Es una aseveración de Perogrullo sostener que la Argentina vive una crisis que tal vez sea la mayor de su historia. Y eso es decir mucho, ya que apenas hace 20 años atravesamos traumáticamente un abismo de proporciones. En la actual, a la pesadilla macrista se le sumó la pandemia y el resultado es catastrófico. Las cifras sociales son pavorosas y el país vive una pobreza que irrita a los ojos e implica un alegato demoledor a la conciencia de todos aquellos que soñamos con un presente diametralmente diferente. A ello se suma la desesperanza de que las cosas mejoren. El Frente de Todos llegó a las elecciones de medio término transitando un camino que lo encontró debilitado, situación que se ha repetido en las posibilidades electorales de los oficialismos planetarios. En nuestro país la pandemia avanzó sobre un escenario estallado y el gobierno, con innumerables errores, la mayoría no forzados, afrontó bien, contra reloj, la recuperación de un sistema sanitario y el fortalecimiento de una estructura de ayuda social que evitó en medio de calamidades inenarrables la implosión sanitaria y social. Ambas políticas exitosas tuvieron facetas políticas negativas. La cuarentena fue prolongada mucho más que para prever los contagios, para adecuar el sistema sanitario evitando el desastre, lo que llevó a que no se aplastara la curva de contagios sino que se la achatara,  lo que explica posiblemente la enorme cantidad de muertos por COVID ( 13 a nivel mundial en cantidad de decesos). El sistema de contención social, al evitar explosiones, no atemorizó como en el 2001 al poder económico ni a los políticos opositores, lo que le facilitó en aquel entonces a Néstor Kirchner avanzar con audacia en cuestiones vitales. En cambio ahora no cejaron en ningún momento en cercar y debilitar al gobierno, al tiempo que disparaban sobre las restricciones que se adoptaron para disminuir los efectos negativos de la pandemia. Alberto Fernández, discípulo del santacruceño, lleva la moderación en los hechos a un extremo, mientras que muchas veces la contradice con declaraciones virulentas. Exactamente al revés de cómo se debe actuar. La alquimia política diseñada por Cristina Fernández se reveló brillante para el triunfo electoral pero ineficaz para ejercer el gobierno porque su configuración lleva a un presidente que es menos que un presidente y a una vicepresidente que es mucho más que una vicepresidente, inédito en un sistema presidencialista. Después de la catástrofe de las PASO, se consensuó la llegada de Juan Manzur, que empezó como un virtual primer ministro pero al cabo de dos meses su figura se ha desdibujado.

Las PASO exteriorizaron la bronca de la mayoría de la población contra un gobierno por todas las consecuencias de la pandemia (cierre de negocios, desocupación, el prolongado cierre de las escuelas que desorganizó la vida familiar, provocó enorme deserción, a lo que se sumó en los sectores populares la eliminación de las changas y la necesidad de acudir a los comedores como estrategia de supervivencia). La caída de los salarios en un 25% en los últimos cuatro años es inédito en un gobierno peronista.  A eso se sumaron los innumerables errores propios no forzados como el reducido pero muy impactante vacunatorio para privilegiados cuando las vacunas escaseaban, y la inconcebible puñalada por la espalda que fueron las fotos del cumpleaños de Fabiola Yañez en Olivos, con el primer plano del presidente.

Está claro que se hizo una política de contención, muy lejos de una de redistribución.

En un escenario tan desfavorable, a lo que se sumó la pérdida de la calle por la pandemia, el gobierno no percibió con claridad el cóctel explosivo de deterioro económico y actitudes que implicaban inmensos goles en contra. Si habitualmente sólo con la economía no alcanza, pero sin la economía no se puede, aquí, donde se daban las dos situaciones simultáneas, se especuló que las enormes ayudas estatales pero absolutamente insuficientes para los beneficiados y que la excelente campaña de vacunación compensaría esos déficits. Las PASO demostraron lo equivocado del planteo junto con tautologías tales como “el peronismo unido es imbatible”. El impacto fue similar al que sufrió Cambiemos en las PASO presidenciales del 2019, con la única diferencia fundamental que aquí el gobierno tiene dos años para intentar dar vuelta un resultado que se confirmó con escasas variantes cuantitativas en las elecciones nacionales.       

AFIRMACIONES Y DESCRIPCIONES

La pandemia, al tiempo que significó una situación extrema para el gobierno, resultó un indulto para la oposición. Casi la totalidad de los índices empeoraron lo que permitió suavizar el balance catastrófico del gobierno de Mauricio Macri. El castigo al gobierno se efectuó a favor de los que habían sido castigados electoralmente hacía menos de dos años.

La crisis acelera todos los tiempos. La pandemia no trajo políticamente alternativas superadoras del futuro sino las peores versiones del pasado. La presencia de un grupo creciente de delirantes mal autodenominados libertarios, a los cuales no hay que minimizar, produjo un fenómeno impensable: la derechización extrema de Cambiemos, Juntos o como se denominen. Martín Tetaz o Ricardo López Murphy de Juntos por el Cambio difieren sólo secundariamente de La libertad avanza de Javier Milei o de José Luis Espert. Si Cambiemos en el 2015 quería aparecer como la superación del kirchnerismo, algo así como el kirchnerismo bueno, hoy en plena campaña electoral se propone eliminar las indemnizaciones o “todas las empresas estatales que produzcan bienes provistos por empresas privadas tendrían que ser privatizadas” (Martín Tetaz); que coincide con la ultraderecha: “Hay que privatizar todas las empresas públicas, todas. Aerolíneas hay que cerrarla directamente y declarar cielos abiertos para que la gente buena de Aerolíneas pueda tener buen empleo en otra empresa.” ( José Luis Espert).

Ideas que ya eran antiguas en el paleozoico, se proponen como acceso a la modernidad. Una oposición desatada expresa un antiperonismo, en el envase del antikirchnerismo, verdaderamente cerril propio de 1945 o 1955. En un artículo en La Nación, López Murphy ha escrito bajo el título “El Muro de Berlín y nuestros muros”: “Lo que el país necesita es derrumbar de una vez los muros de las legislaciones estatistas, erigidos con la argamasa de una ideología absurda y los ladrillos de una palmaria ignorancia económica. Hay que tumbar las paredes regulatorias que impiden que fluya el intercambio comercial, laboral y contractual, motor del desarrollo que tanta falta nos hace. Necesitamos abolir las barreras generadas por burocracia, intereses creados, sindicatos y grupos de presión que se dedican a controlar desde sus torres de vigilancia que la vida económica de los argentinos se adecúe a sus deseos.

Este 14 de noviembre es una oportunidad colosal para decirle “basta” al kirchnerismo, enemigo declarado de la libertad, versión abyecta y vernácula del populismo más dañino. Tenemos que derrotar al gobierno de manera inapelable. Vencer al kirchnerismo en las urnas con la contundencia de un martillo contra una pared es una condición necesaria para salir de la opresión y la decadencia. El final del kirchnerismo será el principio de la libertad. Y así, quizás podamos soñar con que Ezeiza sea, como Berlín luego de la caída del Muro, un lugar ya no de despedidas, sino de reencuentros.”

Lo cierto es que estas elecciones han verificado, que más allá de las profundas grietas internas de Juntos por el Cambio ha consolidado un núcleo duro del 40 al 42%, muy cerca del 45% que se necesita para ganar en primera vuelta sin ballotage. Si a este le sumamos a Javier Milei que puede terminar siendo una colectora del PRO, se verifica empíricamente un desplazamiento social hacia la derecha y extrema derecha.

De llegar al gobierno en el 2023, puede coronar un objetivo del establishment hasta ahora fallido que lo ha sintetizado el periodista Diego Genoud: “Que tenga el voto de las víctimas y el chip de los victimarios” 

Por otro lado en los resultados para la composición del Congreso, pueden considerarse menos desfavorables de lo pensado ya que el Frente de Todos perdió 6 senadores quedando en 35 y Juntos por el Cambio aumentó en 5, pasando de 29 a 34. En diputados la relación quedó 118 para el gobierno, 116 para Juntos para el Cambio.   

El Frente de Todos tendrá que hacer un muy buen gobierno para despejar un frente de tormenta que amenaza con ser una versión superlativa del macrismo. Su eventual regreso tendrá consecuencias fáciles de pronosticar con una humorada del escritor metafísico Macedonio Fernández en las primeras décadas del siglo pasado:  “Fue un desastre tan completo, que hasta los sobrevivientes perecieron”. O la que Alejandro Dumas puso en boca de uno de sus mosqueteros: “Que felices fuimos en la que época que éramos tan desgraciados.”

LAS ELECCIONES DEL 14 DE NOVIEMBRE

La discusión de quién ganó parece una obra del teatro del absurdo de Ionesco. La diferencia a nivel nacional fue de 8,60% a favor de la oposición contra la distancia de 9,50% que se había concretado en las PASO. Entre las elecciones del 2019 y las PASO, ambas coaliciones perdieron cantidades estrepitosas de votantes: 6.000.000 el oficialismo 2.500.000 la oposición. De los 6.000.000 que perdió el Frente de Todos, 2,500.000 eran en provincia de Buenos Aires. De esa cifra, y el haber pasado del 66% de asistencia al 71%, en estas elecciones el oficialismo recuperó el voto de 450.000 ciudadanos por dos factores fundamentales: porque para los que lo habían votado en el 2019, la exteriorización de la disconformidad ya había sido dada y porque el recuerdo de lo que fue el macrismo movilizó la voluntad y las piernas. A eso se sumó una militancia en Provincia de Buenos Aires mucho más activa y el accionar más comprometidos de los intendentes. Merece puntualizarse que Mauricio Macri en las presidenciales del 2019 sacó 1.700.000 votos más que Juntos en estas elecciones legislativas.

El mejor comportamiento electoral del Frente de Todos con relación a las PASO, y catastrófica con relación a las presidenciales del 2019, tiene los siguientes elementos positivos:

Haber acortado la distancia en la Provincia de Buenos Aires hasta asemejarse casi a un empate técnico.

El haber recuperado distritos como Quilmes y San Martín

El haber logrado un empate en el número de senadores de la Pcia. de Buenos Aires, con lo cual teóricamente en caso de paridad el voto de la vicegobernadora jugará a favor

El haber revertido el resultado negativo en el Chaco y Tierra del Fuego

Disminuyó la diferencia a nivel nacional de 9,50% a 8,60% 

La buena elección en elecciones de medio término  de Leandro Santoro, en territorio hostil, con escaso acompañamiento.  

Los aspectos negativos son

Sólo ganó en 9 provincias, situación que de repetirse no sólo perderá el quórum sino posiblemente la mayoría en el Senado. Juntos ganó en 13 provincias.

La Provincia de Buenos Aires es amarilla, salvo las islas del conurbano donde se concentran 11.000.000 de personas. Saliendo del conurbano sólo ganó en Monte Hermoso y Mar Chiquita. Por fuera del conurbano, en donde se radican 6.000.000 de personas, arrasa Juntos con el radicalismo.

En la zona donde el peronismo-cristinismo es inexpugnable hay señales de alerta. En La Matanza, en las presidenciales del 2019 alcanzó el 61%, que bajó en las PASO a 44,02% y las nacionales subió a 47,73%, 13 puntos menos que en el 2019, y apenas pudo subir en dos meses 3,71%

Perdió como ya es habitual en todas las provincias donde se concentra el 70% de la población ( CABA, Pcia. de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba y Mendoza)

El Sur, con excepción de Tierra del Fuego, con predominio habitualmente peronista cambió de color y en Santa Cruz, capital del Kirchnerismo salió tercero, igual que en Río Negro.

Hubo derrotas que por su amplitud fueron verdaderas palizas, como es tradicionalmente Córdoba, donde quedó relegado a un partido testimonial a más de 40 puntos del ganador. A su vez en Entre Ríos, con gobernador peronista, perdió por 22,88 puntos ampliando el resultado de las PASO donde la diferencia fue de 20,44. En Mendoza fue derrotado por 23 puntos y en Santa Fe por casi 9 puntos. La apuesta de revertir el resultado de las PASO en Chubut y La Pampa resultó infructuoso. 

6-      El jefe de gabinete, Juan Manzur se pegó un susto en Tucumán porque después de sacar pecho en las PASO, por lo que llegó a Ministro, donde triunfó por más de 30 puntos, vio reducida la diferencia a apenas 2,06 puntos, como consecuencia que la oposición duplicó sus votos y el oficialismo perdió casi 10 puntos.  

DERROTA ELECTORAL Y UN CAMINO SINUOSO POR DELANTE                                

Considerar que el gobierno triunfó en las elecciones del 14 de noviembre puede ser parte del guion de una obra de Ionesco del teatro del absurdo, pero no responde a la realidad. Tiene cierto aire a aquella anécdota de Menem que cuando perdió en Capital lo contrastó con que había ganado en Perico, en Jujuy. Es cierto que la levantada en Provincia de Buenos Aires deja un espacio de cierta esperanza para un relanzamiento del gobierno y que con dos años de recuperación económica que ya se ha iniciado y un manejo de gestión eficiente, con medidas transformadoras y distribución progresiva del ingreso seduzca a una sociedad atravesada por la volubilidad y el escepticismo.

Contra ello conspira la negociación con el Fondo Monetario Internacional y las medidas draconianas que suele imponer. El macrismo dejó esa soga en el cuello del Frente de Todos, en realidad de todos los argentinos.

A la presión y exigencias del Fondo, se suma un gobierno debilitado, un presidente devaluado, la mayor parte del poder económico en contra, la mayoría del poder judicial en la vereda de enfrente, una oposición intratable, los medios más poderosos empeñados en arrodillarlo en una campaña con pocos antecedentes. Un camino sinuoso que para superarlo se necesita audacia, muñeca política, unidad interna, medidas transformadoras, buena comunicación y una militancia muy activa. Es muy difícil pero de ninguna manera imposible.

Es comprensible por otra parte la alegría que se pudo observar en el Centro de Informaciones del Frente de Todos. En estos dos meses posteriores a las PASO, se pudo advertir que la desazón atravesaba a los funcionarios. Daban por hecho que la derrota era irreversible y temían un resultado aún más desfavorable. Era el momento de recordarles aquella frase de Mahatma Gandhi, que alguna vez mencionó Néstor Kirchner: “Mañana tal vez tengamos que sentarnos frente a nuestros hijos y decirles que fuimos derrotados. Pero no podemos mirarlos a los ojos y decirles que viven así porque no nos animamos a pelear”.  En ese panorama, los resultados del domingo desfavorables adquieren cierto piso esperanzador al evitar una hecatombe que presagiaba el establishment y la oposición que llegó a hablar de Asamblea Legislativa designando un presidente provisorio por dos años. Ese sobredimensionado optimismo de Juntos por el Cambio que aspiraban a llegar al 45% a nivel nacional y posicionarse imprudentemente a ganar en primera vuelta en el 2023 (declaraciones de Patricia Bullrich) o colaborar en la transición (Mauricio Macri) que daba por terminado al gobierno de los Fernández, la confianza de ampliar las diferencias en la Pcia. de Buenos Aires, de superar el 50% en CABA, que contrastó con los resultados definitivos, se exteriorizaron el domingo en el Centro de Informaciones, en rostros lejos de estar exultantes.  De ahí a traducirlo que los que ganaron, perdieron y los que perdieron, ganaron, había un paso propagandístico, emocional pero no real.

El gobierno además debe superar las zancadillas internas, el loteo de los ministerios que acrecienta hasta límites intolerables aquella expresión de la vicepresidente de “funcionarios que no funcionan”. Deberían guiarse por una frase sabia de Martin Luther King: “Puede que todos hayamos llegado en barcos diferentes, pero ahora estamos en el mismo barco.”

Sino es así, las consecuencias, sin ser melodramáticos, hace mucho las advirtió Benjamín Franklin: “O caminamos juntos, o nos ahorcarán por separado”

POSDATA

Hay fenómenos embrionarios dignos de consideración: una polarización electoral hacia derecha, los mal llamados Libertarios y hacia la izquierda, el FIT, que con 6,1% es la tercera fuerza del país. El hecho que los votos en blanco y anulados alcanzan casi al 5%, en la cuarta fuerza cercana a la tercera. La más baja concurrencia a las urnas en democracia es otro signo preocupante y una expresión de hartazgo. La notable pérdida de votos de las dos coaliciones hegemónicas es otro indicador para considerar.

El creciente desprestigio de la dirigencia política; y lo que es mucho más grave, de la Política, cantera donde pescan los cercanos al fascismo, debería ser una señal de alarma.

No se puede recuperar el valor de la política y de los políticos si buena parte del debate político es un combate en el barro.

La pequeña recuperación electoral del Frente de Todos a nivel nacional no eliminó la catástrofe pero evitó la hecatombe que esperaba el poder económico y sus brazos políticos.

El peronismo como toda en la vida no será eterno, le pronosticaron la muerte infinidad de veces pero “es un muerto que no para de nacer”

El acto del 17 de noviembre en apoyo a Alberto Fernández que fue programado después del naufragio oficialista en las PASO, suponiendo un resultado en noviembre igual o peor, lo que dejaba al presidente como una hoja al viento, disimula pero no supera la fractura clara en el binomio presidencial. 

La política recuperará su valor de instrumento imprescindible de transformaciones de las sociedades cuando el militante político, el militante social convoque a la esperanza más que al pasado. Que el movimiento nacional y popular mejore claramente la vida cotidiana. Que las utopías que necesariamente debe acunar a la política ayuden a caminar. O como sostenía Carlos Marx haciéndole una pequeña adaptación vernácula: “Los gobiernos nacionales y populares debe sacar sus poesías del futuro, no del pasado”       


*Publicado en LA TECLA Ñ, Diario Registrado, Portal de Radio Cooperativa