Hay que callar a 678
La previa a estas elecciones ha traído un hecho curioso: buena parte de los periodistas que han tenido la posibilidad de entrevistar a los candidatos a presidente les han preguntado sobre la continuidad de un programa de TV. Es un fenómeno inédito en la historia de la Argentina y quizás sea inédito en el mundo. El programa al que estos periodistas se refieren se llama 678 y se emite por la TV Pública un promedio de cuatro veces por semana durante una hora y media salvo los domingos en los que la edición alcanza apenas una hora. Como usted puede observar, se trata de un programa que ocupa el 3,15% de la programación del canal y si bien suele ser desplazado cada vez que se juega un partido de fútbol y en muchos casos es emitido en un horario poco habitual, es el programa de más rating en la TV Pública tanto para IBOPE como para SIFEMA.
Los periodistas preocupados por el futuro de este programa que lleva ya siete años en el aire defienden la idea de una TV Pública que no sea gubernamental. Sin embargo, le exigen al próximo gobierno que 678 no continúe. Es decir, exigen que la TV pública dependa de la decisión del próximo gobierno y, por lo tanto, se “gubernamentalice”. Es paradójico o, cuanto menos, extraño el pedido. Pero las razones detrás de ese pedido son bastante curiosas pues se exige el fin de 678 en nombre de la libertad de expresión. Dicho de otra manera, 678 sería un programa donde los informes y los panelistas defienden al gobierno, algo que, sin dudas, es, salvo contadas excepciones, cierto. Y eso, aparentemente, no puede suceder. ¿Por qué no puede suceder? Sinceramente no se sabe bien. Aparentemente, la libertad de expresión es una potestad de medios privados. Pues si uno está en la TV pública tiene libertad de expresión siempre y cuando no se exprese a favor del gobierno. Pareciera que, entonces, la libertad de expresión tiene que ver con el dinero porque se afirma que al emitirse por la TV pública, 678 se hace con el dinero de todos, y con el dinero de todos se pueden hacer programas de cocineros, noticieros, documentales, ficciones de calidad, programas para jóvenes y para chicos, musicales y ciclos de cine pero no se puede hacer un programa que, ocupando el 3,15% de la programación, se manifieste a favor del gobierno. Esta concepción “propietaria” de la libertad de expresión (solo pueden expresarse libremente los privados porque con su dinero pueden hacer lo que quieren, incluso mentir, falsear, tergiversar y desestabilizar) no resiste los avances en torno al derecho de información (derecho del que gozan los dueños de los medios y los periodistas empleados pero también los lectores y las audiencias que los consumimos). Asimismo, esta concepción “propietaria” de la libertad de expresión viene de la mano del argumento que resalta el supuesto daño económico que se les haría a los ciudadanos en tanto 678 sería pagado con los impuestos de todos. Sin embargo, por si usted no lo sabe, 678 es económicamente rentable, de modo que si usted cree que paga más impuestos por la existencia de este programa le digo que no: no solo no paga más sino que paga menos. Cualquier duda que tenga, ponga el programa entre las 21:50 y las 22:30 y allí observará todos los anunciantes privados que confían en el producto.
Sin embargo, periodistas como Luis Majul, periodistas que, particularmente, no son reconocidos por su brillantez, hasta pretenden emular a Rodolfo Walsh para, en un listado escrito en un castellano poco holgado, formular una carta abierta al próximo presidente y exigirle “Nunca más 678”. Más allá de que la utilización compulsiva del “Nunca más” conlleva el riesgo de banalizar una frase cuyo sentido está directamente vinculado al rechazo al genocidio que se cometió en Argentina, el periodista que, además, considera que la emisión de los partidos de fútbol los domingos a las 21:30 es una estrategia del gobierno para quitarle audiencia a su programa (SIC), lleva años en una campaña contra 678 en tanto se trataría de un programa de “propaganda”. Bien cabe preguntarse cuál es el criterio para determinar si un programa es, o no, de propaganda pero, aun si lo fuera, la pregunta que cabe hacer es: ¿por qué debe dejar de ser emitido un programa de propaganda? Que yo sepa Majul ni ninguno de los periodistas obsesionados con 678 pide “Nunca Más” para programas de evangelistas (donde se propagandizan los valores de su propio credo) o para programas de venta telefónica con chicas lindas. Menciono estos dos casos, simplemente, para no ingresar en la discusión acerca de cuán menos propagandísticos son otros programas periodísticos como el de Lanata, o el del propio Majul. Si hacer propaganda (política) es defender al poder podríamos discutir un rato largo si no son los majules y los lanatas los que hacen propaganda porque desde sus espacios defienden a los poderes económicos que los contratan y que auspician sus programas. En este sentido, Lanata hará periodismo cuando denuncie a Héctor Magnetto y Luis Majul se convertirá en periodista cuando denuncie el vergonzoso modo en que Daniel Vila y América TV han hecho campaña por Sergio Massa. Mientras no lo hagan, quizás, paradójicamente, sean ellos los propagandistas. Pero a pesar de ello creo que a nadie se le ocurriría escribir una carta pidiendo que esos programas dejen de emitirse. Porque la libertad de expresión es un derecho que tienen también los propagandistas.
Para finalizar, es claro que un principio del modelo liberal de Estado es la neutralidad del mismo en materia religiosa y política. Si bien hay buena cantidad de bibliografía mostrando la imposibilidad de tal neutralidad podríamos conceder ese punto. Pero también hay otro principio muy pero muy liberal que es el del pluralismo y el Estado (liberal) debe garantizar tal pluralismo no solo al interior de la TV Pública sino tomando la perspectiva del mapa total de los medios porque la comunicación es un Bien público. Esto, claro está, como lo indica la ley de Medios, no quiere decir incidir en contenidos de canales privados pero sí significa que el Estado tiene la obligación de dar espacio a todas las voces evitando las posiciones monopólicas y dominantes. Y la voz de un programa con un inocultable e inocultado sesgo como 678, no tenía lugar en los canales privados, y, pareciera ser, se busca que ni siquiera tenga lugar en la TV Pública a pesar de que representa a una parte importante de la sociedad, esto es, aquella que, en líneas generales, es afín al oficialismo. Qué sucederá con el programa el año que viene, este humilde escriba, no lo sabe, pues el contrato de la productora privada que lo realiza con la TV Pública se renueva todos los años en diciembre tanto como los contratos de los panelistas que no son empleados públicos sino empleados de la productora privada. Puede que el programa siga en la misma pantalla, puede que deje de emitirse, o puede que pase a un canal privado de aire o cable. Si sucediera esto último, las críticas a 678 continuarían y de ese modo quedaría expuesto que el problema no es el canal desde el que se transmite sino el contenido del programa, los intereses que afecta y el modo en que ha expuesto la conexión pornográfica entre periodistas, dueños de medios y corporaciones económicas. Es por eso que se les pregunta a los candidatos por la continuidad de 678 y es por eso que un programa que, sin duda, tiene decenas de defectos y es ampliamente mejorable, todavía sigue molestando a todo el arco del establishment económico y periodístico opositor pero también, a buena parte de periodistas progres y oficialistas que han notado que 678 no pone en tela de juicio al periodismo opositor sino al periodismo todo.