La República Argentina sufrió en la década de los 90’s dos atentados de extrema gravedad vinculados con conflictos externos: en el año 1992 un atentado contra la Embajada del Estado de Israel, y en el año 1994 un atentado contra la principal organización civil de la comunidad judía en la Argentina, la Asociación Mutual Israelita Argentina. Nuestros servicios de inteligencia, más preocupados en vigilar a periodistas, políticos, empresarios, y jueces, fueron incapaces de proveer de información mínimamente confiable acerca de los riesgos que corrían objetivos asociados al Estado de Israel o a la comunidad judía en la Argentina, y posteriormente la justicia federal mostró serias deficiencias procesales , tornando casi irrelevantes a las investigaciones, cuyos resultados en principio dependieron de información provista por otros gobiernos.

Y es en este marco que se debe comprender con extrema gravedad, la noticia dada a conocer por un medio oficioso iraní, el Teherán Times, publicó esta semana una editorial con una fuerte advertencia para el Gobierno de Javier Gerardo Milei, en la que cuestiona su acercamiento a "la primera línea del escenario anti-Irán de la red sionista internacional: En el momento adecuado, haremos lamentar su enemistad".

Desde la década del 70, el fracaso de los gobiernos nacionalistas y baazistas en proveer de un desarrollo económico y social consistente para las naciones de mayoría musulmana que habían resultado emancipadas en el proceso descolonizador posterior a la Segunda Guerra Mundial, promovió diversas respuestas políticas en estos países. Por un lado, movimientos políticos conservadores fundados en una afirmación de los valores islámicos y su proyección hacia el mundo político, y por otro lado diversos movimientos que asumieron la idea de origen plenamente occidental de una vanguardia político militar capaz de movilizar a la sociedad civil. La radicalización de estos movimientos, dieron origen al takfirismo político, una forma especial de extremismo religioso que se traduce en una acción directa violenta en el campo de la política. La compleja interacción entre movimientos políticos takfiristas, reclamos nacionales y étnicos, y reconversiones de los procesos políticos nacionales, hace que las relaciones políticas y económicas con las naciones del Magreb, de Medio Oriente, y de Asia central, deban ser llevadas con mucha prudencia, basado en principios de reciprocidad estricta, y fuera de la agenda política impuesta por la visión unilateral de los Estados Unidos de América y de la OTAN, que siempre tienen sus intereses particulares en estas regiones del mundo. Desatender esta cuestión, lejos de ser un ejercicio de autonomía, es un ejercicio de imprudencia.

El desconocimiento de los motivos profundos de los conflictos presentes, es una constante en periodistas, tertulianos y políticos ocasionales, que exigen involucrar a un cuerpo diplomático especializado en estas áreas del planeta, y provistos de la información histórica suficiente, para poner en contexto estos procesos con mayor claridad y entendimiento. En ese ámbito, las visiones sobre la ideología sionista que se generaron en la Europa de fin del siglo XIX, y la alianza entre esta ideología y el Imperio británico, que empleó como una suerte de quinta columna en contra del Imperio Otomano, que en ese momento ejercía efectivamente la autoridad en dichos territorios, es vista de modos distintos por otros actores nacionales que no comparten la visión euro-occidental de ese hecho y sus consecuencias en el tiempo.

Por eso, la política exterior Argentina respecto de estas áreas, particularidades individuales y únicas, debe desengancharse de la visión de bloque unilateral y excluyente que tiene Estados Unidos de América y las naciones que componen la OTAN. Debe comprenderse que la visión que ellos tienen, no puede ser por defecto, la visión normalizada para nuestra nación. Porque esto nos pone en el ámbito del riesgo que crean esas políticas, como objetivos para actores nacionales y subnacionales que operan en estos territorios, a partir de lógicas que tienen que ver con su propia historia regional, y con las relaciones que estas áreas del planeta han tenido con el mundo estadounidense y europeo occidental.

Pretender que sea de otra manera, es confundir la política internacional con el ámbito de la expresión de deseos, como la reacción infantil de creer que basta tener buenos deseos para que el mundo se ordene de acuerdo a ellos. Si la paz es un objetivo inalienable, las herramientas para lograrla no solo suponen la neutralidad activa, sino de la inclusión de aquellos que son contendientes, y esto exige en principio conversaciones que incluyan sus demandas y sus intereses. De lo contrario, la República Argentina incrementará el riesgo en sus vínculos internacionales, sin ningún beneficio. Los Estados Unidos y las naciones europeas han dado claras muestras de que exigen alineamientos incondicionales con sus políticas exteriores, pero al mismo tiempo sus decisiones financieras y económicas no están guiadas por ninguna clase de compensación, por esos favores pedidos. Por el contrario, ellos asumen que debe ser natural el alinearse con su política, presumen que debe ser natural el sacrificio económico, político, y financiero, ante requerimientos cada vez más agobiantes y ante políticas económicas internacionales que son hostiles a nuestra producción.

La pérdida de la ingenuidad, es un proceso lento en el crecimiento de los humanos, pero debe ser instantánea en los políticos que asumen tareas de gobierno de lo contrario, sus actitudes no serían muestras de ingenuidad sino de complacencia y en última instancia de alianzas indeseables. Es por esto que países como la Argentina tiene una formación profesional de su cuerpo diplomático, que es transversal a los gobiernos con los políticos que se suceden cada período eleccionario, y es aquí donde una política personalizada, como viene siendo el caso del presidente Milei, puede tener consecuencias que, en algunos casos, terminan siendo irreconciliables.