Elecciones en Brasil y Uruguay: la disputa geopolítica continental
Las próximas elecciones presidenciales en Brasil y Uruguay, fechadas el 5 y 26 de octubre respectivamente, constituirán importantes momentos de definiciones no sólo para la política interna de ambos países, sino también para América Latina en su conjunto, y, especialmente para los procesos de integración creados en la región desde inicios del Siglo XXI.
Ocurre que, por primera vez desde que el Partido de los Trabajadores y el Frente Amplio llegaran al gobierno -en 2002 y 2004- ambos proyectos enfrentan, a esta hora, fuertes oposiciones de la llamada “nueva derecha” en estos países, con serias chances de disputar voto a voto estas elecciones. Al menos, por las proyecciones conocidas, tanto Rousseuff como Tabaré Vázquez deberían ir a sendos ballotages para definir su suerte, muy lejos de lo que seguramente suceda en Bolivia el próximo 12 de octubre -donde se prevé un cómodo triunfo, sin atenuantes, de Evo Morales, de acuerdo a las encuestas-.
Ahora bien, ¿cómo se llegó a este escenario de tamaña paridad? En Brasil, hubo un antes y un después de la trágica muerte de Eduardo Campos, tras la caída de su avioneta un mes atrás. Desde allí, con la confirmación de que su candidata a vicepresidenta, Marina Silva, encararía la elección, la otrora ecologista subió repentinamente en los sondeos, con su difuso programa de gobierno a cuestas y el apoyo de grandes medios de comunicación y empresarios del vecino país.
En Uruguay, a su vez, el joven Lacalle Pou venció con holgura al histórico Jorge Larrañaga en las internas del Partido Nacional. Así, pasó a ser la “cara joven” de uno de los partidos tradicionales del país, intentando “refrescar” sus propuestas y dejando a Bordaberry -opción conservadora clásica, del Partido Colorado- muy atrás en las preferencias electorales.
Una similitud tanto de Silva como de Lacalle Pou es el intento de no hacer una crítica frontal a los programas sociales que tuvieron lugar tanto en Brasil como en Uruguay durante la aparición de los gobiernos posneoliberales. Sin embargo, si enfocaron sus críticas en una supuesta “injerencia” fuerte del Estado en las economías -algo que, paradójicamente, explica en buena parte que los programas sociales que ambos a su forma reivindican, puedan tener lugar-.
Otra punto en común tiene que ver con las propuestas de política internacional, y especialmente regional, de integración continental, que ambos promueven: hablamos de un acercamiento al bloque de países que constituyen la denominada Alianza del Pacífico -México, Perú, Colombia y Chile- y de amenazas veladas, en ambos casos, respecto al Mercosur y su futuro, uno de los principales vectores integracionistas en la última década, junto a la Unasur. El caso de Marina es el más elocuente: en su programa electoral habla de los peligros que significa para Brasil el “proteccionismo” de Argentina, haciendo referencia a su idea de que Brasil pueda avanzar velozmente en un tratado preferencial con la Unión Europea.
Por estos factores que venimos analizando, es de esperar que la disputa electoral en ambos países tenga relevancia e implicancia a nivel continental. Las primeras vueltas en ambos países dispararán que, en cada país de la región, las fuerzas sociales y políticas se posicionen de cara a la contienda: ya sea a favor de que los gobiernos posneoliberales puedan mantener sus proyectos -y a su vez se consolide la integración regional autónoma- o bien en apoyo a las “nuevas derechas” que buscarán transitar una cierta restauración conservadora al interior de estos países, con el consiguiente impacto regional que esto tendría.