Amo el otoño. Lo amo más q a las otras estaciones del año, sin que ninguna de ellas merezca el sentimiento del odio.

Suelo jactarme de no tener melancolía ni nostalgia; pero el otoño me permite un recreo y me deja viajar en tecnicolor a momentos muy lindos de la infancia. No los extraño; pero los miro y m sacan una sonrisa. En una de esas de eso se trata la melancolía y la nostalgia, y yo pienso que es otra cosa. En fin…

El otoño me remite al colegio primario. San Vicente de Paul en el barrio de Mataderos. Y era lógico; por más que el almanaque dijera lo contrario, el comienzo de las clases determinaba el fin del verano y con ello, aunque no quieran o puedan creerlo chicos; era el fin de los helados. Las heladerías cerraban durante el otoño/invierno/ 3/4 de primavera y te abrían, con suerte, a mediados de octubre. Algún visionario más tarde se puso a vender galletitas durante el invierno, y los más capos de verdad se dieron cuenta que se podía comer helado todo el año.

Pero volvamos al otoño y el colegio. Junto con el kit escolar; el comienzo de las clases significaba un nuevo andar. Y eso es lo que me enamora del otoño. La idea que tengo sobre él.

En cualquier momento se puede empezar algo, pero a mí el otoño me ubica en una línea de largada.

Será por eso entonces, que decidí poner a la selección argentina de Futbol, única aún sin parentesco animal, en un casillero cero y comenzar de nuevo.

Vistos los partidos vs El Salvador y Ecuador, digo que el equipo está muy bien parado y en el campo hace lo que quiere.

Marca alto, aprieta en el medio, ataca por derecha, ataca por izquierda, si no hay funcionamiento aparece alguna de las individualidades, y mantiene hoy a un grupo de entre 5 y 6 jugadores entre los 10 mejores del globo cada uno en su puesto.

Teniendo las particularidades antes descriptas, la posibilidad de obtener logros, lamentablemente la única medida oficial para cuantificar los procesos, es mayor. ¿Qué a El Salvador había que hacerles 5 goles? Y, probablemente… pero no en un primer partido de una selección que hacía 4 meses que no tenían un entrenamiento juntos.

Es más. Salvo una catástrofe futbolística rival, Argentina pocas veces podrá hacer 5 goles en un partido. Cualquier director técnico de cualquier selección del mundo tiene en su tablet entre 5 y 10 opciones de neutralizar a Messi, o a DiMaría, al Apache o a quién sea. Incluso ya la gran mayoría de las selecciones juegan a lo mismo. El Jogo Bonito; la furia española, el cattenaccio, la máquina alemana, la naranja mecánica, la garra charrúa o la gambeta, está siendo ganada por la posesión del balón (vedette total) y el volumen de juego. Es como si las selecciones fuesen todas bandas de rock Stone y tocaran “Satisfacción”. Algunos la van a tocar más delicada que otros, con más o menos sentimiento, con más o menos jerarquía, más fría, más enérgica pero al final la canción sigue siendo la misma. Y por más que sea un temón si la tocan todos todo el tiempo, en algún momento va a venir uno tocando el arroz con leche y nos vamos a querer matar.

Ojalá tengamos todos una buna semana.