El revoleo
El problema es el revoleo. Tres horas y 39 minutos le llevó a ella. Y le quedaron afuera decenas de temas. Yo le veía los papeles, desde un piso más arriba. Preguntaba la hora y se desesperaba al darse cuenta que todo lo que guardaba en las carpetitas transparentes no iba a formar parte de su discurso inaugural de las sesiones legislativas. Que la deuda sobre el PBI, de 2007 a hoy, había pasado a signo negativo de 11%; que después de 9 corridas cambiaras había 31456 millones de dólares de reservas; que en 2018 estaremos pagando sólo 1000 millones de dólares; que el crecimiento de la deuda en el mundo fue del 280%; que uno de los 6 países que creció en recepción de turistas fue el nuestro; que Aerolíneas Argentinas pasó de tener 26 aviones operativos en 2008 a 70 en 2015; que se está construyendo el quinto hangar y que el primero data de 1949; que el salario mínimo argentino es el más alto de América Latina; que desde 2004 a 2014 se aprobaron 48 leyes laborales y ninguna vergonzante para quienes piensan que los derechos de los trabajadores es suelo firme y no sarasa; que el Banco Hipotecario dio en toda su historia un millón de créditos y que el PROCREAR en sólo unos años ya otorgó 200 mil; o que el 20% de la facturación de los supermercados proviene de los productos del programa “Precios cuidados”.
Datos. Daros duros. Números. Cifras de las cuales agarrarse para dar una discusión. Guarismos, discutibles como todos en tanto se confíe o no en la fuente que los suministra. Pero una propuesta, un punto de partida para el debate. Un piso alto para iniciar cualquier discusión.
Porque el problema es el revoleo. Me irrita, me crispa, reconozco. Puede llegar a enfurecerme al punto de correrme del eje racional. 3 horas y 39 minutos de información, explicación geopolítica, posicionamiento, reclamos durísimos en lo que es el juego de la palabra internacional, precisiones, pedidos de explicaciones, tiros al blanco, para que menos de 24 horas después, el tono de la polémica con que pretenden hacerle frente al discurso presidencial fuese: “Yo digo", "Me parece", "A mí me suena", “Llueven comentarios”, “¿Ustedes no ven que hay un montón de gente?", para citar sólo unas poquísimas de las berretísimas intentonas de contra argumentación de ciertas voces de la TV. Menos de un día para que de boca, nada menos, que del Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación saliera el categórico y sobre todo hiriente “cosa juzgada” para referirse al atentado contra la Embajada de Israel, una causa no sólo no cerrada, sino especialmente abierta a través de la sentencia que él mismo firmó el 13 de diciembre de 2006 junto con Enrique Petracchi, Elena Highton, Carlos Fayt, Juan Carlos Maqueda, Raúl Zaffaroni y Carmen Argibay, en la cual dijeron cortito y textual: “seguir adelante con la investigación” y que “no es procedente la extinción de la acción penal”. O tener que leer hace un par de días de pluma de una de las firmas más importantes del diario más influyente que “lo que perdura es la muerte de Nisman sobre la Presidenta y su gobierno”, afirmación cuyo sustento es “cuando uno tiene la impresión”.
Porque el problema es el revoleo. Que la testiga Natalia, que el tiro fue primero a 15 y luego a un centímetro de distancia, que le dispararon en la nuca, que se excede la Presidenta al dudar del suicidio, que las voces oficiales sólo aceptan el suicidio como posibilidad, que la quieren correr a la fiscal Viviana Fein, que la defienden a la fiscal Viviana Fein, que con Irán iba a haber comercio de petróleo a cambio de granos, que Héctor Timerman le iba a pedir (pero no le pidió) al FBI que bajara las alertas rojas, que Irán construye armas nucleares y de destrucción masiva y que Luis D´Elía tiene montada una diplomacia paralela.
La estrategia –ya se ve con claridad después de varias semanas de zozobra- es: si no puedes con ellos, si no los puedes vencer, confúndelos. Y en eso andan: revolean. Lanzan pareceres como si fueran dogmas que no superan el nivel Pelopincho de profundidad de argumentación. Pero les sirve en el juego del “siga-siga”, del “todo pasa” y del gesto de la moral de la trompita indignada.Lo mechan, lo instalan y, mientras, la gilada repite gustosa.
Revolean. Revolean impresiones presentadas como información. Revolean mentiras vestidas de noticia. Revolean presuntas responsabilidades como culpabilidades probadas. Y revolean personas junto con su honor y su historia.
Para que quede claro: me cae tan simpático el trato que se le brinda a las mujeres en países como Irak, Irán o Pakistán como lo que hace Estados Unidos con los detenidos en la cárcel de Guantánamo. Es decir, nada. Ahora, ¿en este mundo híper complejo, de una nueva guerra fría bastante tibiecita, con Estados débiles y corporaciones -financieras, de armas y de medios- que sopapean a los líderes electos, será la porción lo que determine la política hacia el todo?
En la novela circulante de agentes de inteligencia con pechera de La Cámpora, Luis D´Elía es el hombre que entregaría los designios de la patria al rigor de Teherán. Porque cuando reina la confusión, esa nueva arma de destrucción masiva, se asusta sencillito. Hagan la prueba: busquen al más morocho que tengan cerca, de ser posible que tenga prototipos de estigmatización pública -pero poca escucha en cuanto a sus reflexivos pareceres-, que sea popular entre otros ya tipificados –pobres y “cabecitas”, de ser posible- que diga lo políticamente incorrecto, que no guarde las formas en nombre del estándar del quedar bien televisivo, que sea amigo de personas con turbante y que se haya estrechado en un abrazo varias veces con Hugo Chávez. Combinen todo eso y tírenselo cual resultado de la carga de un camión atmosférico sobre su honra y sobre su familia. Y háganlo frente a ojos de quienes no tienen la más mínima idea de qué es la solidaridad en un barrio del segundo cordón. Tienen ahí al monstruo perfecto. Y para que la operación no pueda ser derrotada, no permitan que ese Frankenstein -creado a escala de la horrorización de la parte más banal de la clase media- tenga tiempo para hablar, explicar y discutir con calma.
Lo dijo él y lo acepta Clarín: para conocer los vínculos de Luis D´Elía con Irán no eran necesarias las escuchas. Bastaba con conversar con él 10 minutos o escucharlo en su programa 7 punto cero, que ya cuenta en el aire con varios añitos.
D´Elía tuvo con el juez Daniel Rafecas un entredicho hondo. Pero eso no corrió al magistrado de la cordura mínima necesaria para abordar un tema de semejante gravedad. En su sentencia de desestimación de las acusaciones Nisman/Pollicita escribió: “es de público y notorio que el nombrado profesa una gran admiración por Irán, y se ha convertido, al menos en los últimos diez años, en un gran defensor de todas las iniciativas de ese país, incluyendo la defensa acérrima que desde siempre hizo de Irán, negando toda vinculación con el atentado a la sede de la AMIA (…) Sus apariciones públicas en este aspecto han sido muchas. En noviembre de 2006, esta afinidad le costó el cargo que detentaba en el Estado Nacional (…) Desde aquel entonces, D’Elia no es más funcionario, aunque es bien sabido que asiste en forma asidua a casa de gobierno para actos, y que sigue vinculado, con intermitencias, al oficialismo en el mundo de la política. Sirva esto como introducción a la cuestión que aquí nos atañe, que es la de verificar si de los elementos reunidos en el expediente, surgen pruebas o indicios comprometedores, al menos, de una ideación, instigación o preparación a un delito de encubrimiento que, como ya vimos, nunca existió. Al respecto, con lo único que se cuenta es con las escuchas telefónicas. De un estudio pormenorizado de las mismas, especialmente las invocadas por el Dr. Nisman en particular en su dictamen, surgen claras varias conclusiones:
-D’Elia, entre 2011 y 2013, tenía acceso a despachos y a funcionarios del gobierno nacional, como Julio de Vido y Andrés Larroque, con quienes tiene un trato cordial.
-En ciertas ocasiones, fue el portavoz ante Khalil de la postura del gobierno argentino en torno al Memorándum; y viceversa, supo recoger de éste, una y otra vez, los reclamos y frustraciones de la posición iraní ante la inflexibilidad de la Argentina en punto a las notificaciones rojas.
-De los demás aquí denunciados, D’Elia no tiene relación ni contacto demostrado ni con Bogado, ni con Esteche, ni con Yrimia. Sólo con Khalil, con quien conversa en numerosas ocasiones. Tampoco aparece ninguna vinculación con Timerman ni con la Cancillería. Y de su relación con la Presidenta, más allá de algunas jactancias de su parte, de las escuchas tampoco surge que haya mantenido nunca ningún contacto directo con ella, sea personal, o telefónico. Eso es todo. Más allá de su simpatía y reivindicación del régimen iraní, de sus viajes a ese país, de sus contactos personales con los prófugos, y pese a que durante varios años se intervinieron los teléfonos en busca de evidencia comprometedora, no aparece, en el caso de Luis D’Elia, ninguna evidencia que lo involucre siquiera en la ideación, instigación o preparación de un futuro encubrimiento del atentado a la AMIA”.
Terminante. Y no de puño y letra de un juez de la Yijad, sino de un hombre de la justicia argentina reconocido en el mundo por su estudio y especialización en la cuestión judía y particularmente del Holocausto.
Hicieron que D´Elía diera miedo. Pero muy pocos se horrorizaron o alzaron lo suficientemente alto al voz ante lo hecho y dicho esta semana por el premier israelí Benjamín Netanyahu, cuando como un inquisidor de las cruzadas le faltó el respeto a todo el sistema político de los Estados Unidos. Y de la mano de la derecha más recalcitrante de ese país gritó como un desaforado no sólo contra el acuerdo que está elaborando la Casa Blanca con la República de Irán, sino contra el presidente Barak Obama. Más de 50 representantes de la bancada demócrata se retiraron en una actitud que cuidó al menos algo de dignidad.
Imaginemos por un minuto que el premier no era el hombre fuerte de la guerra en Medio Oriente, sino un presidente latinoamericano e irrumpía de semejante modo ante los representantes de un Congreso que no fuese el de su país. De las pestañas se los llevaba el servicio secreto. Pero claro, aquí se trató de uno de los mandarines de los marines. Era el otro lado de la mecha.
“Sin precedentes”, dijeron algunas voces criteriosas y enojadas y que no ahondaron porque no pueden romper el vínculo Israel-Estados Unidos. “El Señor Seguridad fue a Washington y mostró su verdadera psiquis”, dijo Arabiya Noticias. Isaac Herzog, el líder opositor en Israel, sostuvo que “Netanyahu aislará a Israel con este discurso” y que “su política es una bomba de tiempo”. Y el propio Barak Obama fue claro: “no aportó nada nuevo ni propuso alternativas viables a las conversaciones. No es la primera vez que Netanyahu dice algo que luego es desmentido”. “Si somos exitosos, entonces éste será el mejor acuerdo posible para impedir que Irán tenga un arma nuclear", declaró Obama a periodistas en el Salón Oval.
Vale la pena detenerse en dos cuestiones centrales aquí: 1) Menos de un mes después de que en 2012 Netanyahu advirtiera a la Asamblea General de la ONU que Irán ya había llegado al 70% en sus planes para construir un arma nuclear, el servicio de inteligencia de Israel concluyó que Irán "no está realizando una actividad necesaria para producir armas”. Un cable secreto obtenido por la Unidad de Investigaciones de Al Jazeera reveló que el Mossad envió un cable de alto secreto a Sudáfrica el 22 de octubre de 2012, que establecía la evaluación "resultado final" del programa nuclear de Irán. El cable de la Mossad dijo que los científicos de la república islámica están "trabajando para cerrar las brechas en áreas que parecen legítimas, como los reactores de enriquecimiento" y que “las pistas propias como las de la Inteligencia Nacional de Estados Unidos no han encontrado pruebas de que Irán haya tomado -hasta ahora- la decisión de utilizar su infraestructura nuclear para construir un arma, o que haya revivido los intentos en la investigación de diseño de ojivas que los EE.UU. habían sostenido que fueron dejadas de lado en 2003”.
2) Obama está trabajando con Irán en un intento de acuerdo para la no proliferación de armas nucleares. El diario –que todos sabemos pro iraní, por supuesto- La Nación nos mostraba estos días al Secretario de Estado John Kerry junto al canciller iraní Jarad Zarif en Teherán mientras Netanyahu bramaba en un Congreso al que no había sido invitado por el presidente Obama sino por la oposición republicana. También leíamos en este diario mitristo-yihadista que: “tan extremo fue lo que sucedió en Washington que por un momento parecía que el presidente era Netanyahu y no Obama”, según el textual de la corresponsal de La Nación que, como todos conocemos, es miembro de una célula desacatada del Hezbolah pro iraní.
Estados Unidos está negociando con Irán, dicen, que por la no proliferación nuclear para fines armamentísticos. Puede ser. Pero lo cierto es que la potencia militar más poderosa del mundo necesita de la República Islámica de Irán porque el monstruo que George Bush creó en Irak –como les ha pasado siempre a lo largo de todo el siglo XX y lo que va del XXI- se le ha vuelto boomerang: el ISIS ya controla el norte de Irak y la ciudad de Tigrit y el único país que puede frenar ese avance es, sencillamente, Irán.
Entonces, señores, ustedes que como los monos no sabios sino necios, no quieren ver, ni oír, vale explicarles que los Estados intentan llegar a acuerdos, a pactos, a Memorándum. Como ocurrió con el atentado en Lockerbie.
Tal como contó la activa Eva Row en las redes sociales: “La idea que impulsó Néstor Kirchner para destrabar la causa, no fue nada original, se inspiró en una solución que acababa de ser implementada un año atrás, con éxito, en una causa similar que presentaba el mismo problema de parálisis. Se trata del atentado de Lockerbie. (…) El 21 de diciembre de 1988, un avión de Pan American que volaba de Londres a Nueva York, explotó en el aire por una bomba terrorista. La explosión ocurrió sobre la ciudad escocesa de Lockerbie. Murieron 281 personas. 189 eran estadounidenses. Se considera el mayor atentado terrorista contra los EEUU, antes del de las Torres Gemelas y se convirtió en el objeto de la mayor investigación criminal británica.
Durante más de tres años, Scotland Yard, la policía escocesa, la CIA y el FBI, investigaron la causa, tomando declaración a más de 15.000 testigos. Como resultado, el 13 de noviembre de 1991, fueron acusados formalmente dos ciudadanos libios: Abdelbaset al-Megrahi, agente de inteligencia libia y jefe de seguridad de Aerolíneas Árabes Libias (LAA), y Al Amin Khalifa Fhimah, director de las LAA en el aeropuerto de Luqa, Malta.
El atentado al avión de Pan American, se consideró una venganza de Libia por el bombardeo norteamericano a Trípoli efectuado dos años antes, en 1986. Muammar Khadaffi se negó a entregar a los acusados para que fueran juzgados en Gran Bretaña, por no considerar territorio neutral el de un país aliado a los EEUU, enemigo de Libia.
Después de largas conversaciones entre Libia, Gran Bretaña y los EEUU -y permanentes sanciones económicas de la ONU- por fin en 1999, los países involucrados acordaron juzgar a los acusados en un territorio neutral. El 5 de abril de 1999, Muammar Khadaffi entregó a los acusados a la policía escocesa en el territorio de los Países Bajos. El juicio se realizó en La Haya. El 31 de enero de 2001 fue condenado Al-Megrahi a 27 años de prisión y absuelto Fhimah. (…) Gran Bretaña y EEUU deseaban destrabar la causa con el objeto de comerciar con Libia (…) En 2002, Khadaffi había pagado 10 millones de dólares por cada una de las víctimas del atentado de Lockerbie. Los acusados habían sido juzgados y las víctimas terminaron con la angustia de esperar justicia. Y a Néstor Kirchner lo entusiasmó la idea de seguir los pasos de los trámites de negociaciones para un acuerdo con Irán, lo mismo que hizo Gran Bretaña con Libia. Ni más ni menos. (…)”. El Comité Judío Americano le había dado dio el visto bueno a la idea de destrabar la causa ya en el lejano 2003. Los dirigentes de AMIA y DAIA también y, por supuesto, los familiares de las víctimas.
La historia posterior y cercana a aquello es más o menos conocida. Alberto Nisman viajó a Londres y no pudo probar la responsabilidad de los acusados y el ex embajador iraní Hadi Soleimapour, detenido sin pruebas, fue indemnizado por su padecimiento con más de 200 mil libras esterlinas.
Es más. Cuando -aún con las inmensas diferencias y con los océanos de distancia en cuanto a los criterios y líneas de investigación que el fiscal llevaba adelante- la discusión no la llevaban del todo de las narices los diferentes sectores de la ex SIDE - que actualmente juegan el todo por el todo- y la geopolítica internacional no estaba ciento por ciento metida en cada hendija del debate, en enero de 2014 el propio Nisman indicó que iba a pedirle al ex embajador israelí en Argentina Itzhak Aviran que explique sus dichos sobre los supuestos responsables del atentado a la AMIA. Temerario, Aviran había dicho livianamente que “la gran mayoría de los culpables está en otro mundo y eso lo hicimos nosotros".
Los diarios de esos días informaban que Nisman iba a enviar un exhorto al ex diplomático para que respondiera una serie de preguntas relacionadas a los ataques homicidas y sus recientes afirmaciones que apuntan al nudo de la investigación. "Él está afirmando quiénes son los autores con nombre y apellido; de ser cierto esto, sería importante para la causa, para ver si se ahonda en la pista iraní", había asegurado el fiscal.
No sabemos qué hizo u obtuvo Nisman de estas acciones. Porque esa información no la revolean. Como no nos tiran por la cabeza los datos vinculados con que el 23 de diciembre de 1983 Argentina vendió un total de 11,5 toneladas de armas a Irán; que el decreto presidencial secreto 1723 del 7 de junio de 1984 (firmado por el ministro de Defensa Raúl Borrás y por el entonces canciller Dante Caputo) puso en marcha el “Operativo Ezarim“, que consistió en la venta al contado de 18 cañones CITER de 155 milímetros, 200.000 proyectiles para dichos cañones, 100 equipos electrónicos de vigilancia terrestre y 100 radios mochila; que el 27 de febrero de 1987, Raúl Alfonsín firmó el decreto secreto 307 que autorizó un contrato para vender al gobierno de Irán 18 mil granos propulsantes para cohetes, por medio de la empresa argentina Proveedores Argentinos de Equipos Sociedad Anónima (PRADESA); y que el 3 de junio de 1987, Alfonsín autorizó a través del decreto secreto 852 un nuevo convenio con Irán para la venta de 600.000 fojas negras, 1400 toneladas de pólvora para los cañones de 155 milímetros y 100 toneladas de pólvora CBI (a base de nitroglucosa monobásica).
Los valores de los bonos argentinos en enero demostraron no sólo que no había sido un error no pagar a los buitres durante 2014, sino que la reestructuración de deuda de Argentina puede ser una tentación y un ejemplo de que contra los poderosos, a veces David tiene algo para hacer y decir. Eso no debe estar en el tapete, como tampoco las verdaderas razones de los vínculos de nuestro país con lo que los parlanchines del establishment no reconocen como parte del mundo, sea Irán, los no alineados, China o Rusia-. Todo eso no puede ser revoleado. Por eso no niegan, lo ocultan, lo desaparecen.
Y para lograrlo, todo sirve. Hasta el cadáver de un fiscal. Eduardo Van der Kooy escribió la semana pasada “La denuncia pasa pero la muerte queda”; Alberto Amato dijo: “El caso Nisman languidece”. Es decir, los que firman con peso en Clarín reconocen que la operación se cae de a pedacitos, pero necesitan sostenerla. A como dé lugar. Joaquín Morales Solá lo indicó casi como confesión de parte: “la lucha continúa pero en cada causa judicial”.
A la gilada, en tanto, el miedo. El terror a lo desconocido, a lo lejano, a ese que ya carga con la suficiente estigmatización, la que sirve de base para que la mierda nueva encuentre donde asentarse. “Los odio”, dice el personaje de D´Elía que gracias a Marcelo Tinelli, la televisión y, por ende, el sentido común ya aceptó casi como más verdadero que la persona. Y encuentran en ese odio, no un recorrido sincero por la historia argentina, sino a un negro resentido del conurbano. Lamento informar a los bienpensantes propios y ajenos que el odiar no es una característica ni un sentimiento del subsuelo peronista despreciado, sino una categoría política utilizada por varios de los cerebros más lúcidos del mundo intelectual mundial.
Edward Said fue la cabeza más brillante del mundo árabe. Junto con Daniel Baremboim creó y construyó varios de los espacios más ejemplificadores de cómo musulmanes y judíos podían convivir cuando la lógica del poder imperial no es la que ponía las reglas. En el libro “La pluma y la espada” contó que: “En las escuelas a las que asistí había niños de distintas etnias. Para mí era completamente natural convivir con armenios, musulmanes, italianos, judíos y griegos porque estábamos en Levante y ahí crecimos”. Y agrega este hombre que brilló por encima de toda la intelligentzia oriental y occidental: “El divisionismo y etnocentrismo que tenemos ahora son bastante recientes y me resultan totalmente ajenos. Es más –dice categórico quien no revoleó nunca nada, sino que apuntó, eso sí, piedras codo a codo con los niños de la Intifada- a esos que sólo quieren dividirnos, los odio”.