En el marco de los despidos que se están produciendo, la ley en debate intenta ponerle un freno. De todas formas hay otra lectura que corre en paralelo. Este proyecto es más trascendente de lo que su contenido expresa, sin dejar de reconocer, insisto, la loable intención de proteger las fuentes laborales. Debe entenderse que este proyecto es el mensaje que, sin dudas, la mayoría de la sociedad le envía al gobierno, manifestándole la necesidad de correcciones al rumbo económico por parte de unos, y la fuerte disconformidad por parte de otros. En este sentido el contenido de la norma pasa a un segundo plano, para convertirse el tiempo en el insumo más importante en la coyuntura que estamos viviendo. Hoy lo trascendente es que luego de la enorme movilización convocada por el movimiento obrero representado por sus distintas organizaciones, la Cámara de Diputados le de sanción definitiva, sin las dilaciones que una modificación a la aprobación venida del Senado implicaría, como consecuencia de la necesidad de cumplir con los pasos constitucionales previstos para la formación de nuestras leyes. 

Hay momentos en que no queda espacio para transitar un camino intermedio. El tiempo que esta  transcurriendo es uno de ellos. Los argentinos necesitamos enviarle al gobierno un mensaje claro. Quizás no sea este el proyecto más adecuado, pero la realidad (es la única verdad) no nos deja otra alternativa. 
No es indiferente la preocupación que provoca el proyecto en distintos sectores empresarios. Hasta pueden compartirse algunos de sus argumentos. Pero debe comprenderse que ahora, no mañana, este proyecto como mensaje de síntesis entre sociedad movilizada, movimiento obrero unido y oposición parlamentaria, puede hacer reflexionar al gobierno. Si esto no sucede, en pocos meses estaremos hablando de una caída económica tan fenomenal de la que nadie, salvo algunos pocos y muy poderosos, quedarán exento. 

Aunque pueda resultar paradójico, lo más importante de la ley de despido no está en su contenido, sino en su mensaje.