Entre Baruch Spinoza y Sherlock Holmes
Las encuestas, los principales medios de los EE.UU, el poder financiero con sede en Wall Street, y sus similares en la Argentina, es decir, el establishment económico y los medios dominantes locales apostaban por el triunfo de Hillary Clinton. Producido el resultado en favor de Donald Trump, el llanto en la Argentina inundó a los medios de todas las tendencias. Esa rara coincidencia, ese contubernio de posiciones ideológicas opuestas, lleva a tomar ciertos recaudos. La sorpresa disminuye de tamaño cuando se analizan las políticas neoliberales desde la presidencia de Ronald Reagan y las consecuencias devastadoras de la globalización en el propio EE.UU y en el planeta en general. Tal vez la situación puede quedar reflejada en una frase que Arthur Conan Doyle puso en boca de su detective estrella Sherlock Holmes: “Cuando aparten lo imposible, lo que resta por improbable que parezca, es la verdad”. Una vez que el establishment financiero vendiera la imposibilidad del triunfo de Trump, apartada esa imposibilidad, lo que resta por improbable que hubiera parecido, esa es la verdad.
Eso ha originado estupor y bronca, que son dos condiciones incompatibles con el intento de analizar un hecho político, más aún cuando el mismo tiene la trascendencia de este. Es el momento que resulta imprescindible seguir el consejo del filósofo holandés –judío del siglo XVII, Baruj Spinoza: “En política no hay que reír ni llorar; sólo comprender”
El resultado de las elecciones es una profunda crítica al sistema económico norteamericano, que encontró en Trump sólo un instrumento para expresarlo. Ya en la interna del partido demócrata se había dado una señal significativa cuando un candidato, Bernie Sanders, ingresado en la contienda a último momento, con un discurso de izquierda para los EE.UU, acumuló más de trece millones de votos, contra lo acumulado por Hillary Clinton que sumó casi 16 millones ochocientos mil votos, estableciendo una relación de 43% a 55%. Es decir: un sector importante del partido en el gobierno expresaba a través de un candidato accidental su enorme malestar por un país que se desindustrializó, al punto tal que el empleo industrial cayó 30% en los últimos quince años, situación que fue interpretada con precisión por el candidato republicano. Trump interpeló al EE.UU profundo y rural; a los pueblos que vegetan luego de que sus industrias levantaron campamentos; a los trabajadores que recuperaron su trabajo pero de mucho menor jerarquía e ingresos; a los millones que viven del seguro social; a esos que sobreviven con changas ocasionales después de haber perdido un trabajo estable, todos los cuales han perdido la confianza en el sueño americano de la movilidad social ascendente. Esos son quienes le dieron el triunfo al candidato republicano. Incluso estados tradicionalmente demócratas como los que ahora se denominan Rust Belt ( Michigan, Wisconsin, Iowa, Indiana, Tennessee, Ohio) se volcaron hacia el candidato republicano; aún con situaciones como la de Ohio (con un gobernador republicano contrario a su candidato presidencial), donde estuvieron radicados proveedores de autopartes para una industria automotriz que se ha fugado, le dio un claro triunfo a Trump.
La primera advertencia fue la muy buena elección de Sanders. Luego Trump fue el instrumento utilizado por las víctimas de la desindustrialización, de las mineras cerradas, de la tecnificación y de la globalización a quienes les habló y prometió reinsertar.
Enarboló el regreso a un proteccionismo intenso, un nacionalismo que levante la autoestima nacional y recuperar la hegemonía mundial afectada por el intenso crecimiento chino de las últimas décadas.
La paradoja es que un multimillonario triunfador dentro del sistema termine siendo el instrumento que increíblemente represente a los desplazados o ninguneados, un candidato que fue presentado como el antisistema. Aquella añeja afirmación que la historia escribe derecho sobre renglones torcidos, es lo que llevó a que una figura en muchos aspectos repelente termine siendo un representante de un EE.UU que intenta reconstruir su industria contra una candidata que representaba a la quintaesencia del capitalismo más depredador que es precisamente el financiero. El sector productivo herido queda encarnado por un candidato discriminatorio, soez, chabacano, misógino, que impulsa la campaña anti inmigratoria, que llegó a afirmar que los mejicanos son violadores o narcotraficantes, que prometió prohibir el ingreso de musulmanes y que admitió en un video que manosea mujeres por encima del consentimiento de las mismas. Todo lo políticamente incorrecto formó parte del discurso del candidato ganador. Pero por coincidencia ideológica o por bronca hacia lo existente, una parte significativa del electorado norteamericano coincidió con Trump.
En su discurso económico hay incoherencias significativas como proponer bajarles los impuestos a los ricos para incentivar a que los mismos inviertan. Una versión de la teoría del derrame profundamente equivocada.
Sin olvidar que es un país con una legislación laboral precaria, sin indemnización por despido, sin vacaciones pagas ni aguinaldo, con cuarenta y siete millones de pobres y otro tanto excluidos de los servicios de salud. En ese país con elección indirecta, Trump ganó por conseguir 306 votos electorales contra 232 de Hillary una diferencia de 74, a pesar que la derrotada obtuvo 253.467 votos más que el ganador.
Algunas repercusiones de lo sucedido
La carrera electoral de Trump ha llevado a quemar muchos de los textos escritos por los asesores electorales y cuestionar las estrategias de los que diseñan presuntamente en forma científica las campañas.
Marc Fisher, columnista del Washington Post, que como todos los grandes medios jugó a favor de Hilary, escribió después de conocidos los resultados: “Trump ganó porque entendió que su celebridad lo ponía a resguardo de los estándares más estrictos que rigen el comportamiento de los políticos de carrera, que si derrapan una vez quedan afuera. Ganó porque entendió que sus actitudes ultrajantes y sus comentarios destemplados no hacían más que consolidar su reputación de hombre que canta las cuarenta sin rodeos y logra que las cosas se hagan. Y ganó porque se había pasado los últimos 40 años cultivando la imagen de un tipo que es tan rico, está tan enamorado de sí mismo, es tan audaz y tan impredecible que es capaz de actuar sin importar lo que digan o hagan los poderes establecidos” Y luego analiza el escenario sobre el que influye Trump: “Lo único que tenía que hacer….era conectar con los temores y frustraciones de una nación que se sentía humillada por la globalización, el terrorismo, los vertiginosos cambios demográficos y una revolución tecnológica que enriqueció y lanzó a la fama a los chicos con altos puntajes escolares, pero que dejó a millones de norteamericanos sin trabajo, víctimas de las últimas aplicaciones móviles, del traslado de las fábricas al extranjero y de un arrasador cambio en la naturaleza del comercio y de las relaciones sociales”.
Peter Goodman, columnista del New York Times, otro medio favorable a Hillary reflexionó: “Una insurrección populista está cobrando fuerza en gran parte del mundo y sus reclutas son la clase media y obrera, que se sienten relegadas por la globalización. Este levantamiento amenaza con subvertir el orden económico que predomina desde la Segunda Guerra Mundial….Con el pasmoso ascenso de Trump, el mandato fundamental del electorado fue poner freno al libre comercio”.
Paula Lugones, enviada por Clarín al Estados Unidos profundo, reflejó en varias crónicas esta situación. Así el 3 de noviembre bajo el título “En Indianápolis, las fábricas emigran y los obreros sin trabajo se van con Trump, escribió: “Tiene 32 años y casi la mitad de su vida la pasó trabajando en la fábrica de aire acondicionado Carrier aquí, en Indianápolis. Él ingresó a la empresa –ubicada en el este de la capital del estado Indiana, famosa por la carrera de autos- dos semanas después de terminar la escuela secundaria, a los 18. En este lugar, como en muchos de la América profunda, pocos jóvenes se plantean ir a la Universidad: la inmensa mayoría va a trabajar a alguna fábrica. Así funcionaba la vida en el “Rust Belt”, o el cinturón industrial de los Estados Unidos antes de la crisis. Pero ya nada es como antes en esta zona olvidada del país, que será clave en los comicios …Jeans, campera de hockey sobre hielo, botas de trabajo, aritos, TJ Bray está casado, tiene dos hijos y es instalador en una línea de ensamble. Gana unos 22 dólares por hora, más seguro médico y otros beneficios sociales. Pero su mundo previsible estalló en pedazos a principios de año cuando la fábrica anunció sorpresivamente que cerrará para instalar su producción en México, donde a un obrero pueden llegar a pagar sólo 3 dólares por hora”.
En una nota publicada después de las elecciones, la periodista Paula Lugones describe algunas características del ciudadano de los EE.UU profundos: “Es la voz poco conocida del estadounidense que salió del secundario y busca empleo en la fábrica del pueblo porque ir a la Universidad es caro, o directamente no pertenece a su mundo. Es el que prefiere la cerveza y las costillas con barbacoa a la comida gourmet y que no sabe distinguir entre un pinot noir y un merlot. Es el que va a misa los domingos y lleva la Biblia en la guantera del auto donde quizás también lleve un revólver para defenderse.”
El periodista Joe Bageant, nacido en Virginia, en su libro “Crónicas de la América profunda. Escenas de la lucha de clase en el corazón del imperio” publicado en Argentina por Editorial Marea en abril del 2009, año en que fue elegido Obama escribió: “No van a encontrar en este libro con nadie (excepto yo) que haya votado por Obama. El tema de la tortura nunca molestó a esa gente, de donde yo vengo y a quienes les debo tanto. Esto no es porque sean crueles de nacimiento, aunque su vida como parte de la clase sumergida de Estados Unidos los haya embrutecido bastante. Es porque ellos estaban –y todavía están- convencidos de que la falsa guerra contra el terrorismo es una guerra real y que las guerras reales se hacen para ganarlas, a como de lugar. Caguémonos en la Convención de Ginebra y al carajo con esas delicadezas como los derechos constitucionales…..no tienen la menor idea del contenido de la Constitución de los Estados Unidos, salvo la Segunda Enmienda que protege su derecho a poseer armas de fuego”
El analista de política internacional Marcelo Cantelmi, el 5 de noviembre escribió en Clarín: “El dato político es la presencia de una amplia clase media frustrada, incluyendo profesionales universitarios, que resienten la pérdida de la movilidad social que caracterizó la etapa de sus padres. El nuevo empleo que logró desarrollar Barack Obama redujo la tasa de desocupación, pero es peor pagado, con mayor precariedad y menor calidad laboral.”
Noam Chomsky, el notable lingüista norteamericano sostiene que “Trump es muy hábil a la hora de incitar al miedo. Su uno observa a los que lo apoyan, son en su mayoría blancos de medios o bajos ingresos, poco educados. Curiosamente, entre estos grupos, las tasas de mortalidad son altas. Muchos sienten que no hay nada para ellos. Hasta la irrupción de Trump en la escena política habían perdido toda esperanza. Son personas que piensan que se les ha quitado todo. Creen que les han arrebatado su país y que pronto los blancos serán minoría. ….Creen que el movimiento feminista les ha quitado su rol en las familias patriarcales. De ahí creo que viene tanto fanatismo por las armas. Tienen que tener armas para mostrar que son hombres reales…”
Ignacio Ramonet caracteriza al nuevo presidente norteamericano: “Mejor que nadie, percibió la fractura cada vez más amplia entre las élites políticas, económicas, intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado conservador, por la otra. Su discurso violentamente anti-Washington y anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos, poco cultos, y empobrecidos por los efectos de la globalización económica. Hay que precisar que el mensaje de Trump no es semejante al de un partido neofascista europeo. No es un ultraderechista convencional. Él mismo se define como un «conservador con sentido común» y su posición, en el abanico de la política, se situaría más exactamente a la derecha de la derecha
Sobre el incremento de la desigualdad escribió el sociólogo Ricardo Rouvier para la Tecla Ñ: “En 1994 las cien compañías norteamericanas más grandes producían más de un tercio del PBI mundial; mientras que en el 2013 este número creció al 46%. Sin embargo por efecto de lo global, parte de este avance de la concentración es producto también de la permanente división internacional del trabajo que ubica a las fábricas fuera del territorio de los países centrales, buscando optimizar su tasa de ganancia en los terrenos periféricos. Es decir, el progreso de las corporaciones va en contra de la estabilidad de la clase trabajadora norteamericana, porque se apela a la fuerza de trabajo china, india o latinoamericana. Tenemos al desnudo al capitalismo y sus contradicciones. La mitad de la renta mundial la posee un 1% de población, la otra mitad se la reparte el 99% restante. Solamente 85 personas tienen más riqueza que la mitad más pobre de la población a nivel mundial. En los EEUU durante las últimas décadas, la riqueza se fue concentrando en el 1% de los estadounidenses, que ostentan la obscenidad de U$S 27 millones anuales, de ingresos medios, por familia, mientras que ese mismo índice para el 90% de los hogares estadounidenses alcanza a U$S 31.000 dólares por año, según datos de la Universidad de California - Berkeley. Trump ingresó furtivamente en los intersticios del muro capitalista, en el que conviven la solidez y la estabilidad, con las grietas que produce su propia dinámica.”
Sobre el efecto depredador del capitalismo financiero, escribió con notable claridad y precisión el politólogo José Natanson en Le Monde Diplomatique, medio que dirige, apuntando que en su origen el sistema financiero le trasfundía sangre al sistema productivo. Ahora no sólo no le da sangre sino que se la saca, es como si la cola es la que mueve al perro.
El periodista Gabriel Fernández apuntó que “las zonas rurales favorecieron a Trump mientras que las urbanas se inclinaron -sin demasiado entusiasmo- por la demócrata Hillary Clinton….Trump se relacionó adecuadamente con preocupaciones, temores y esperanzas de las franjas humildes y las capas medias bajas……Trump no recibió el apoyo de los grandes poderes, direccionó sus dardos sobre migrantes, derechos civiles y progresistas en general, lo cual resulta una salida infantil por reaccionaria.”
La notable hazaña de ganar contra todos
Dejando de lado emociones y prejuicios, el rechazo que produce un personaje que cuestiona derechos que a la civilización le ha costado luchas y muertes, su recorrido electoral ha sido una epopeya. Se impuso a 16 candidatos republicanos que lo ridiculizaron y menospreciaron, a buena parte de su mismo partido, a los principales medios del país, a los sectores económicos poderosos, a Wall Street, a la inmensa mayoría de la opinión pública mundial, incinerando todo lo escrito sobre cómo debe actuar un candidato para ganar las elecciones. Reitero la paradoja: un ganador del sistema se presenta como candidato antisistema.
Otra paradoja es que si esta larga etapa del neoliberalismo iniciada por Reagan en EE.UU y Thatcher en Gran Bretaña con sus consecuencias devastadoras, han encontrado respuestas políticas y económicas expresadas en una reacción ante el libre cambio y una vuelta al proteccionismo como el alejamiento del mercado común europeo en el primer caso, conocido como Brexit, y el imprevisto triunfo de Trump en el segundo.
La tercera paradoja es que minorías afectadas por la prédica del candidato finalmente ganador, como los latinos y afroamericanos, votaron en porcentajes llamativos como en Florida, a favor del que los discriminaba. Tal vez la explicación ahí está en la figura del colectivo lleno. Los que ya están adentro se vuelven en contra de los de su mismo origen que quieren subir, para seguir viajando cómodamente.
También no debe descartarse que muchas de las propuestas más irritativas se moderen en el ejercicio del poder y que cualquier presidente norteamericano tiene un poder muy relativo. Puede predecirse que cuando se conozca el gabinete de Trump, sus similares de Argentina y Brasil parecerán integrados por militantes de la Cuarta Internacional. Que habrá un acercamiento desconocido entre EE.UU y Rusia, un fuerte enfriamiento con China, un congelamiento de los acercamientos con Cuba y posiblemente una ofensiva contra Venezuela. Muchas de sus propuestas ( proteccionismo, acuerdos con Rusia, desandar el camino de libre comercio ) entran en contradicción con su propio Partido Republicano. Si esto finalmente se exterioriza en confrontación, cobra fundamental importancia el vicepresidente Mike Pence, obediente a su partido
Simultáneamente sus promesas de cerrar la economía y dinamitar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA) y el El Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) dejan en situación desairada algunas de las estrategias diseñadas por el gobierno de Mauricio Macri que apostó a Hillary Clinton.
Entre Baruch Spinoza y Sherlock Holmes
La nota ha intentado recorrer el camino señalado por Baruj Spinoza y Sherlock Holmes.
No significa que lo haya conseguido. Me conformo con haberlo intentado. Entender un fenómeno complejo superando prejuicios y no adscribiendo a pie juntillas al pensamiento mayoritario en todo el mundo occidental. No me entristeció ni celebré el triunfo de Trump, que había pronosticado, ni me produjo la mínima tristeza la derrota de Hillary Clinton. Además resulta hipócrita no recordar que en la misma silla que se sentará Trump, posaron sus nalgas entre tantos otros personajes menores y siniestros los dos Bush.
Pero si finalmente Trump le da la razón a tantos periodistas, políticos, ensayistas y escritores que puede resumirse en lo expresado por el escritor chileno Ariel Dorfman en Página 12 del 10 de noviembre: “Al elegir a Donald Trump, un predador ignorante, mendaz y matón, un racista que odia y teme a los latinos, a los musulmanes y a las mujeres, un hombre que no cree que el planeta esté en peligro de extinguirse por razones climáticas y que va a aumentar la aflicción y desventura de los habitantes más necesitados de su país y del mundo entero, América ha revelado su verdadero ser. Estoy, como tantos norteamericanos y tantos más en el mundo, estupefacto, pasmado, enfermo de asco.”
En ese caso, habrá que acudir a Gustavo Flaubert para sintetizar la situación: “El futuro es lo peor que tiene el presente”