El capitalismo realmente existente
Se ha llamado “socialismo realmente existente” a las fallidas experiencias del bloque colectivista ocurridas en el siglo pasado donde férreos sistemas de control social, inexistencia de gobiernos realmente populares y finalmente colapso económico contrastaron frente al sueño de una sociedad igualitaria, sin lujos para pocos pero con bienestar para todos, donde la libertad y la cultura creativa desarrollara todo su potencial.
Frente a esta realidad en el denominado mundo libre se generó el neoliberalismo a partir de mediados de la década el 1970. Y lo que se prometió como un sistema que liberaría a las personas del peso de la burocracia del Estado y le diera libertad y mejora económica continua se convirtió en lo que es hoy: el capitalismo realmente existente, que se presenta no como el mejor sistema sino como el único posible. “No hay alternativa” fue la lapidaria frase de Margaret Thatcher.
Como dijera alguna vez Fredric Jameson, hoy parece “más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. La frase puede tener algún viso de verosimilitud si nos referimos a la posibilidad de la imaginación de muchas personas, pero es falsa al no considerar que la historia demuestra que no hay sistema permanente y que lo que alguna vez pareció inconmovible terminó siendo reemplazado. Pero lo que sí es cierto es que este sistema capitalista que podemos denominar con justicia como capitalismo salvaje o más técnicamente como neoliberal nos acerca peligrosamente al fin de la humanidad como especie dominante. El deterioro del medio ambiente hasta hacerlo invivible para los humanos no es un error sino una consecuencia de la necesidad de un mercado en constante expansión requerido por el capitalismo realmente existente. El sistema con su exigencia de resultados financieros en el corto plazo no tiene en cuenta un hecho incontrastable cual es que los recursos del planeta son finitos y debiéramos administrarlos con rigurosidad si queremos que las generaciones futuras puedan subsistir. La absurda dilapidación de los recursos no renovables y el deterioro de los renovables es una realidad que no puede ocultarse con la ingenua excusa de que siempre los seres humanos se las ingeniaron para solucionar las escaseces porque el “siempre” debiera ser reemplazado por el “hasta ahora” y lo real es que nunca se estuvo tan cerca de agotar los bienes de la naturaleza.
El capitalismo actual asigna valor monetario como aspecto predominante de cuanto objeto cultural existe, a la percepción de triunfo en la vida, y a la sabiduría o sapiencia de las personas. Cuando se habla de una obra de arte su calidad técnica, su capacidad para conmocionarnos o su belleza para emocionarnos pasan a segundo término, lo realmente relevante es su precio de mercado. La importancia de un profesional no se mide por sus conocimientos, su destreza o su trayectoria: es el monto de sus honorarios lo que marcan definitivamente su nivel.
Este sistema perverso necesita naturalizarse, de manera que las desigualdades más exorbitantes que debieran espantarnos sean percibidas como naturales y por tanto inevitables. El capitalismo realmente existente ha hecho obvio que todo debe administrarse como un negocio incluyendo la salud, el acceso a los alimentos y la educación.
El paraíso prometido se ha convertido en un lugar donde la exigencia es permanente: la educación es un proceso que dura toda la vida lo mismo que la capacitación laboral. Nada es suficiente si se trata de carreras profesionales, ya no alcanza con recibirse, es necesario doctorarse, luego pos doctorarse y continuar indefinidamente en busca de más títulos. En lo laboral los cambios tecnológicos y los sistemas de rotación continua instaurados en las empresas requieren siempre nuevas capacitaciones. El trabajo no termina en el horario pactado, continúa en el hogar y el mismo hogar se convierte en un lugar de trabajo. El resultado es un nivel de stress elevadísimo en el cual ya no es necesaria la vigilancia del superior sino que se reemplaza por el auto control que no permite ninguna distracción a riesgo de sufrir las consecuencias.
Este capitalismo ensalza la idea de los emprendedores y promulga que todos pueden llegar a ser super ricos si se esfuerzan lo suficiente, cuando lo cierto es que cada vez son menores la posibilidades de ascenso social. Pero el sistema es terminante: si no logras el triunfo económico (único valor verdadero) es solo por tu culpa. La consecuente tensión y depresión son definidas por el sistema como un problema químico o biológico individual, para lo cual la industria farmacéutica tiene remedios para atenuar transitoriamente los síntomas, cuando lo lógico sería encontrar la explicación desde el punto de vista social y político.
Uno de los slogans del neoliberalismo es que se proponía eliminar la burocracia del Estado, fuente de todas las desgracias, Sin embargo se generó una burocracia realmente fenomenal en todos los ámbitos mediante el establecimiento de objetivos, metas, rendimientos, cuantificación de todos los aspectos, índices de eficiencia, mejoras continuas, etc. Ya no se trata de cumplir bien una tarea o función sino de actuar para que los índices o puntajes establecidos sean los mejores. Esta realidad se extiende a todos los ámbitos. Por ejemplo en la educación: los profesores son evaluados por el puntaje obtenido en extensos formularios (cuyo llenado quita tiempo al trabajo específico). En ellos solo importan los datos cuantitativos: se pregunta cuantas ponencias en congresos se presentaron sin importar si se trata de verdaderos aportes o simples bobadas y por supuesto cuantas más mejor. Lo mismo sucede con los artículos publicados o los libros. Rápidamente los profesores aprendieron que si tenían algo que decir era conveniente no hacerlo en un libro sino dividirlo en varios artículos lo cual le mejora el puntaje. De paso con pequeños retoques se podía presentar en cuanto congreso existe. Este es un mínimo ejemplo de toda la burocracia con lo cual el esfuerzo del docente ya no reditúa en trasmitir saberes e inquietudes a los alumnos sino en llenar lo más astutamente posible los formularios de evaluación.
En el ámbito empresarial sucede otro tanto concentrando el interés en cumplir con objetivos, metas y procedimientos y generando una burocracia que ya no está solo en el Estado y se expandió a todas las organizaciones. El tema se potenció con auditorias que proveen supuestos certificados de calidad. Cada vez se generan más y más certificados con su legión de burócratas que auditan y en niveles superiores “expertos” que permanentemente modifican los requerimientos y para no detener nunca la masa burocrática generan lo que llaman mejora continua. Un cómico ejemplo es el de caso de un auditor que después de verificar muchos aspectos de la empresa consulta sobre el mantenimiento físico de las oficinas. El cándido interrogado le muestra el estado impecable de los escritorios, equipos, pisos, etc. pero al auditor eso no le interesa y pregunta si existe un procedimiento escrito para la limpieza de las oficinas. Como la respuesta es negativa lo registra como una deficiencia. En la empresa se define un procedimiento con la participación de la persona encargada de la limpieza que, como distrae parte de su tiempo en pensar y definir el procedimiento, hace un trabajo sin la calidad anterior. El auditor en la siguiente visita aprueba que se haya hecho el procedimiento (así como no le importó el estado real de las oficinas tampoco le importa como es el procedimiento, se conforma que esté escrito) pero ahora pregunta si existe un regla escrita de control. Otra vez se dedica tiempo a redactar la regla y como ya importa menos el estado de las oficinas éstas dejan bastante de desear. En su siguiente visita el auditor explica que el control debe ser asentado en un formulario específico lo cual produce un nuevo aporte burocrático. Al fin de este proceso las oficinas tienen un estado lamentable pero el auditor da su conformidad.
Si bien el ejemplo puede parecer exagerado es demostrativo de que la burocracia que se asignaba exclusivamente al Estado ha pasado en forma creciente a todas las organizaciones sociales. Pero para el capitalismo realmente existente el Estado es siempre el causante de todos los males. Es sintomático que cuando se traspasan funciones o empresas del Estado al ámbito privado y los resultados son malos (se opera peor que y más caro que antes) el foco se pone en la falta de control del Estado o se culpa al mismo Estado por haber delegado esas funciones.
En la crisis de 2008 los medios masivos culparon a algunos banqueros individuales y no al sistema que de acuerdo con los preceptos neoliberales eliminaron los controles sobre el sistema financiero.
Creo que la siguiente frase que escribió Mark Fisher condensa apropiadamente lo que venimos diciendo: “Con facilidad pueden presentarse la pobreza, el hambre y la guerra como algo inevitable y la esperanza de que se acaben estas formas de sufrimiento como un utopismo ingenuo. Solo puede intentarse un ataque serio al capitalismo realmente existente si se lo exhibe como incoherente e indefendible, en otras palabras si muestra ser todo lo contrario de lo que dice.”