Han Kang, escritora surcoreana nacida en Gwangju en 1970 y reciente galardonada con el Premio Nobel de Literatura 2024, ha consolidado una trayectoria literaria que combina profundidad poética y un estilo inquietante, explorando temas de transformación personal y cuestionamientos sobre la violencia y la identidad.

Desde joven, Han Kang se identificó con autores que, como ella, buscaban respuestas a preguntas existenciales. Tras estudiar Letras en la Universidad de Yonsei y trabajar un tiempo como periodista, debutó con el relato El ancla escarlata, iniciando una carrera que la llevaría a desarrollar una obra literaria reconocida en múltiples idiomas. Entre sus premios se destaca también el Man Booker International, recibido en 2016 por La vegetariana, una novela que explora las drásticas consecuencias de una decisión personal de rechazo a la carne en un entorno familiar y social opresivo.

La vegetariana y La clase de griego, ambos publicados en español por Random House, son novelas en las que la autora entrelaza temas de aprendizaje, redescubrimiento y autonomía, profundizando en su búsqueda de una narrativa reflexiva y transformadora.

La vegetariana profundiza en el viaje radical y trágico de Yeonghye, una mujer aparentemente común en Seúl cuya vida da un vuelco cuando, tras una serie de pesadillas, decide dejar de consumir carne. Este acto, motivado por el horror que le causan sus sueños de sangre y carne, pronto se convierte en un símbolo de resistencia y alienación en un contexto donde las convenciones y el control social pesan sobre el individuo. Su historia es narrada a través de tres perspectivas: la de su esposo, su cuñado y su hermana, quienes ven su transformación desde sus propios deseos y frustraciones, lo cual otorga una mayor complejidad a la trama y una visión de los efectos del cambio de Yeonghye sobre quienes la rodean.

En la primera parte de la novela, la historia es relatada por el esposo de Yeonghye, un hombre apático y pragmático que reconoce haberla escogido precisamente por su aparente falta de brillo, convencido de que sería una esposa obediente y sumisa. Su reacción inicial al vegetarianismo de Yeonghye es de incomodidad, considerándolo un capricho que desafía la armonía de su vida estructurada. La transformación de Yeonghye, impulsada por sus pesadillas de rostros y sangre, lo desconcierta y la percibe como una amenaza para el orden familiar y social. La presión y hostilidad que él ejerce para que retome su dieta habitual simbolizan la represión de la autonomía femenina. Este conflicto culmina en un episodio violento durante una cena familiar, en la que Yeonghye se niega a probar la carne que sus familiares insisten en ofrecerle, desatando una reacción de desprecio y agresión.

La segunda parte se centra en el cuñado de Yeonghye, un artista casado con Inhye, la hermana mayor de Yeonghye. Este cuñado queda profundamente cautivado por la imagen de Yeonghye y su rechazo de la carne, interpretándolo como un acto de pureza y rebeldía que busca canalizar en su arte. Fascinado por la fuerza y la fragilidad de Yeonghye, quien empieza a desear ser una planta, el cuñado organiza una performance en la que pinta flores y hojas sobre su cuerpo desnudo, borrando las fronteras entre lo humano y lo vegetal. Su obsesión culmina en una transgresión que no solo destruye su matrimonio, sino que también deteriora aún más la estabilidad de Yeonghye, quien parece deslizarse hacia un estado de despersonalización y autodestrucción.

La tercera parte está narrada por Inhye, la hermana de Yeonghye, quien observa con un dolor creciente el colapso de su hermana. Inhye, quien siempre ha soportado su propia carga de sufrimiento y represión como mujer y madre en la sociedad coreana, comprende el dolor de su hermana pero también sufre la incapacidad de protegerla. A medida que Yeonghye continúa su transformación hacia un estado casi inanimado, deseando convertirse en un árbol y renunciando incluso al habla y a la alimentación, Inhye intenta mantener la conexión con ella. Sin embargo, se enfrenta a la dolorosa realidad de que no puede salvar a su hermana de sí misma ni del entorno que la rechaza.

Han Kang utiliza un estilo narrativo poético y visceral para plasmar en La vegetariana una poderosa reflexión sobre la identidad, el control corporal y la rebeldía. A través de los sueños y deseos de Yeonghye, Kang cuestiona las convenciones y las expectativas impuestas sobre las mujeres, mostrando cómo la represión y la incomprensión pueden llevar a la autodestrucción. La novela no solo revela el sufrimiento de una mujer, sino que también desnuda las profundas heridas y las disfunciones de una sociedad en la que cualquier desviación de la norma es vista como una amenaza. Un fragmento clave que sintetiza el conflicto interno de Yeonghye y su desgarradora búsqueda de pureza es su declaración: “No puedo soportarlo. No quiero que haya carne en mi cuerpo,” simbolizando su deseo de trascender una realidad que la asfixia y de convertirse en algo más que un cuerpo para el consumo y la dominación.

La clase de griego, por su parte, es una novela que explora el dolor, la búsqueda de identidad y el poder sanador del lenguaje. La historia sigue a Yun-hee, una mujer atrapada en el mutismo emocional y físico después de sufrir una serie de traumas personales: la muerte de su madre, su reciente divorcio y la pérdida de la custodia de su hijo. Yun-hee, una profesora de literatura y poeta, enfrenta un bloqueo del lenguaje tan profundo que interrumpe su vida y la aleja de sus relaciones. Para encontrar una salida a su silencio, Yun-hee decide inscribirse en una clase de griego antiguo, un idioma que le es ajeno y misterioso, como una forma de enfrentarse al vacío que la consume.

En el aula, conoce al profesor de griego, un hombre atento y paciente que, aunque al principio parece distante, va construyendo una conexión silenciosa y comprensiva con Yun-hee. Él enseña sobre la "voz media" del griego, una forma verbal en la que la acción del verbo recae sobre el sujeto, lo cual simboliza el viaje de autodescubrimiento y autocomprensión que Yun-hee está emprendiendo. También están otros estudiantes de la clase, como el estudiante de filosofía y el estudiante de posgrado en historia de la medicina, quienes, aunque tienen sus propios motivos para aprender griego, reflejan las luchas individuales por conectar y comprender algo mayor en sus vidas.

El tema central de La clase de griego es el poder del lenguaje como refugio y herramienta de autoexploración. La elección de Yun-hee de aprender griego antiguo no es accidental; su estructura compleja y sus significados profundos permiten a la protagonista abordar sus emociones desde una distancia segura. El griego se convierte en un lugar de introspección, en un espacio donde puede explorar el dolor sin exponerse a los juicios externos ni a la violencia del lenguaje cotidiano. La obra plantea cómo el lenguaje, más allá de ser una herramienta de comunicación, es una forma de habitar el mundo y de dar sentido al sufrimiento.

La introspección de Yun-hee, enriquecida por fragmentos como “No hay ninguna mecha encendida que haga explotar la pólvora fría cargada en su corazón”, muestra la intensidad y la contención de su dolor, reflejando una especie de combustión interna sin liberar. Han Kang utiliza imágenes líricas y potentes para dar vida al estado emocional de Yun-hee, quien describe su silencio como "una sombra sin cuerpo, como el tronco vacío de un árbol muerto". A través de la enseñanza del griego, Yun-hee encuentra una metáfora perfecta de su situación: una acción en la que sujeto y objeto se funden, en la que el dolor no es solo una experiencia pasiva, sino una carga que ella misma sostiene y alimenta.

Esta historia no solo es una reflexión sobre el dolor y la alienación, sino también sobre el poder transformador del lenguaje. Han Kang traza un retrato conmovedor de una mujer que, en medio de la devastación, encuentra en el estudio del griego un medio para recuperar el control sobre su propia narrativa y reconstruir su identidad. Yun-hee no busca una cura, sino un espacio seguro donde pueda redescubrir quién es, y en esta búsqueda, la novela ofrece una profunda meditación sobre cómo el lenguaje puede ayudarnos a reconectar con nuestra humanidad.

Han Kang, nueva Premio Nobel de Literatura, ha logrado conmover y desafiar a sus lectores con historias que desentrañan las profundidades del dolor humano y la resiliencia. Con una prosa que combina lirismo y brutalidad, la autora surcoreana nos invita a reflexionar sobre la libertad, la identidad y el lenguaje, abordando los confines de lo humano y el poder de la introspección. La vegetariana y La clase de griego, sus novelas más reconocidas en español, son ejemplos de cómo Kang transforma experiencias individuales de alienación y autodescubrimiento en reflexiones universales, dejando un legado literario que desafía y enriquece el panorama de la literatura contemporánea. Con este premio, no solo se consagra a Han Kang, sino que también se da a conocer una obra que ilumina rincones menos explorados de la experiencia humana, otorgando al Nobel un significado renovado al reconocer la voz de quienes expanden la sensibilidad y la profundidad de la literatura mundial. Es justo decir que, con Han Kang, el Premio Nobel gana tanto como la autora misma.