Clausewitz en el conurbano
Desde que el inefable intendente y preclaro dirigente del Frente Renovador Jesús Cariglino planteó el restablecimiento del servicio militar obligatorio como modo de alejar a los jóvenes de los peligros del ocio, el alcohol, la droga y el rocanrol, el kirchnerista antisciolista Mario Ishii se sumó a la iniciativa, aunque aclarando que debería estar destinada a los que no trabajan, ni estudian y duermen hasta las dos de la tarde. Por su parte el kirchnerista sciolista Alejandro Granados propuso una consulta popular sobre el tema, aclarando que “sería bárbaro si las funciones que cumplirían las Fuerzas Armadas en un futuro no muy lejano son colaborar con la seguridad interior”, lo que revela un desconocimiento de las leyes de Defensa y la Ley de Seguridad Interior alarmante en un ministro provincial.
Mientras tanto la opinión de Julio Cobos no es positiva, pero tampoco negativa, ya que el ex vicepresidente se limitó a reivindicar el programa “Servicio Cívico Voluntario” que, de acuerdo a lo informado por el Ejército, tan rotundamente fracasó en Mendoza. Por su parte, el ex kirchnerista ahora renovador Daniel Arroyo propuso usar el plan Progresar para capacitar a los jóvenes en oficios diversos, lo que despertó las iras de su correligionario Jesús Cariglino, para quien con el Progresar los jóvenes “salen de gira, se quedan solos en la casa, empiezan en la esquina a tomar birra y después, quizás a robar un teléfono”.
La ubicuidad de los jóvenes que salen de gira, se quedan solos en casa y al mismo tiempo se juntan en la esquina confunde mucho al intendente, que por eso pretende verlos (o no verlos) en los cuarteles.
La colimba eterna
Fuera de la disparatada idea de convertir a las Fuerzas Armadas en un gigantesco reformatorio preventivo, ninguno de estos genios explica cuántos años debería durar ese servicio militar para evitar que los jóvenes se junten en la esquina a robar teléfonos y desconcertar a Cariglino. ¿Treinta años? ¿Cincuenta? Porque si se prolonga apenas por un año, nada evitará que al siguiente vuelvan a quitarle el sueño a Ishii durmiendo hasta las dos de la tarde. ¿Y de dónde sacan Ishii, Granados, Cobos y Cariglino que en el servicio militar el conscripto aprende un oficio, fuera –y con muchísima suerte– del oficio de las armas?
Ninguno de estos cráneos se ha puesto a pensar, ni por un minuto, para qué una sociedad tiene fuerzas armadas, policías, cárceles, tribunales, fiscalías, escuelas y universidades, almacenes, farmacias, ferreterías, hospitales, morgues y no una sola gran cosa, destinada, naturalmente, a evitar que los pibes, allá en la esquina, roben teléfonos o peguen carteles.
Un eventual restablecimiento del servicio militar obligatorio es un asunto demasiado serio como para ser debatido por gente que revela su incapacidad y su impotencia para entender qué puede estar pasando con esos jóvenes que, a su juicio, no hacen nada de nada. Y en tanto no entienden ni pretenden hacerlo, no se les ocurre nada mejor que meterlos en un cuartel, “para que se hagan hombres”.
No hace mucho el general Pozzi les recordó a genios semejantes que dentro de la misión de las Fuerzas Armadas no se encuentra “la enseñanza formal de adolescentes y jóvenes ni la capacitación en oficios”. La misión de las Fuerzas Armadas es la defensa nacional, y es en este marco donde debería discutirse un eventual restablecimiento de alguna forma de servicio militar, lo que supone, previamente, la elaboración de una doctrina militar, no sólo actual sino también específicamente argentina y sudamericana. Y esto, que tan necesario resulta, no tiene la menor relación con la problemática juvenil y la demagógica impotencia de los Granados y Cariglinos.
Una hipótesis de conflicto
Para la elaboración de una doctrina militar hay que partir de una hipótesis de conflicto. Alejados, esperemos que ya definitivamente, de la doctrina de seguridad y de las hipótesis de enfrentamiento bélico con alguno de los países vecinos ¿qué es lo que puede poner en riesgo la integridad territorial y la soberanía nacional? ¿Y en qué consiste dicha soberanía? ¿Qué es lo que el país tiene que podrían ambicionar países más poderosos y grandes corporaciones trasnacionales? La respuesta es obvia: los recursos naturales, cuya defensa, sólo en parte y únicamente en lo relativo a un eventual ataque bélico, compete a las Fuerzas Armadas; en conjunto, esa defensa es asunto de diplomacia y política económica.
Suponiendo una diplomacia de integración regional –habida cuenta que la región posee una problemática común, enormes riquezas naturales y un mercado interno muy significativo– y una política económica de defensa, preservación y adecuada instrumentación de nuestros recursos naturales, desarrollo industrial y tecnológico y ampliación del mercado interno ¿se encuentran nuestras Fuerzas Armadas capacitadas para cumplir su parte en la defensa de un bocado tan apetitoso para las grandes potencias como pueden llegar a ser las reservas hidrocarburíferas, minerales, o alimenticias?
De llegar a fracasar la estrategia de debilitamiento interno, una defensa contra la agresión externa no es una hipótesis descabellada o totalmente descartable, a no ser que no se requiera de Fuerzas Armadas en absoluto, puesto que no se está decidido a defender la soberanía nacional en los terrenos más significativos, como son el diplomático y el económico. Así se entiende que para el macrimenemismo las Fuerzas Armadas carezcan de razón de ser, ya que no necesitan que defienda lo que ellos ya están (y estuvieron) dispuestos a entregar voluntariamente, que, en similar sintonía, el masssimo pretenda hacer de los cuarteles enormes reformatorios o que, como siempre, radicales y socialistas no sepan qué hacer con ninguno de los problemas que se les puedan presentar ¿pero en qué planeta viven Mario Ishii y Alejandro Granados?
Tradición militar
El ex intendente de José C. Paz presume de ser kirchnerista y estar consustanciado con la línea política del gobierno nacional. ¿En ningún momento se pregunta cómo se podrá defender –llegado el caso y de profundizarse una política de independencia y desarrollo nacional– la integridad territorial ante una agresión imperialista o trasnacional, si ha convertido a los integrantes del Ejército en celadores penitenciarios?
Y Alejandro Granados es, hasta donde se sabe, ministro de Seguridad de la gobernación bonaerense. ¿Está tan consustanciado el gobernador como dice estarlo con una política de defensa y desarrollo nacional? Y si es así ¿qué hace en su gabinete un tipo que pretende debilitar a las Fuerzas Armadas metiéndolas en asuntos que no les conciernen? ¿También Granados piensa con los pies, por no mencionar otra parte de su anatomía?
Hasta donde se sabe, la integridad territorial y la soberanía nacional no se encuentran ni real ni potencialmente amenazadas por los pibes que toman birra y roban teléfonos como para volverlos un asunto propio de las Fuerzas Armadas. El país necesita Fuerzas Armadas más eficaces en la defensa de la soberanía nacional y únicamente dentro de ese marco, y de ser necesario, podría analizarse una más generalizada capacitación militar, para todos los ciudadanos dentro de un cierto rango de edad y no sólo para los jóvenes que desvelan al ex intendente por su costumbre de dormir hasta las dos de la tarde.
Seguramente Jesús Cariglino, Mario Ishii y Alejandro Granados se levantan al alba. De ahí su idea de meter a los chicos a que se hagan hombres en la colimba. En efecto, cultores como parecen ser del antiguo adagio “Al pedo pero temprano”, se encuentran decididamente alineados en la más rancia tradición militar.