan atar a los ingenuos al no-conflicto entre clases. Los reaccionarios son reiterativos: piden, con palabras viejas, “orden”. El del medio no capta que su enemigo no es el “negro de mierda” ni el de afuera, sino el de arriba, como señala Thomas Piketty. Despiértese.
Los decadentes radicales se coaligaron con la extrema derecha. Pero no es nuevo. Siempre fueron antiperonistas. Es falaz que Yrigoyen era un demócrata: reprimió, mató a obreros en la Patagonia y en la fábrica Vasena. Balbín le abrió la puerta a la dictadura al decir que carecía de respuestas dentro de la democracia. Y Alfonsín nos llevó a la ruina con el Plan Austral y el Plan Primavera. Idealizan a quien dejó la lucha y el poder en manos de Menem y los carapintadas. Utilicemos la memoria: fingen ser progresistas y votaron en contra de la nacionalización de las AFJP, YPF y Aerolíneas. Y contra la Ley de Medios. ¿Hace falta más? Quizá saben que los medios de España tienen como socia a la Banca.
Aún, el país pertenece a todos por igual. Decirlo enoja no a pocos sino a muchos, que monopolizan los poderes fácticos de la Argentina. Más que nada a quienes aspiran el olor de una corrupción en los actos del kirchnerismo que tocan su bolsillo, pero nunca en los propios. En lugar de militar para quien vale la pena (el pueblo, o “la gente”) demasiados anhelan ser el presidente. Pero los referentes morales se perdieron en las nubes, no se sabe quién es sincero. El cinismo prima en cualquiera de las clases sociales, lo llevan en los huesos. No existe la vergüenza.
¿Alguien puede creer que se gobierna para todos con el voto del 35% más rico de la población, dejando afuera al 65%, que es hoy mayoría? Si vencen, tornará a secuestrarse la soberanía popular, sin Derechos Humanos: devaluación (propuso Guillermo O´ Donnell) y mayor deuda. Ni un solo periodista repreguntó. Devaluar implica que los formadores de precios los subirían y caería a pique el poder de compra del salario. La inflación (ya alta) pasaría a ser hiperinflación. ¿Y levantar el cepo? Sólo podría hacerse endeudándose, como Cavallo. Terminaría en otro 2001. ¿Decretarán la tercerización de escuelas y hospitales públicos?
Ciertos políticos arrojan como mierda estas negras predicciones. ¿En qué nos hemos convertido? ¿No hay alguna culpa en nosotros, que lo permitimos? Todos deberíamos sentirla. Y más, quienes votan riendo, a estos personajes. La cara oscura de la desigualdad y el banal ajuste que proponen, sumirá en la miseria a millones. Sin piedad. Si vencen.
Antes que nada, tengamos en cuenta que al Estado, desde hace ya 30 años, parte de las generaciones (viejas y jóvenes, con el cerebro lleno de falacias) lo creen el mayor enemigo del progreso, y muy ineficiente. Sin mérito alguno: debe ser anulado por ser el adversario del mercado, que representa para la población un signo de confianza y de consumo.
En realidad, el Estado es el único testigo de un gobierno garantizador de la emancipación y la igualdad para un pueblo. Sin él, se derrumban las ilusiones de inclusión social, educación pública y salud para todos. Sin él, surgen nuevos ajustes, el desempleo y la complicidad del Poder Judicial, socio callado de las corporaciones financieras, agropecuarias y de medios unidas a industrias, que deberían preservar a ese Estado.
Pues sus políticas concretan, para la mayoría, mejoras redistributivas, dado que el mercado es el campo de conflicto por la renta, no un reino de justicia y eficiencia. Un proyecto progresista, necesita consolidarse con políticas similares. ¿Cuáles? Las de casi largo plazo, que tal vez no están lejos si se aplica un Plan Quinquenal, para recuperar no sólo los trenes, sino salir de la meseta actual y volver a crecer por encima del 3 %. ¿Cómo? Con ingresos de capitales chinos y del inversor real. Atención: crecer mucho como Perú (que no distribuye) tampoco sirve.
Quizá sea útil financiar menos a regímenes como el automotor; no son virtuosos y detestan este modelo. Y planificar las exportaciones por el Estado, de la soja y los otros granos. Habrá ventajas competitivas, hoy ausentes. De lo contrario, retornará la ortodoxia criticada por Premios Nobel (Sitiglitz y Krugman), harán la devaluación que preanuncian los futuros ministros de economía opositores, y habrá un Estado Mínimo, renovados ajustes y endeudamientos financieros. Lo pagará “la gente”.
Otro buen motor para evitar un nuevo desmoronamiento del país, es la resistencia a lockout patronales, o a exigencias de menos impuestos y quita de retenciones. Con táctica, la Presidenta dio ayuda segmentada a los pequeños productores agrarios. Avanza. No puede ser acusada de enemiga, planteó lo mismo en 2007. A quienes se hacen los tontos y exigen ese beneficio “para todos”, vale informarles que el 2 % de los dueños de los campos, produce el 50 % de los granos de todo el país. ¿Existe una mejor definición de lo que significa la palabra monopolio?
Nadie que aspire a retroceder desde el Estado o sólo a mantener lo ya logrado, podrá gobernar. Deberá avanzar, con nuevas herramientas y proyectos, para CONSTRUIR una mayor inclusión social, en base a la igualdad. Discutir su futura política con quienes monopolizan partidos y votos desde hace 30 años, es ineludible. La transversalidad que inició Perón y aumentaron Kirchner y Cristina ha dado resultado. La juventud lo verifica. Ganó el modelo que antepuso la construcción a la inacción, contra la impunidad y la conducta feudal de los sectores concentrados.
Se avizora para el mañana que el trabajo surgirá de sistemas digitales. Será un mundo distinto, apto para los más jóvenes. Dejará afuera a los mayores. Para equilibrar eso, el aporte del Estado fuerte será esencial.
Hay un solo modo –ganar- de continuar con un régimen redistributivo y soberano, que enfrente las políticas de austeridad que llevan al pueblo a la precariedad social y anulan la democracia. Salir de aquel histórico neocolonialismo que algunos aman, y distribuir las riquezas de manera justa y equitativa con su centro en “la felicidad del pueblo”, el concepto matriz del ideario de Perón. Esas utopías se volvieron a concretar con el kirchnerismo y su férrea acción. Debe eludirse, con el voto, que tras años de igualdad social, recolonicen a la Argentina con otra oligarquía.
La cita sobre el periodismo que abre esta nota, viene a cuento porque la juventud abrió los ojos hace al menos cinco años. Cuando en un film sobre dos jóvenes, “Antes del amanecer” (Richard Linklater, 1995) ella pregunta qué le molesta más, él responde: “Que los medios busquen moldearnos la mente”. Una respuesta digna de la justa Ley de Medios. Que no debe repartir licencias entre grupos empresariales sino crear la forma de mejorar la calidad de la información. Hoy es sólo un negocio.
Lo prueba que todavía el gobierno (para la opositora Poliarquía) tiene tras 12 años una inusual imagen favorable del 45 %; pero hay un 45 % en contra. Revela que a estos últimos, lograron moldearles la mente.
No miremos más desde lo alto, unámonos a los vulnerables. Abramos los ojos a las mayorías. Otros seguirán igual: vivos, y los ojos muertos.