Corrían los años sesenta. Un clima de cambios sociales y políticos recorría el mundo.

La vida cotidiana se transformaba con la revolución sexual, el feminismo y los comienzos del ecologismo. Los Beatles hacían bailar a los jóvenes y la minifalda conmovía la moda y a las miradas masculinas. Los países coloniales y semicoloniales luchaban por romper cadenas atávicas. La minoría negra buscaba un lugar en la sociedad norteamericana con Martín Luther King. Argelia se independizaba, la gesta cubana con Fidel y el Che sacudía al poder y aproximaban la esperanza al Tercer Mundo. Kruschev había iniciado una tenue liberalización en el bloque soviético stalinista; y Kennedy, con un lenguaje aggiornado, intentaba infructuosamente cambiarle el rostro deforme al imperialismo norteamericano. Juan XXIII y Paulo VI adelantaban el reloj de la Iglesia. Las tensiones de la guerra fría pusieron al mundo al borde del abismo en octubre de 1962. Vietnam demostraba que el débil podía oponerse al poderoso y más tarde se comprobaría que también podía derrotarlo. En enero de 1968  florecía la primavera checa y un par de meses más tarde nacía la CGT de los argentinos 

                                                        Papá, cuéntame otra vez, ese cuento tan bonito

                                                        de gendarmes y fascistas y estudiantes con

                                                        flequillo. Y dulce guerrilla urbana en pantalones

                                                        de campana y canciones de los Rolling

                                                        y niñas en minifalda”    

El 22 de marzo de 1968, al comenzar la primavera europea, 142 estudiantes de la Facultad de Nanterre ocuparon las oficinas administrativas de la Facultad de Humanidades para reclamar por la liberación de uno de ellos, detenido al peticionar por las penurias de la superpoblación en las aulas y los bajos salarios de los profesores jóvenes llamados asistentes. También protestaban contra la separación de los sexos en las habitaciones de las residencias de estudiantes.

La represión dio lugar a nuevas ocupaciones, a una generalización de las protestas. El 10 de mayo fue la noche de las barricadas. El 13 de mayo, las grandes centrales sindicales decidieron por primera vez en la historia, llamar a una huelga general en solidaridad con los estudiantes y en contra de la brutalidad policial. La explosiva alianza obrero-estudiantil-intelectual llevó a la toma de la fábrica Renault, de los ferrocarriles y de los subterráneos. Un millón de personas gritaban: “Diez años es suficiente”, en referencia Charles de Gaulle.

Francia paralizada. Diez millones de trabajadores en huelga. Las calles de París en poder de los manifestantes. Un graffiti sintetizaba la situación: “La barricada cierra la calle pero abre el camino”. Todo ello en un clima de libertad notable y tal vez inigualada, las paredes fueron un estímulo para la creación y el ingenio. Algunos de los que hicieron historia: “Prohibido prohibir”; “La imaginación al poder”; “Debajo de los adoquines está la playa”; “Nuestra esperanza solo puede venir de los sin esperanzas” “El derecho a vivir no se mendiga, se toma”; “La Política pasa en las calles”; “No habrá nunca demasiados sepultureros para el capitalismo”; “La acción no debe ser una reacción, sino una creación”; “Si tienes el corazón a la izquierda, no tengas la billetera a la derecha”;  “La economía está herida, que reviente”; “Sean realistas, pidan lo imposible”; “Corre, corre, camarada, que el viejo mundo está detrá tuyo”  “Desabróchense el cerebro tan a menudo como la bragueta”; “No cambiemos de empleadores, cambiemos el empleo de la vida”; “Un policía duerme en cada uno de nosotros, es necesario matarlo”; “Las paredes tienen orejas, sus orejas tienen paredes”; “No hay pensamiento revolucionario. Hay actos revolucionarios”; “Abramos las puertas de los manicomios, de las prisiones y otras facultades”; “Queremos tener el placer de vivir y no la desgracia de vivir”; “Un pensamiento que se estanca es un pensamiento que se pudre”; “El deber de todo revolucionario es hacer la revolución”

El viernes 24 de mayo habían transcurrido once días de paro. Cincuenta mil parisinos levantan barricadas y arrojan bombas molotov. De Gaulle en un refugio ignoto, sin capacidad de reacción. La revuelta del Barrio Latino cubre todo París. El estudiantado toma la Bolsa de Comercio.  

El ensayista e historiador Michel Foucault afirmó años más tarde: “Lo que estaba por suceder no tenía su propio vocabulario”. El Partido Comunista describía los hechos como un golpe de estado de derecha.

El filósofo André Gorz caracterizaba lo que pasaba como “una rebelión primitiva antes que de creación revolucionaria”. El escritor y político Edgar Morín sostenía: “El nuevo Mesías es el proletariado tercermundista”. El filósofo Herbert Marcuse levantado como inspirador de la rebelión estudiantil, escribía: “No hay nada menos burgués que el movimiento estudiantil, ni más burgués que el obrero de EE.UU”. En cambio Jean Paul Sartre afirmaba: “Se puso en evidencia que no es el saber quien reformará el saber, sino la acción. No hay historia de las ideas por si solas”.  

Los acuerdos de Grenelle calmaron a los sindicalistas. Se estableció la reducción de la jornada laboral y de la edad de la jubilación. La sociedad sintió el cansancio de la lucha y la necesidad de volver a un cierto orden. El historiador Sergio Wischñevsky escribió: “De Gaulle sabe manejarse en la adversidad, los gaullistas convocan para el 30 de mayo una manifestación “En defensa de la República”, en los Campos Elíseos a las que acuden más de trescientas mil personas mostrando su apoyo al presidente. Esa noche anuncia por cadena nacional que no renunciará y convoca a elecciones anticipadas”.

El héroe francés de la segunda guerra mundial arrasó en las elecciones, pero un año después terminaría su carrera política. La luz del Mayo Francés se fue apagando.

El establishment recuperó su espacio y las calles. Un graffiti anticipaba irónicamente la situación descripta. “Le rompo las pelotas a la sociedad pero ella bien que me lo devuelve”.

En abril había sido asesinado Martín Luther King. En agosto los tanques rusos entraban en Praga. En octubre, en Méjico, la sublevación estudiantil era masacrada en la Plaza de las Tres Culturas. En noviembre triunfaba Nixon en EE.UU.

                                                       “Papá, cuéntame otra vez que tras tanta barricada

                                                         Y tras tanto puño en alto y tanta sangre derramada

                                                         al final de la partida no pudisteis hacer nada

                                                         y bajo los adoquines no había arena de playa”                                                               

La primavera francesa dejó su marca fundamentalmente en la vida cotidiana. Hizo evidente el poder de la calle. Se pudo constatar cuánto podía hacerse y al mismo tiempo el carácter no lineal de la historia. Marcó un hito en el avance y al mismo tiempo, dialécticamente, señaló la dureza del retroceso. Jean Paul Sartre definió esos días imborrables como “la expansión del campo de lo posible”. La utopía como forma de desplazar la frontera. Entonces parecía imposible el deleznable posibilismo de los ochenta y los noventa. En esas dos décadas se modificó dramáticamente el peso de los sectores sociales que se unieron en las calles de París, en la Sorbona y Nanterre.

Hacia fines de ese año los tanques de la burocracia soviética aplastaba la primavera checa. Años más tarde el neoliberalismo cubriría el planeta e implosionaría el socialismo real.

                                                  “Fue muy dura la derrota, todo lo que se soñaba

                                                    se pudrió en los rincones, se cubrió de telarañas

                                                     y ya nadie canta Al Vent, ya no hay locos,                                                                                                         

                                                     ya no hay parias, pero tiene que llover, 

                                                     aún sigue sucia la plaza”                         

Los versos de Daniel Serrano que acompañan esta nota y que canta muy bien su hermano Ismael, expresan la admiración y desencanto de los hijos de aquellos contemporáneos del Mayo Francés.

Uno de los líderes de aquellos días, Daniel Cohn- Bendit “El Rojo”, hoy ecologista e integrante del Parlamento europeo como presidente del grupo de los Verdes, publicó un libro sugestivo: “Olvídense del 68”, coincidiendo con el ex presidente francés Nicolás Sarkozy que demonizó estos hechos en su campaña electoral donde sentenció: “Basta de derechos, de desplantes, de crítica a los poderes. Volvamos férreamente a la moral, apostemos al fin del relativismo  cultural e intelectual, que introdujo la idea de que el delincuente merece más consideración que la víctima, todo eso nos legó el 68”. André Gorz que fue codirector de Tiempos Modernos y  se suicidó con su compañera, en una conmovedora historia de amor, escribió que “...el 68 implicó la crisis de la autoridad paterna, el carácter caduco de los valores de experiencia adquiridos por la edad.” El sociólogo Nicolás Casullo reflexionó hace más de una década que el mayo francés, “...hizo aparecer una juventud como “generación” dando cuenta que el mercado capitalista ya lo planteaba, la amasaba, pero en sentido abstracto…. Se puede rescatar de ese tiempo lo que hoy está en buena parte ausente, un mundo mucho más comunitario, fraterno, interesado en la suerte del planeta y del país, menos individualista, con un sentido común de las capas medias urbanas mucho menos imbécil y patologizado que el actual…..Hoy el mundo, en muchos sentidos, es hijo de aquel 68 parisino…  y a la vez, el sentido común de nuestra época despolitizada, antipolítico, tan cautiva de la cultura de derecha que domina casi todos los ámbitos, es un sitio en las antípodas de aquel mensaje de hace cuatro décadas… Rediscutir cosas del 68 en esta perspectiva, de anudarlo a lo actual como pensamiento crítico, puede ser muy interesante”.

Daniel Cohn Bendit afirma en la Revista XXIII del 15-05-2008: “El 68 fue la revuelta de los jóvenes contra el mundo creado por sus padres después de la Segunda Guerra Mundial: rígido y conservador…..El 68 cambió el mundo pero ahora hay que enfrentarse al mundo actual y no volver la vista siempre atrás……el 68 puso en marcha una formidable e irreversible revolución de la sociedad francesa……La prueba es que el Presidente de la República es un hombre divorciado dos veces, algo imposible hace cuarenta años…..La gente quería apropiarse de su vida, por lo que se apropiaba de una calle, de una fábrica, pero no del poder. La policía había levantado la protección de los ministerios, pero nadie quería tomarlos ¡no interesaban!....Los derechos de la mujer, la aceptación de la homosexualidad y la autonomía de los hijos, son tal vez algunas de las consecuencias más importantes del Mayo Francés…… El 68 terminó enterrado bajo los adoquines, aun cuando esos adoquines hayan hecho historia y desatado un cambio radical en nuestras sociedades Esas rebeliones de los años 60 en Europa liberaron a las sociedades, pero fracasaron políticamente ya que no tuvieron éxito nuestras concepciones políticas, como el socialismo y la autogestión”

El filósofo y escritor Joseph Ramonea sostiene: “Ni en Berkeley, ni en Tokio, ni en Roma, ni en Berlín, ni en París, ni en Varsovia, ni en Méjico, por citar los principales escenarios de aquella movida, estuvo en juego el poder político ni su ocupación entraba realmente en las expectativas de quienes llenaban las calles con sus protestas. La única excepción fue Praga, pero no se trataba de un proyecto revolucionario sino de un proceso de cambio desde el poder. Y fue la contrarrevolución –la ocupación del país por los tanques del Pacto de Varsovia, dirigida desde el Kremlin- la que echó a los que pretendían que el socialismo evolucionara hacia formas democráticas, en sintonía con los ciudadanos….La gran movida fue breve y en la mayoría de los lugares se impuso el retorno al orden, la reacción restauradora.” En el mismo sentido la socióloga argentina Lucía Alvarez en la revista Anfibia calificó al mayo francés como “Prender fuegosin quemar nada” 

Posición diferente es la que tiene el filósofo Francisco Fernández Buey, profesor de la Universidad de Barcelona, en Crítica, quién sostiene: “Fue una gran protesta estudiantil que se acabó convirtiendo en un gran susto para la gran mayoría. Lo que empezó como un memorial de quejas en las universidades (en Estrasburgo, en Caen, en Nanterre) se convirtió enseguida en un movimiento de protesta social generalizado en las barricadas de París, y, a partir del momento que se multiplicaron las ocupaciones de fábricas y las huelgas obreras, en un ensayo general revolucionario que asustó a la mayoría de la sociedad francesa del momento. De ahí el gran susto: se asustaron los burgueses que vieron peligrar sus propiedades; se asustaron los pequeños burgueses que vieron peligrar sus privilegios y los de sus hijos, se asustó De Gaulle que tuvo que echar mano al ejército, se asustó el Partido Socialista que creía que había pasado la época de las revoluciones; se asustó el Partido Comunista, que aún hablaba de la revolución en general pero no de esa; se asustaron los sindicatos que se vieron rebasados por la espontaneidad de los manifestantes en las ocupaciones de fábricas y criticados por los estudiantes por su inconsecuencia y se asustó una parte de los intelectuales y profesionales que vieron con buenos ojos el arranque de los acontecimientos y todavía se solidarizaron con el movimiento en el momento de la represión,  pero que no pudieron aguantar la acusación de ser unos mandarines al servicio del sistema, una acusación cada vez más repetida por los comités de obreros y estudiantes.”

Regis Debray señaló: “lo que mejor funcionó es lo que nadie había previsto: la llegada del feminismo, las nuevas relaciones hombre-mujer, la anticoncepción, el reconocimiento de la interrupción voluntaria del embarazo como último medio de escoger libremente cuándo y cuántos hijos quiere una mujer.”

Otra crítica habitual es que el feroz individualismo actual tiene su origen en el Mayo Francés. Responde Francisco Fernández Buey: “El individualismo contemporáneo es hijo de los que vencieron a los estudiantes y obreros rebeldes del 68. O tal vez el hijo pródigo del matrimonio de estos con quienes, habiendo perdido, se resignaron a acomodarse a la derrota.” Un  ejemplo es el filósofo francés André Glucksmann que de dirigente maoísta en 1968 terminó haciendo campaña a favor de Sarkozy, aunque luego tomó distancia.            

                                             “Queda lejos aquel Mayo, queda lejos Saint Denis 

                                              que lejos quedó Jean Paúl Sartre, muy lejos aquél París,  

                                              sin embargo a veces pienso que al final todo dio igual:

                                              las ostias siguen cayendo sobre quién habla de más

                                             Y siguen los mismos muertos podridos de crueldad

                                              Ahora mueren en Irak los que morían en Vietnam”

Ya no quedan obreros en los bulevares. Se han convertido en barrios habitados por gente de alto poder adquisitivo. Las míticas librerías se han transformado en agencias de viajes o han desaparecido.

No obstante, Luisa Corradini escribió en la revista “La Nación” del 6 de mayo: “En todo caso, más allá de las controversias intelectuales y políticas, medio siglo después de las barricadas del Barrio Latino y la ocupación de la fábrica de Renault, la percepción de los franceses es clara: el 79% reconoce que aquel movimiento tuvo consecuencias positivas para el país y para el resto del mundo”

Jesús Ceberio en el diario “El País” del 5 de mayo tituló: “Aquella revolución fallida que cambió nuestras vidas.” 

El Mayo Francés, en sus reivindicaciones universitarias, tuvo la influencia de la Reforma Universitaria nacida en Córdoba en 1918 y que este 15 junio cumplirá 100 años (1). Dialécticamente los hechos de Francia de 1968 tuvieron incidencia en el Cordobazo de mayo de 1969, cuando la coalición obrero-estudiantil produjo una bisagra en la historia de nuestro país y puso un epitafio a los sueños disparatados de Juan Carlos Onganía, que pasaría a cuarteles de invierno menos de un año después, en un itinerario con algunos puntos de contacto con De Gaulle.

Fue nuestro Mayo con la gente en la calle, la ciudad tomada y la policía montada emprendiendo la retirada. Tal vez nuestro mayo fue obrero-estudiantil y el francés estudiantil-obrero.Fueron nuestros días de vino y rosas que en una visión lineal sólo nos esperaba una sociedad mejor. Detrás y a la vuelta de algunos pocos años,  estaban esperando la derrota y el horror.

A 50 años del Mayo Francés y a 49 del Cordobazo argentino, las banderas de una sociedad diferente y mejor siguen vigentes junto a la utopía que debajo de los adoquines está la arena de la playa.                   

 29-05-2018

“ Hombres de una República Libre, acabamos de romper la última cadena que, en siglo XX, nos ataba a la antigua dominación monárquica y monástica. Hemos resuelto llamar a todas las cosas por el nombre que tienen. Córdoba se redime. Desde hoy contamos para el país con una vergüenza menos y una libertad más. Los dolores que quedan son las libertades que faltan. Creemos no equivocarnos, las resonancias del corazón nos lo advierten, estamos pisando una revolución, estamos viviendo una hora americana”

Del Manifiesto Liminar de la Reforma 15 de junio de 1918