La playa del pueblo
Los empoderados con los derechos que sembró el Proyecto Nacional que gobernó la Argentina durante los últimos doce años siguen ganando el espacio público. Primero fue en el parque Centenario, luego en Saavedra, y ahora fue el turno de una playa geselina, en la costa atlántica bonaerense.
Los oradores –Héctor Recalde y Martín Sabbatella- se pararon de cara al mar, sobre los médanos, y los empoderados sobre la arena. Más de dos mil hombres, mujeres y chicos que se hicieron un rato de sus vacaciones para juntarse a escuchar a los dirigentes kirchneristas, aplaudir, cantar, emocionarse y volver a confirmar que el único modo de resistir el avasallamiento institucional de Cambiemos es ése: espalda con espalda junto al compañero de al lado, levantando banderas, promoviendo la organización política.
Recalde, titular del bloque de diputados del Frente para la Victoria, vecino de la villa, ponderó que en todas las plazas del país los vecinos se estén juntando para gritar bien fuerte que ningún trasnochado va a quitarle los derechos que conquistaron durante los últimos años, y afirmó que Cambiemos está avasallando la constitución con una impunidad nunca vista. “Tenemos que estar muy atentos y organizados”, avisó.
El viento había sacudido durante todo el día la arena de la playa. Los pocos valientes y tercos turistas que decidieron quedarse en la playa, se protegieron con sombrillas, carpas de nylon y hasta kayaks dados vuelta. Pero un rato antes del horario de la convocatoria, no solo paró el viento, sino que el cielo comenzó a limpiarse de nubes.
Sabbatella, orador principal del encuentro, arrancó su intervención con una fuerte defensa de la identidad colectiva de millones de empoderados. Recordó que “nos une el proyecto nacional que fundó Néstor Kirchner en el 2003, cuando nació un nuevo momento histórico”, subrayó que el kirchnerismo “es el representante de los intereses de las mayorías” y que “nació para quedarse”. Afirmó que “no hay nada más transformador que un kirchnerista” y avisó que “estamos más vivos que nunca”.
Luego de celebrar los encuentros que miles de vecinos están realizando en espacios públicos de todo el país, realizó una férrea defensa de la ley de medios de la democracia que lo tuvo siempre como artífice principal de su implementación, en especial, desde la gestión del AFSCA. Con respecto a la intervención del organismo que ordenase el Poder Ejecutivo, aseguró que “lo que están haciendo es pagarle favores a los grupos exportadores y a Clarín”, y que “lo que buscan con sus decretos de necesidad y urgencia, de espaldas al pueblo, es que Magnetto vuelva a tener la hegemonía de la palabra”.
También recordó que “hay una parte del Partido Judicial que opera contra la democracia junto a los grupos concentrados”.
Entre los médanos había banderas y remeras de agrupaciones como Nuevo Encuentro y La Cámpora. También de la Confederación de Trabajadores de la Argentina (CTA). Y en especial, la que se recortaba contra el mar argentino era la celeste y blanca. Los turistas, en la playa, que durante las horas llegaron al balneario de a decenas de miles, caminaban de la mano por la orilla, le pegaban a una pelota, barrenaban una ola.
“Lo que nos une son los doce años de gobierno de kirchnerismo porque no entendemos la felicidad sino la compartimos con el otro”, dijo Sabbatella, ya para cerrar, porque como “como dijo Cristina, la Patria es el Otro”. Los empoderados se rompían las manos. La cortina de aplausos ya estaba tapando el precario pero fiel sonido que había montado la organización del acto. “No vamos a permitir que nos quiten la esperanza ni el futuro”, avisó, ya a los gritos. “Nos comprometemos desde Villa Gesell a no bajar los brazos”.
Luego de que desde el escenario mencionase la presencia de la diputada nacional Nilda Garré, el abogado y periodista Pablo Llonto, y el aporte del intendente electo de la villa, Gustavo Barreda (del FPV), llegó el turno de la entonación del himno nacional.
Se trató de un momento de profunda emotividad colectiva. En la playa. Con lágrimas en los ojos. Abrazados a los hijos. Con la nostalgia por los años felices en el nudo de la garganta, pero también con la férrea decisión de defender lo conquistado, y promover la organización allí donde hiciese falta, en las lágrimas que caían de los ojos, en una tarde ya definitivamente limpia y soleada.
El grito colectivo emergió solo, y se desparramó por la playa, para el que quisiese oir, mientras un churrero de la villa se tocaba el corazón con la mano derecha y la izquierda se elevaba hacia el cielo con los dedos en V. “Oh, vamos a volver”.