Ganar otra vez
Hoy hablaba en la radio con un senador radical, de los pocos todavía razonables y todavía sensible a los embates destituyentes, que decía que muchas de las cosas del gobierno le gustaban y otras las cambiaría. Cuando le pregunté qué cambiaría me respondió “más federalismo y más transparencia”. Y yo, que no soy muy vivo y que también me dejo psicopatear por el periodismo independiente no pensé en otra cosa que la transparencia de los actos de gobierno y demás sospechas republicanas que suenan tan puras en la boca estricta de Nelson Castro. ¿Y por qué no pensé en la transparencia de mostrar quién es el que gobierna de verdad? No pensé en la transparencia de las extorsiones de los medios a los políticos, la transparencia de la guita de las empresas detrás del poder judicial, la transparencia de la embajada de EEUU metiendo sus fichas todos los días, la transparencia del lobby de los fondos buitres con los periodistas y sus empresas patrocinantes. La transparencia de los negocios de los privados cuando se aprovechan de un estado corrupto. La transparencia del periodismo cuando nos informa.
Transparencia Internacional, una ONG creada para denunciar crímenes corporativos y corrupción política era representada en la Argentina por Poder Ciudadano, ONG cuya directora ejecutiva era Laura Alonso. Hoy Alonso –diputada del macrismo- revista en Vital Voices desde donde también vigila la corrupción. Una ONG independiente de todo y éticamente irreprochable que es financiada por el fondo buitre de Paul Singer, Walmart, Goldman Sachs, Exxon, Bank of America, el Banco Mundial y el Departamento de Estado de ya sabemos qué estado. Es raro encontrar que estos dispositivos de control de corrupción descubran que los directivos de una AFJP se llevan la plata en bolsas. O quiénes son y cuánta plata le ponen en el bolsillo a un funcionario cuando endeuda a un país. No se les ocurre ver si un grupito de jueces se confabula en contra del poder ejecutivo. Tampoco buscan transparencia en un vicepresidente norteamericano que manda tropas a Irak para mejorar su performance como petrolero. No suelen enterarse si algún fabricante de armas se comporta de manera poco transparente. Creo que tampoco transparentan mucho cuando una corporación dueña de medios de comunicación opera de manera brutal en contra de un gobierno surgido de elecciones limpias. Y si no recuerdo mal, no fue una ONG la que descubrió a las empresas que fugaban miles de millones de dólares vía el HSBC.
Uno piensa en la oposición política y siente que está cerca de llegar a una conclusión general sobre su calidad democrática. Una conclusión compleja, que siempre parece apresurada o desmesurada. Casi injusta. Pero lo cierto es que cuesta encontrar en esa tropa a algunas personas que estén conscientes de que para defender el sistema político deben defender a este gobierno de los ataques del capitalismo antidemocrático. Ataques que pueden ser golpistas o no, pero que sin duda configuran una extorsión hacia el futuro. Un futuro donde la gobernabilidad vuelva a tener una dinámica alfonsinista, garantizada únicamente por la capacidad que tenga ese gobierno de ceder a las demandas de las fuerzas del dinero. Cuanto más lejos esté el gobierno de los poderes fácticos, más difícil será su gobernabilidad. Pero supongo que ya habrán anotado las palabras de la presidenta sobre la comodidad que deja su gestión: un gobierno incómodo para los políticos en funciones y cómodo para el pueblo. Esa es la otra gobernabilidad que se va a jugar aquí.
El domingo 1º de marzo en la Plaza del Congreso había una bandera que decía “el candidato es el proyecto”. Y me gustó. Pero me gusta pensar que antes habría que sostener una bandera que dijera “el candidato es la política”. Que mientras un gran sector no quiera levantar esa bandera por miedo a las represalias de los poderes establecidos, no podremos abandonar este duro binarismo del cual nos acusan. Y tendremos que seguir siendo estos binarios que sabemos que finalmente hay dos opciones para elegir: un gobierno democrático que represente al pueblo, o un gobierno impostor que represente a los poderes del capital concentrado usando un sello partidario cualquiera. Da mucha pena y mucha bronca que las cosas estén resultando de esta manera. Porque de ser diferentes, uno podría quedarse medianamente tranquilo pensando que si el FPV perdiera las elecciones, bueno: vendría otro partido político a gobernar según sus ideas. Otras ideas, diferentes, pero igualmente democráticas.
Lamentablemente mientras esto no ocurra, sabemos que la única opción que nos queda es volver a ganar las elecciones. Y eso es lo que vamos a tener que hacer, nos guste o no nos guste ganar. Pero yo creo que nos va a gustar. Otra vez.