Insensibilidad y barbarie
La mochila despareció entre los escombros de la casilla demolida por la topadora. El televisor fue destruido junto a la heladera y las camas. Debajo de la destrucción quedaron los esfuerzos y las esperanzas. La ropa y los juguetes, las zapatillas y los pulóveres, las frazadas y el calentador. Las cosas fueron aplastadas mientras los gritos de los chicos y el alarido de aquellas madres que aún no se habían despedido de sus crías para ir a trabajar, increpaban a los uniformados de la Metropolitana y la Gendarmería. Integrantes de las misma clase social, el poder económico los enfrentaba, unos jugando el papel de victimarios y los otros, cuatro mil personas, en su rol de víctimas. Ese lugar que la sociedad le asignó a los desposeídos mucho antes de haber nacido. Una vasta legión de empleadas de casas particulares, obreros de la construcción, trabajadores informales de talleres clandestinos. Seguramente conviviendo con algunos delincuentes en sus aspiraciones de ganarle una batalla al destino inexorable.
Fueron engañados como es habitual. Le dijeron que era un allanamiento por el crimen de una joven. Y salieron de sus humildes casillas, muchas de ellas de material, cuyos ladrillos fueron pegados con el cemento diluido en sudor y lágrimas, a la noche y al frio. Las estrellas titilaban pero algunos supusieron que lagrimeaban ante lo que estaba por suceder.
Cuando se dieron cuenta, ya era tarde. No era un allanamiento, era una expulsión de un espacio que habían ocupado en la desesperación del pavoroso problema de la tierra en el área metropolitana. Ahí en Villa Lugano, en un barrio llamado Papa Francisco, el mismo Papa que ha declarado: “Parecía Gaza, y me puse a llorar.” Sólo unos pocos, con la previsión que da otras dolorosas experiencias, pudieron salvar algunas de sus pertenencias.
La prepotencia de los desalojadores, solo es posible porque su corazón le fue extirpado para cumplir con su función. Nadie se imagina las topadoras entrando al Country El Camel donde fue asesinada María Marta García Belsunce, para esclarecer el mismo.
No vamos a discutir aquí la ocupación y la posibilidad del desalojo en un terreno contaminado, por haber sido un antiguo cementerio de autos. Lo que se plantea es la forma de la desocupación y la falta de soluciones alternativas posteriores por parte del gobierno de la Capital Federal en primer lugar y del gobierno nacional en segundo lugar.
No se puede esperar NADA del gobierno de Mauricio Macri que destina el 2,3% del presupuesto a la construcción de viviendas y encima subejecuta el mismo. El ex Presidente de Boca y candidato presidencial para el 2015, intenta presentarse como la nueva política pero atrasa muchas décadas y se opone al desarrollo industrial satelital afirmando que “hacen empresas tecnológicas que no funcionan” siendo aplaudido por empresarios integrantes de una burguesía de una torpeza cercana a la idiotez.
Llama la atención el estruendoso silencio de la jerarquía católica, tan sensible para hablar de la pobreza si es una forma de pegarle al gobierno nacional e imperturbable si el afectado puede ser el jefe de gobierno de la Capital.
La violencia desenfrenada no reparó en los fueros de los diputados del Frente para la Victoria Pablo Ferreyra y Horacio Pietragalla.
En cambio sí se debe y se puede tener expectativas por el gobierno nacional que se inscribe y se auto inscribe en la calificación de nacional y popular.
En el campo se decía que cuando el carro tirado por caballos quedaba empantanado, el propietario dirigía el rebenque hacia el mejor caballo porque era el único que lo podía sacar del pantano.
Por eso el rebenque- la crítica- va hacia Ud. Presidenta. Porque de Ud. se espera que no hubiera sido partícipe secundario de este horror y admitiendo que no puede estar en todo, una vez producida la barbarie, intentar paliar el daño producido. Si la política de un gobierno nacional y popular hacia los desposeídos de todo se superpone con el que representa fundamentalmente a los poderosos, las diferencias empiezan a desdibujarse.
Imaginemos por un instante que hubiera hecho Evita. Es fácil suponer que inflamada de ira hubiera denostado públicamente a Sergio Berni y al jefe de gendarmería, pidiendo sus relevos. Se hubiera trasladado a Villa Lugano y se abrazaría protectoramente con las víctimas. Y movería cielo y tierra para encontrarle un lugar provisoriamente adecuado para las víctimas. Porque Evita, mucho antes que el Che, practicaba lo que el revolucionario argentino les dijo a sus hijos en su carta de despedida: “….Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo. Es la cualidad más linda de un revolucionario.” A Evita no había que contarle nada de la pobreza y de los dolores derivados, la conservó en cada partícula de su cuerpo, para que las alfombras del poder no le produjeran amnesia.
A veces Presidenta, siento que Ud. es más inteligente que sensible. Que su formación política, muy superior a la de Evita, a veces le endurece algunos sentimientos. Y otra vez es bueno recordar al Che: “Hay que endurecerse sin perder jamás la ternura.”
Volvamos a Villa Lugano y a esas madres con chicos que ocupan ahora la calle, a la intemperie, en algunos de los días más fríos de este invierno. En esos chicos a los que desde diarios centenarios u otro que cumple 69 años, le hablan de la educación como inserción en la sociedad y permanecen impasibles, porque simpatizan con Macri, a las topadoras que destruyen mochilas escolares y futuro. Y el silencio del gobierno nacional es estruendoso, porque es el mismo gobierno que destina positivamente más del 6% del presupuesto a educación, que fomenta la ciencia y la tecnología y repatría científicos.
En medio de la barbarie perpetrada, me imagino a algunos de esos chicos que hoy lloran por su hombre – araña destruido, por su muñeca desaparecida o por sus cuadernos debajo de los escombros, con la escuela ahora mucho más lejos, con la noche de horror alojado en su memoria, marginados y hambreados, mientras en la televisión un mundo maravilloso del cual están más lejos que el hombre de Saturno, tratando de robarle dentro de algunos años el celular o la bicicleta a mi nieto. O tal vez la mochila como una revancha con destinatario equivocado, de aquella que quedó en su recuerdo, bajo los escombros, en una noche de niebla e indiferencia. Actuando despiadadamente. Ejerciendo una violencia que calificaremos como incomprensible. Y en los noticieros y programas periodísticos tratándolo como otro caso de inseguridad. Y gente indignada, pidiendo nuevos desalojos y exigiendo la expulsión de los inmigrantes.