El cielo necesitaba un economista-periodista
Hay trascendidos que circularon ayer. Se afirma que las finanzas de Dios no andan bien. Que duda si recurrir o no al FMI. Corren algunos off de récord, que el cielo tiene déficit fiscal y balanza de pagos desfavorable. Que en el paraíso ha aumentado la desigualdad y que como en la tierra los ricos pagan pocos impuestos. Como es sabido, Dios es mudo desde hace muchísimos siglos y ha permanecido indiferente ante las peores atrocidades en la tierra. Incluso se recuerda que según el nuevo testamento, Jesús en la cruz habría dicho: “Padre ¿por qué me has abandonado?” Pero según esos mismos trascendidos, Dios, ante sus dificultades que deben ser ciertas, pensó en alguien que reuniera la condición de economista para que lo asesore y además periodista para que explique las decisiones que iba a tomar.
Por eso se lo llevó a Marcelo Zlotogwiazda. Un periodista respetado por la inmensa mayoría de sus colegas. En su autopresentación en su último trabajo en la emisora “Radio con vos” se definió como cartesiano: “dudo, luego pienso”. De las tres banderas de la Revolución Francesa optaba por la igualdad. Analizaba la pobreza desde la concentración de la riqueza.
Pasó por los principales medios de la Argentina, y también por importantes emprendimientos radiales y televisivos, manteniendo una línea personal de una dignidad a toda prueba. Siendo jefe, en una huelga en Página 12, con muchos despidos, fue uno de los tres jerárquicos que se adhirió al paro. Trabajando en Radio Mitre o TN, fue de los pocos o casi ninguno, que en medio del enfrentamiento del gobierno con el poderoso multimedios Clarín mantuvo una independencia llamativa. No se plegó al periodismo de guerra.
En su programa de televisión 20-19 le dio un espacio importante a la notable experiencia villera de la Garganta Poderosa. Cuando alguna situación no les gustó a las autoridades de C5N de esta experiencia inédita, jugó fuerte diciendo: “Si ellos no están, yo tampoco estoy”
En la radio, su notable fuerza de voluntad invisibilizaba el avance de la enfermedad. En televisión ese avance se tornó indisimulable.
No fui su amigo. Sin embargo, en los últimos años mantuvimos una relación relativamente intensa por whatsapp y a veces por teléfono. En privado me presentaba como un productor ad honorem de su programa “El horno está para bollos”, cuando le hacía modestos aportes o algunas correcciones. Fue muy generoso leyendo párrafos de mis trabajos o citándolos. Cuando viajó al Mundial de Rusia le pedimos una columna desde Moscú para EL TREN, y no dudó en hacerlo. Lo mismo cuando hicimos un programa sobre Axel Kicillof; metódico como era, a la hora tuvimos sus apreciaciones. Hace muchos años le hicimos un reportaje en nuestro programa y le preguntamos cómo podía ser imperturbable, a prueba de enojos. Sin embargo, conociéndolo un poco más, por debajo de esa imagen de duro e inmutable, había un ser sensible que lloraba con facilidad.
Corredor de fondo, participó de una maratón a 45 días de su muerte. En marzo había viajado con su familia a EE.UU. para participar de otra. Con cierta ironía que atraviesa los intercambios recíprocos, el 18 de marzo le escribí: “Estimado Marcelo: aquí ya no se habla del riesgo-país, ni del dólar. Hay mucha incertidumbre sobre cómo te fue en la maratón. El tren es un vehículo para llevar tranquilidad a los mercados. Usá la forma más conveniente. Un abrazo”
Me respondió con un video filmado por su mujer y creo una de las hijas donde se lo ve arribando a la meta, abrazado a un amigo. El 13 de febrero le escribí: “El que escriba tu biografía se encontrará con estas particularidades (seguramente hay más): le encantan los circos, las murgas, tiene habilidad para recordar números telefónicos, tiende a ser maniático de la precisión, le encanta la economía pero no da consejos dónde invertir, es acartonado, pero deja serlo al rodearse de gente más joven; es hincha de Boca, sufre con sus derrotas, pero lo disimula con un envoltorio de indiferencia”. Me contestó: “muy atento y perceptivo.”
Solía decir que era hincha de Almagro por herencia y de Boca por elección. También aseguraba que le encantaban las letras y leía con pasión pero creía que sin los números el mundo es inentendible. Y sin embargo inauguró un periodismo económico con rostro humano.
Hace poco, el periodista Luis Novaresio le hizo un reportaje a él y su gran amigo Ernesto Tenembaum. Cuando realizó su habitual pregunta “¿después de la muerte, qué hay? Marcelo contestó: “nada, no hay nada. Estoy pensando qué hacer, si me creman o me entierran.” Y a la pregunta “¿qué te proponés para el resto de tu vida?” dijo algo como: “me puedo poner a llorar”... y con una sonrisa muy triste, concluyó: “disfrutar de la vida”.
En una entrega de premios en Radio Cooperativa, estábamos parados uno al lado del otro. En el escenario un colega premiado se refirió al periodismo equilibrado. Se me acercó a la oreja y me dijo: “Odio esa expresión: periodismo equilibrado.”
Compartimos entre otras cosas la crítica a la expresión “¿todo bien?”, así como al mismo excelente médico clínico.
Políticamente era un socialdemócrata.
Trabajó hasta casi la pitada final, ayudado por la morfina para paliar los dolores. Transitó el camino de la muerte con la misma entereza de su recorrido por esos 61 años, recién cumplidos. Murió 9 días después de su cumpleaños, que más que un cumpleaños fue una despedida. No pidió regalos para él sino dinero para ser destinado a un profesorado de la villa Zabaleta. Hasta planificó su propio velatorio pidiendo que no llevaran flores sino alimentos no perecederos para el comedor de la Poderosa.
No fuimos amigos. Si embargo esta mañana me levanté llorando.
Hoy está confirmado. Dios necesitaba un economista-periodista que lo ayude con la igualdad y la distribución del ingreso y que desista de apoyarse en el FMI. Omnipotente como es, Dios se llevó a uno de los mejores. No le importó el vacío que deja. Tal vez lo hizo para que se pueda apreciar que, en medio de tantos arribistas, acomodaticios y panqueques, que la coherencia, la honestidad, la generosidad y el rigor periodístico, también tienen la valoración que se merecen.
*Publicado en La Tecla Ñ