La seducción de la historia
Arturo Jauretche solía decir que la historia es la política del pasado y la política es la historia del presente. Y en una elección, más aún en un balotaje, la política en cuanto historia del presente es la que debe ser seducida. Y la historia como lo dijo Salvador Allende a minutos de su muerte “la escriben los pueblos”. Desde su origen, en nuestro país hay dos modelos en disputa y ninguno tiene la fortaleza política de imponerse definitivamente sobre el otro. Las guerras civiles del siglo XIX se desarrollaron teniendo como motivo económico fundamental la nacionalización de la aduana del puerto de Buenos Aires. Cuando las mismas concluyeron con el triunfo de los intereses del puerto en la Batalla de Pavón, en 1861, el modelo agro-importador representado por Mitre, continuador de las políticas de Rivadavia, con sus coroneles asesinos exterminó a los caudillos norteños denostados como bárbaros, quienes eran los representantes embrionarios de un proyecto nacional. Se impuso la civilización con olor a bosta complementaria de Inglaterra; y como el Paraguay era el ejemplo de políticas económicas contrarias al librecambismo triunfante, los comerciantes de los puertos de Buenos Aires y Montevideo, en alianza con la corte portuguesa asentada en el Brasil e impulsados por Gran Bretaña, concretaron la infame guerra de la Triple Alianza que exterminó a dos tercios de la población paraguaya a lo largo de cuatro años de heroica resistencia y contra la promesa de Mitre que en tres meses llegarían a Asunción. El modelo agroimportador había triunfado y esa victoria parecía definitiva. Cuando en estas tierras sucedía esto, en el norte del continente, en EE.UU comienza la guerra de secesión que cuatro años después concluye con el triunfo del norte industrial. La finalización diferente de estas dos historias explica el desarrollo de EE.UU y el subdesarrollo de la Argentina.
Pero la historia es una libretista inspirada; cuando el capitalismo sufrió sus crisis, los ganadores del siglo XIX en Argentina, en defensa propia, debieron renegar del librecambismo y adoptar medidas proteccionistas que dieron origen a la industria de sustitución de importaciones y el nacimiento de una nueva clase obrera compuesta por los descendientes de los derrotados del siglo anterior, quienes irrumpieron en un maravilloso día de octubre golpeando las puertas de la historia, las abrieron, e hicieron visible al actor histórico, columna fundamental en el siglo XX del modelo que perdió en Pavón en el XIX. En una década, el peronismo cambió la Argentina y la convirtió en la sociedad más igualitaria de América Latina. El odio de los intereses afectados se ha trasladado a lo largo del tiempo. Fueron necesarios tres golpes sangrientos (los de 1955, 1966 y el más sanguinario de todos, el de 1976), para desarticular buena parte de un modelo de notable fortaleza y lozanía. Ya en democracia, un peronismo castrado renegó de su historia y concluyó la destrucción de lo que había dejado inconcluso la dictadura establishment-militar. Bajo distintas formas volvían los herederos de los ganadores de Pavón, continuado bajo el gobierno de la Alianza, integrada fundamentalmente por un radicalismo que a lo largo de décadas se fue alejando de su origen popular yrigoyenista, que incorporó a las clases medias sin poder lograr que superen su permanente alienación ideológica a las clases altas.
Cuando las políticas de mercado llevaron a la crisis terminal del 2001, de las jornadas del 19 y 20 de diciembre surgieron los dos hijos de aquel clivaje histórico: el kirchnerismo y el PRO, encarnando los dos modelos que dirimen su primacía a lo largo de nuestra historia. La suma de votos de Carlos Menem y Ricardo López Murphy, a dos años de la mayor crisis económica de la historia argentina provocada por las ideas que esos dos candidatos propusieron y aplicaron, superó el 41%. Esos dos modelos están presentes en el balotaje del 22 de noviembre. Sin conocer el pasado se carece de memoria en el presente. Como decía el más grande analista político de la segunda mitad del siglo XIX, Juan Bautista Alberdi: “Entre el pasado y el presente hay una filiación tan estrecha, que juzgar el pasado no es otra cosa que ocuparse del presente. Si así no fuera, la historia no tendría ni interés ni objeto.” Es esa historia capaz de colocar al frente del proyecto derrotado en el siglo XIX, que renació con el peronismo, que fue demolido pero resucitado en el siglo XXI con el kirchnerismo, a una figura que no despierta entusiasmos exultantes, ni pasiones desenfrenadas. Es el peligro que implica lo que está enfrente, lo que embellece al candidato oficialista y lo que origina movilizaciones espontáneas que crecen desde el pie.
LA INTERNA DEL JUSTICIALISMO-FRENTE PARA LA VICTORIA
Junto con cambios notables, el kirchnerismo después de alcanzar la cumbre electoral del 54% fue acumulando una cantidad de errores que produjeron varias movilizaciones caceroleras de protesta de la cual la del 8 de noviembre del 2012 por su magnitud adelantó la derrota política del 2013. Como bien escribió el periodista y ensayista Martín Rodriguez: “El kirchnerismo fue resistido por sectores de capas medias (y medias altas) sin tanta cultura política, que marcharon ese 8 N convocados pero sin centro, sin discurso, sin una organización amplia y que fueron comprendiendo a su vez que la calle era su lugar también. Muchos apolíticos, conservadores, liberales, liberales libertarios, usuarios activos de redes sociales, cultores de un fanatismo anti gobierno, tuvieron quince minutos de fama callejera y con todo derecho… Mauricio Macri es un político de ese 8N aunque él no lo nombre ni lo refleje. Doce días después del 8 N, la CGT de Moyano convocó a un paro general. La inflación y el impuesto a las ganancias batían su parche ahí…..Era la otra mitad de esas clases medias.”
El voto conservador del 2003 siempre estuvo presente en estos 12 años, larvado y callado o activo y bullanguero. Le faltaba organización política: la encontró en CAMBIEMOS y encontró en Macri el referente político y el espejo social al cual aspira.
Martín Rodriguez escribió: “Desde principios del 2012, el kirchnerismo comenzó la sangría de su mayoría”. Un tiempo después, eso se tradujo en una derrota legislativa significativa cuando Sergio Massa triunfó por casi 12 puntos (43,95% contra 32,33% de Insaurralde) en la provincia de Buenos Aires. Eso produjo una división en el Frente para la Victoria con pérdida de votos en los sectores populares que se volvió a exteriorizar en las elecciones del 25 de octubre, donde Daniel Scioli alcanzó sólo el 36,7%, en Provincia Buenos Aires apenas 4 puntos más del intendente de Lomas de Zamora dos años antes, con un candidato a gobernador como Aníbal Fernández que descansó en la convocatoria implícita de la franquicia peronista, llegando a afirmar que ganaba caminando y por eso se quedó sentado. Se llega así al 25 de octubre con el peronismo dividido y la oposición unificada en Pro y Radicales, más el Frente Renovador de Sergio Massa aliado a CAMBIEMOS en muchas provincias. La pérdida de la principal provincia argentina donde no era derrotado desde 1983, ha producido un sismo de intensidad incalculable. La idea de Cristina Fernández y Aníbal Fernández apoyado por la Cámpora de atrincherarse en territorio bonaerense y desde allí limitar a Scioli o Macri, según quien resultara presidente quedó trunco. La presidenta es un cuadro político muy superior al nivel medio y que se destaca por su notable capacidad expositiva, lo que ha permitido disimular sus fuertes déficits en materia de construcción política y sus carencias en materia de selección de candidatos. El haber tenido que elegir a dedo al candidato que no deseaba y al que le desconfiaba, son los avatares que la historia suele imponer a los arquitectos de la realidad. Pero un político con proyección de estadista debe quemar las naves a favor del candidato de su partido.
Sería preocupante que cierto aislamiento de la realidad haya dado lugar a una fracción que con sorna puede calificarse como trotsko-kirchnerista, que como dice el escritor, psicoanalista y psiquiatra Alfredo Grande, parece sostener que “cuanto peor le vaya a Scioli, mejor para Cristina”. Transitar este camino es mucho más que una torpeza, cuando los sectores de poder que fueron heridos políticamente pero engordados económicamente, junto con los medios hegemónicos y parte importante del Poder Judicial al que se suman el presidente de la Corte Suprema y gobernadores aliados se alinean en son de venganza, algunos de ellos por haber padecido los métodos poco elegantes del kirchnerismo.
Con este panorama, después de haber sido despreciado y ninguneado, descalificado y subestimado, que todavía Daniel Sciolimantenga posibilidades, basado fundamentalmente en la movilización y la militancia territorial en principio por afuera de las estructuras, de resultas de la esperanza que han despertado una década importante de concreciones y la obtención de derechos donde convergen los que no quieren perder lo conquistado y lo que sienten un temor justificado porque identifican el cambio prometido de CAMBIEMOS, como una marcha atrás.
La eventual derrota del Frente para la Victoria producirá un tsunami donde el fracaso será cargado sobre las espaldas de Cristina Fernández y Daniel Scioli.
A los que se desangran en torpes internas al borde del precipicio, conviene que recuerden una frase de Benjamín Franklin levemente modificada y pertinente para el momento: “O caminan juntos, o los ahorcarán por separado”
EL BALOTAJE
El analista político Alberto Dearriba lo ha planteado en forma precisa: “La huella de Cristina en la sociedad es tan profunda, a favor y en contra, que buena parte de los electores ni siquiera toma en cuenta que su mandato se acabó. Muchos votantes irán a las urnas a plebiscitar su gobierno, a favor o en contra, dejando en un segundo plano que se elige un presidente para los próximos cuatro años. Los que votan por el Frente para la Victoria reivindican en realidad un modelo de Nación y la mayoría de los que votan por Cambiemos lo hacen en general contra un estilo que detestan. Por supuesto que en el macrismo hay un voto ideológico, pero no es mayoritario. Muchos de esos votantes eligieron a Cristina. Ahora no votan hacia adelante solamente, sino centralmente como revancha o aprobación del pasado reciente.
En las discusiones de café, los kirchneristas ponen sobre la mesa el país del 2001 e identifican a Macri con el neoliberalismo, les recuerdan las nacionalizaciones, el desendeudamiento, el aumento del nivel de empleo, la actualización de las jubilaciones, la reducción de la pobreza y el encarcelamiento de los militares asesinos. Los opositores admiten buena parte de los innegables avances, pero apelan al conocido "son todos chorros" y abrumados por las listas de nuevos derechos se refugian en una última afirmación: "No me la banco más." No cabe duda: votarán contra la mujer que les mejoró la vida en términos materiales, pero por la cual sienten una profunda antipatía. Eligieron para ello a un postulante presidencial que está procesado, que alguna vez fue condenado por contrabando y que propone devaluar, pagarles a los fondos buitre, aumentar las tarifas de los servicios públicos, darle mayor libertad al mercado sobre el Estado y gobernar con "buena onda". Con ese hombre piensan pegarle un mazazo en la cabeza a Cristina Fernández para que desaparezca del escenario político y a Daniel Scioli por no haberse rebelado. El candidato del FPV vive tironeado entre quienes pretenden que se aleje del kirchnerismo y quienes lo sancionarían si se mostrara demasiado ajeno.
Las posiciones están tan cristalizadas en favor y en contra, que los kirchneristas minimizan totalmente la crítica al estilo y tiemblan en cambio de sólo pensar que el país retrocederá al ajuste, que el macrismo cambiaría inflación por desempleo, mercado por Estado e integración regional por sumisión total a naciones poderosas. Los opositores no se arredran por eso ya que no identifican claramente a Macri con el neoliberalismo, piensan que hay derechos ganados que no retrocederán y se esperanzan con el hecho de que se acabe por fin del debate político que les genera un ruido insoportable. Sueñan con mirar el fútbol gratis por TV pero sin propaganda política. Disfrutan lo esencial pero reprueban lo formal. Sienten que la derecha clausurará la lógica amigo-enemigo, el conflicto, sin pensar que eso sólo ocurrirá en el modo, pero continuará en el fondo, porque va más allá de Macri o de Scioli, ya que está en la esencia del capitalismo en el cual cualquier decisión política o económica tiene ganadores y perdedores, que reaccionan en consecuencia.
Pero en un balotaje confrontan no sólo los votantes que eligieron en primera vuelta, sino los que ahora deberán optar. Una cuarta parte de los electores está huérfana e irá a las urnas a definir el pleito en favor de uno o de otro.
Los votantes de Nicolás Del Caño votarán mayoritariamente en blanco: son capaces de diferenciar un maoísta de un trotskista y un guevarista de un stalinista, pero creen que Macri y Scioli son lo mismo. Por supuesto que ninguno de los dos se plantea socializar los medios de producción, pero no es lo mismo un gobierno burgués que priorice al Estado, que otro que convierta en tótem al mercado. Para un trabajador no da igual un gobierno que defienda los derechos laborales y establezca paritarias, que el de un partido que votó en el Parlamento contra la reposición del andamiaje legal que había desmontado el menemismo y cuyos economistas crean que no se puede aumentar más los salarios y las jubilaciones.
Los votantes de Margarita Stolbizer, proclives a priorizar el respeto a las formas republicanas antes que la justicia social, seguramente se inclinarán mayoritariamente por Macri. Con tal de acabar con el kirchnerismo, pasarán por alto que el jefe de Gobierno tiene el premio Guinnes en materia de vetos pese a tener mayoría en la Legislatura.
Los votantes de Rodríguez Saá son peronistas puntanos que los siguieron por lealtad provincial y peronistas enojados con el kirchenrismo a los cuales no les gusta Sergio Massa. La lógica peronismo-antiperonismo funcionaría aquí en favor de Scioli.
Pero con los votantes de Massa la cuestión es distinta. En principio, porque no todos los electores de esa quinta parte del electorado son peronistas. Y en segundo término porque gravita allí el enojo con el kirchnerismo y un cierto perfil de centroderecha”
Es interesante señalar que el voto al Frente Renovador se distribuyó a lo largo de todo el territorio nacional llegando a un 38,6% en Jujuy y sus porcentajes mínimos los alcanzó en Misiones 12,6% y San Luis 13,9%. En el resto del país, se distribuye con porcentajes relativamente parejos, entre un 20 y un 35%, sorprendiendo Capital Federal con 15,2%.
Pero el grueso de los votos del Frente Renovador, un 40% de su total están en la Provincia de Buenos Aires, alrededor de dos millones cien mil votos son los que definirán una parte importante del balotaje. El otro distrito importante de los seguidores de Sergio Massa están en Córdoba, 412.263 votos, donde las posibilidades de ser seducidos por Scioli resulta problemático por la fuerte corriente adversa en la provincia que ha fluctuado de protagonizar la Reforma Universitaria y el Cordobazo como ser el epicentro de la Revolución Fusiladora.
Perdido en la hojarasca de estos días quedó los 2,91% que Scioli le sacó de ventaja lo que equivale a una diferencia de 619.632 votos.
EL DEBATE
Sobredimensionado previamente en cuanto a sus consecuencias concentró la misma atención que la final de un campeonato mundial. Resulta de Peter Capusotto proponer quince ítems que se expongan en dos minutos. Si se quiere hacer un debate en serio, deben realizarse con un único tópico en cada encuentro que difícilmente puede ser mayor a cinco.
Como todas las encuestas le daban una diferencia apreciable, Mauricio Macri llegó distendido y canchero. A Daniel Scioli se lo vio tenso como nunca se lo había conocido. Era lógico porque en términos boxísticos sólo le cabía ganar. Un empate era una derrota. En cambio para Macri el empate era un triunfo. El resultado es muy subjetivo y en mi tarjeta había un punto a favor de Scioli.
La táctica de Scioli fue separarse de la defensa integral del gobierno y sólo enarbolar los aciertos que son todos los avances a los cuales el PRO se opuso. Su discurso hizo pie en el desarrollo económico, la preminencia del Estado sobre el mercado, la defensa de la industria nacional, la continuación del control del tipo de cambio administrado, las críticas a la devaluación abrupta, a la apertura de la economía. Se presentó como el defensor de los obreros, de las clases medias, de los empresarios nacionales.
Macri atacó algunas debilidades del gobierno como el Indec, se atribuyó la propiedad del cambio atacando a Scioli como la continuidad, lo englobó con las figuras más desacreditadas o la más atacadas del oficialismo, criticó la desarticulación de los organismos de control, colocó a Scioli en un brete que el gobernador esquivó, cuando le preguntó si coincidía con la Presidenta cuando dijo que la pobreza era del 5% o cuando Aníbal Fernández afirmó que había menos pobres que en Alemania, o cuando fue directamente hacia Scioli cuando le señaló que en su provincia siempre hay retrasos para empezar las clases por no resolver los salarios de los docentes o por no alcanzar los 180 días de clases. Tuvo que reconocer que estuvieron equivocados al oponerse a la ley de fertilización asistida y que no pudieron bajar en 8 años el porcentaje de mortalidad infantil.
Scioli insistió con las inconsistencias y falsedades de Macri, lo que originó algunos de los errores de este: cuando afirmó “Me rindo”, o cuando habló que el gobierno devaluó de $3 a $15.
Las notas de color: cuando Macri chicaneo con: “Daniel estás cambiado, te han transformado en un panelista de 6-7-8” o ante preguntas no contestadas afirmó: “Ahora entiendo a los periodistas, es frustrante, no hay chance de que contestes”
El estiletazo más sonoro de Scioli fue cuando le dijo a Macri: “Si todavía no pudiste resolver el problema de los trapitos ¿En serio crees que podes resolver el problema del narcotráfico?
En política exterior quedó muy claro el cambio en un eventual gobierno de Macri: propuso pedir la expulsión de Venezuela del Mercosur por no ser democrática, que ni siquiera es una inquietud de EE.UU en la OEA. Es la clara sobreactuación de aquellos que suelen tener rodillas muy flexibles con los poderosos.
Finalmente, cómo bien afirman los especialistas Luis Alberto Quevedo e Ignacio Ramirez: “En un debate concurren y negocian la espectacularización de la política y la politización del espectáculo”
LA SEDUCCIÓN DE LA HISTORIA
Como bien lo afirma el guionista Pedro Patzer: “ la Historia no es un programa de televisión al que puedo cambiar con un control remoto.” Sin embargo, el control remoto de la historia es la presencia del pueblo en las calles y luego el voto en las urnas. Por eso resultó incomprensible que la agencia Télam anunciara la suspensión de la concentración de los autoconvocados el sábado 14 de noviembre, que afortunadamente igual se concretó. La ola amarilla revirtió la muerte política de Mauricio Macri cuyo candidato ganó el balotaje en la ciudad de Buenos Aires por una uña de diferencia. Si hubiera perdido su carrera política estaba concluida. Había perdido Santa Fe y no podía salir de ser un partido distrital. De pronto, en menos de tres meses, gobernará como hace 8 años la Capital Federal y ahora la Provincia de Buenos Aires o sea el 45% del PBI y casi la mitad de la población. Y tiene grandes posibilidades de hacerse cargo del gobierno nacional.
Es difícil determinar la magnitud de la ola kirchnerista-sciolista surgida desde el subsuelo de la sociedad y si finalmente el 22 de noviembre le alcanzará a Daniel Scioli para seducir a la historia. El impacto de pasar de alrededor de 10 puntos arriba en las encuestas para el 25 de octubre a estar abajo por una diferencia similar la semana siguiente de los comicios, es una cuesta pesada y cuya reversión significará una proeza.
Es difícil que se den dos milagros en tres semanas. Eso desde el punto de vista de la religión. Desde el punto de vista político es posible si el campo nacional y popular recupera el control remoto de la historia.
En las extensas caminatas por los derechos civiles de los negros en EE.UU, en manifestaciones multitudinarias por estados racistas, el rabino Joshua Heschel acompañaba a Martin Luther King en su lucha y afirmaba: “En esta larga marcha los que oraban eran mis pies”. En el caso de nuestro país, son los pies de la militancia territorial, de los voluntarios que se suben a los colectivos o que tocan los timbres convocando a un mañana, más promisorio, menos dramático, los que pueden torcer el resultado de las encuestas y conquistar un futuro que en caso contrario parece ubicado en el pasado menos recomendable.
Pero en el caso que el tiempo no alcance, que los esfuerzos tardíos resulten insuficientes, será el momento de reflexionar con aquella sabia afirmación del TALMUD: “Más vale encender una vela que maldecir a la oscuridad”