El peligro no es la inflación sino la confusión
Al hombre lo deja estupefacto el atroz sadismo de su especie. Las corporaciones, de toda índole, controlando la información y aquello que la población piensa, acrecientan su poder. El ex CIA, Edward Snowden, informó a la gente cuanto “hacen en su nombre y en contra de ella”, pues sólo EE.UU controla las comunicaciones e Internet y no garantiza su privacidad, como comprobó la premier alemana Merkel. Si los gobiernos callan y toleran, USA decidirá por todos los demás. Aquí los medios desinforman con delirio y los formadores de precios los suben (sin relación con los costos) para intimidar. ¿Lo conseguirán?
La excusa local es la inflación. Provocada por corporaciones. Prefieren un país invertebrado. Por eso la sustentabilidad de este proyecto es ardua. Depende de la labor de pararrayos de CFK. Aunque “en una década no se puede hacer todo”, dijo. La directora del FMI, C. Lagarde, señaló en Madrid respecto a jóvenes de 18 a 24 años (aquí los ayuda el Plan Progresar): “Esta será una generación perdida”. Mintió; habrá tres más.
Muchos no sólo roban el pan, también la esperanza. Si bien fingen ser sordos, no pueden negar que en diez años bajó la deuda en 105 mil millones de dólares y el PIB subió un 75 %, creando 6 millones de puestos de trabajo. Tampoco es cierto que el Congreso sea una escribanía, como opinan opositores. Con Alfonsín aprobó el 48 % de las leyes del Ejecutivo y con los Kirchner el 46 %. En Chile mucho más: 90 %. Menos lees, más te toman el pelo. Buscando cesar con el 34 % de empleo en negro, CFK presentó un proyecto de ley para regularizarlo.
Pero la oposición reclama ajuste. Quiere combatir la inflación bajando el gasto público y las retenciones. Sin duda la receta desfinanciaría al Estado. Como efecto secundario, reduciría la inversión pública generadora de empleo y los planes sociales. Menemismo puro. ¿Y la secuencia? Eximiría de impuestos a los ricos. Por supuesto, la inflación desciende si se reduce el salario y hay desempleo. Pero se acaba el consumo esencial. Para erradicar la inflación, hambrearían al pueblo. En cambio, Keynes prefería inflación con empleo. Incluso el actual Papa.
¿Qué logra el ajuste? Lleva a los países a la depresión. Las muertes por suicidio en Europa y EE.UU superan a las de accidentes de tránsito. La tasa se elevó. En USA los suicidios entre adultos de 35 a 64 años en 2007/2010 aumentaron el 28 % entre blancos no hispanos, y en 39 de los 50 estados. Creció más en personas de 50 a 54 (48 %) y de 55 a 59 (49 %), edades en las que quienes perdieron el trabajo no hallarán otro. El investigador David Stuckler, de Oxford, descubrió que 750.000 jóvenes (en su mayoría sin trabajo) se volcaron al alcohol y que cinco millones de personas perdieron el acceso a la salud pública por estar desocupadas.
La estrategia, nace del conocimiento. La política es lucha por el poder. Y conflicto constante. Hay dos clases de política en la globalización: una, que beneficia al proyecto neoliberal; y la otra, que procura más inclusión social. Idealmente, la política debería disponer la economía del país para lograr el bienestar del pueblo. Pero no es así. El poder fáctico no lo posee quien gana. En pocas ocasiones el poder económico se subordina al político. Lo hace si coinciden sus intereses, como en USA, Europa o el menemismo. Con ruines políticas antipopulares.
Quizá la desinformación hizo que en una encuesta reciente el 20 % justifique a la dictadura y el 37 % diga que “frente a una mala democracia es mejor una dictadura”. La ignorancia es el peor veneno. Los medios les quemaron adrede las neuronas. Para su anodino regocijo, la elección de 2015 les otorgará a los opositores la chance de ganar y ello evita en el presente una guerra económica de escasez que ocurriría (como ahora en Venezuela) de ser posible una reelección de la Presidenta.
A la espera de un gobierno más amigable con los mercados, la oposición busca destituir, como señaló la viuda de Ubaldini. Acotó CFK que son forzosos controles y movilización popular para sostener acuerdos de precios. Dijo el vicepresidente del Mercado Central, Samid, que ciertos intendentes temen a los poderosos e impiden la venta directa del productor al cliente.
¿Quién forjó ese miedo al Dios Mercado? La globalización. El mercado vive de la obsolescencia planificada, de la venta de sueños acentuando el apetito por adquirir más cosas. Si ya la gente de un país no puede, buscan otro mercado. Lo dijo sutil Oscar Wilde en 1885: “La moda es intolerable, tenemos que modificarla cada seis meses”. O ese maestro que adoctrina a niños en “Un mundo feliz”, de Aldous Huxley: “Tirar es mejor que remendar”. O el lamento de Willy Loman, el héroe suicida de “La muerte de un viajante”, de Arthur Miller, quien gime en 1949: “Calculan las cosas de modo que cuando uno termina de pagarlas, no sirvan para nada”. Todos lo hemos padecido.
La mina de oro de la industria son los niños y adolescentes; y para ellos se realiza todo: hasta el idiota cine norteamericano actual. En “Los artífices del derroche”, Vance Packard inquiría hace 50 años “¿Cómo puede la gente absorber tantas locuras del mercado?”. Hoy la respuesta es igual: no tolera renunciar al consumo abundante. Quizás olvida que el planeta cambió: ha variado el clima, hay más tsunamis, terremotos. Y sucede porque EE.UU. usó en el último siglo más recursos que los de todo el mundo en los últimos 4.000 años. Nadie vio el peligro.
La gran paradoja es que ahora el Banco Mundial elogia a esta región. Aventuró en abril que es “optimista con cautela” sobre América Latina, aún con la desaceleración en su crecimiento. Ahora “es menos vulnerable a choques externos que en el pasado”. Qué buena noticia. Acepta que aquellos ciclos de “expansión y contracción son historia” y que hay “un mayor margen de maniobra” para enfrentar las turbulencias. Bravo.
¿Qué impulsa entonces las duras críticas? El peligro real que acecha vengativo a esta zona (por hacer fracasar en 2005 el ALCA) proviene de la CIA y su ex jefe Allen Dulles (1953-61), que escribió en “El arte de la inteligencia” cómo intervenir en países: “Al sembrar el caos sustituiremos sus valores, sin que sea percibido, por otros falsos, obligándolos a creer en ellos. Encontraremos a nuestros aliados en su propio país. (…) Al ridiculizar la honradez [como] innecesaria, la convertiremos en vestigio del pasado. El descaro y la mentira, el alcoholismo [y] la drogadicción, el miedo irracional entre semejantes, la traición y el odio dentro del mismo pueblo, los cultivaremos para que revienten como el capullo de una flor. (…) Sólo unos pocos comprenderán lo que sucede. Pero los situaremos en un lugar de indefensión, para desacreditarlos como desechos sociales. Nuestra apuesta es la juventud. La corromperemos”.
Otro caso de “divide y reinarás” fue el apartheid en Sudáfrica. El presidente De Klerk enfrentó al CNN de Mandela usando a los zulúes en una guerra civil de negros contra negros, como aquí peronistas contra peronistas en los ‘70. Y los blancos se beneficiaban. Como la Triple A, la policía, disfrazada de zulú y encapuchada, mataba negros cual si fueran insectos: “No hablen, sólo disparen”, era la orden. En cuatro años murieron 15.000 seres, más que en 30 años de apartheid hasta 1990. Para evitar el voto negro. Más alto era el éxito de Mandela en sus negociaciones con De Klerk, mayor violencia había. Era orquestada por el gobierno para hacer fracasar los convenios. Hasta que Mandela logró, con la primera votación negra (27 de abril de 1994), reunificar al país. Sudáfrica renació. Como logró Néstor Kirchner en 2003. Contra todos los obstáculos.
Hay que estar atentos a intentos destituyentes, de cualquier sector. La izquierda no se ayuda a sí misma al compartir los espacios y huelgas con la derecha golpista de Moyano, que se queja de llena pues tiene los más altos salarios. Mientras negros gusanos se arrastran para derrotar este proyecto, el país es una partida de dados en la que va ganando el pueblo.
¡Vamos, un 7, que salga un 7! Sonriamos. Pedía un escritor amado, Sean O´Casey: admitir la dignidad humana de toda la gente y su derecho a “una canción, una danza y una sonrisa”.
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