Hay dos conceptos que son los pilares sobre los cuales se asienta la ideología libertaria: libertad y propiedad privada. Para sus adeptos son ideas duras, claras, macizas, indiscutibles, sobre las cuales ponerlas en la más mínima duda es propio de mentes malignas, interesadas en obtener ventajas espurias y que no ameritan debate alguno sino el improperio soez, en el mejor de los casos, o el ataque físico y la persecución sistemática.

Sin embargo, ambos conceptos son lo suficientemente amplios y de significados que admiten distintas interpretaciones por lo que es necesario analizar, afinar, matizar y relativizar su contenido.

Comencemos por la idea de la libertad. Para los libertarios la libertad debe ser irrestricta (salvo contadísimas excepciones) y todo intento de regularla o limitarla es desdeñable.

Un ejemplo obvio de que esa libertad sin regulaciones puede ser perjudicial para todos es el tránsito vehicular. Los semáforos restringen nuestra libertad de circular cuando la luz roja nos señala que debemos frenar, pero pensemos en el caos que se produciría si se decidiese eliminarlos. Más aún ¿por qué debemos circular por la derecha y no por donde se nos ocurre? Esto es una cohesión, algo inadmisible para un libertario de pura cepa, cuya eliminación tendría imprevisibles consecuencias.

Yendo a casos más reales la libertad de circular se opone claramente a la libertad de expresar una protesta marchando por las calles. Se puede argumentar que hay una solución de compromiso haciendo que se pueda protestar solo por las veredas, pero de cualquier manera es una restricción para protestar por las calles. Lo cierto es algo que los libertarios no ven, no quieren ver o no pueden aceptar: la libertad es siempre una compensación, lo que en lengua inglesa se llama “trade off”; es decir siempre la libertad de unos es a costa de la libertad de otros. De ningún modo es un don divino, sino que surge de una convención social muchas veces arbitrariamente impuesta por los poderosos a los más débiles.

La libertad del empresario para tratar individualmente con cada uno de los trabajadores para acordar el salario lo más bajo posible y las condiciones de trabajo más beneficiosas para la empresa se contrapone a la libertad de los obreros para unirse sindicalmente a fin de obtener las mejores retribuciones y condiciones dignas de trabajo.

Las derechas en general y los libertarios en particular ignoran o pretenden ignorar las externalidades que son las consecuencias indirectas que las acciones de unos les producen a terceros. Los libertarios desconocen las externalidades positivas cuando se trata del Estado y las externalidades negativas cuando se trata de empresas privadas. Impedir que se derramen desechos tóxicos o arrojar pesticidas peligrosos sobre los sembrados es quitar una libertad al empresario desaprensivo y simultáneamente es otorgar la libertad de vivir saludablemente a otros.

La declaración de la independencia de Estados Unidos sostiene como “evidentes verdades que los hombres son creados iguales, que son dotados por su creador de ciertos derechos inalienables, que entre ellos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Thomas Jefferson, su autor principal tenía en su patrimonio centenas de esclavos. ¿Cuál era la idea de libertad de Jefferson? Probablemente pensaba que su libertad de poseer esclavos primaba sobre la libertad de una vida propia de los esclavos.

El concepto de libertad no debe ser considerado en abstracto, sino que se trata de una construcción social y es siempre una compensación entre la libertad de unos y la cohesión para otros, por lo que es ineludible encontrar una solución de compromiso, pero ella debe estar siempre regida por la justicia, la equidad, la defensa de los más necesitados y el bienestar general.

Pasemos ahora al concepto de propiedad privada, Cuando en los inicios de la historia humana alguien se puso a la tarea de afilar una piedra y construyó la primera hacha lógicamente pensó que era suya ya que era producto de su inventiva y su esfuerzo pero seguramente no pasó por su mente la posibilidad de que las llanuras, los valles, los cerros, los bosques,  los animales y en general todas las cosas podían ser objeto de propiedad y mucho menos que las ideas también podían serlo (¿qué tal si patentaba el hacha que acababa de inventar?).

Sin embargo, todo eso ocurrió a través de la historia, primero lentamente y luego cada vez más rápidamente e incluyendo más y más objetos físicos e intangibles.

Un momento memorable de ese proceso ocurrió el 12 de octubre de 1492 cuando Cristóbal Colón que no tenía idea de donde estaba proclamó que “tomaba posesión de estas tierras en nombre de los reyes de Castilla”. No le preocupó si esas tierras ya tenían dueños, individuales o colectivos, si había otras civilizaciones, ciudades, imperios (que sí había): él simplemente tomó posesión. Unos años después la Iglesia, en un intento fallido de evitar disputas entre los usurpadores (España y Portugal) repartió esas tierras entre ellos ¿y los pueblos originarios que estaban antes del desembarco? Eso no estaba en juego si se estaba dilucidando si esos seres tenían o no alma.

Otro hito notable de la deriva hacia la privatización es el acontecido en Inglaterra durante un largo período que comienza en el siglo XIII y continuó hasta bien entrado el siglo XV. Hasta ese momento gran parte del territorio inglés estaba constituido por las llamadas “tierras comunales” en las cuales los pobladores cercanos pastaban sus rebaños y cultivaban sus productos de consumo. Mediante una serie de leyes y reglamentaciones llamadas en general “leyes de cercamiento” se convirtieron esas tierras comunales en parcelas cuidadosamente delineadas de propiedad y administración individual.

Este proceso de apropiación que, con algunas variantes se repitió en toda Europa, enriqueció a los terratenientes y empobreció a los plebeyos y estuvo respaldado por el sistema político y legal en el que los plebeyos no tenían voz ni voto.

Casos de apropiación de tierras espurios y moralmente reprochables se dieron por doquier (pensemos en nuestra Patagonia) y el hecho de que se hayan perpetuado en el tiempo no le da legitimidad moral a la propiedad. 

No sería posible ni deseable desandar el largo camino de apropiaciones con astucia y/o violencia ya que terminaríamos con el hombre del hacha, lo que sí puede hacerse es reconocer que el derecho de propiedad es una construcción social, no un derecho natural o de origen divino. Esos derechos son así porque la sociedad y especialmente los poderosos así lo dispusieron.

La propiedad privada no solo se otorga sobre la tierra y las cosas sino también incluye la propiedad intelectual. Una de sus manifestaciones son las patentes por las cuales, por ejemplo, la empresa que desarrolla un medicamento que puede salvar vidas tiene el derecho de exclusividad que le permite ejercer un poder de mercado para fijar un precio no relacionado con el costo de producción, precio al que no pueden acceder poblaciones que no van a salvar sus vidas.

Se esgrime como argumento a favor de esa legislación que es la forma de fomentar la investigación y la innovación. Pero la pregunta es: ¿no habría otra forma de hacerlo, por ejemplo, que el Estado recompensara los desarrollos útiles? También podría limitarse el poder monopólico obligando a que el precio se relacionara razonablemente con el costo de producción.

Otro aspecto para discutir sobre la propiedad intelectual es que su amplitud es ambigua ¿se puede patentar el teléfono celular o solo un modelo específico? ¿Se puede patentar un software (por ejemplo la tabla de cálculo) o un desarrollo específico? Más generalizadamente ¿qué se puede patentar? ¿Un desarrollo matemático es patentable? Tal vez con la legislación actual Pitágoras podría exigir un canon cada vez que se utilice su famoso teorema.

Solo si se acepta que la libertad es una compensación entre unos y otros y se buscan con vehemencia y con respeto las mejoras alternativas en aras del bienestar social y se deja de lado la veneración ciega a la propiedad privada reconociendo que debe ser respetada pero también regulada y engarzada positivamente con la propiedad pública se podrá construir una sociedad más justa, más libre y con más bienestar para todos, Vociferar la libertad y venerar la propiedad privada solo son slogans vacíos de contenido humano.