¿Por qué la gente debe cuidar este proyecto?
“ Acuérdense que cada uno de nosotros, solo, no vale nada. Sobre todo, sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo ” (Ultima carta del Che Guevara a sus cinco hijos).
Ahora que cambia el Príncipe, debemos luchar para que él cumpla su delicada misión: seguir difundiendo el bienestar entre la gente común. Aunque en América Latina el 35 % piensa que lo logrado se debe a su esfuerzo; y el 50 % que lo mantendrá, aunque cambien los gobiernos.
¿Una administración “nueva” cuidará todo lo generado estos 12 años en obras, y en inclusión social? Tenemos la ilusión de que puede ser.
Analicemos sin entrar en el estercolero de la mayoría de los medios de comunicación, que a quien no es idiota lo convierten en algo parecido.
Aquí como en el resto del mundo, el 98 % vota por lo que ve en la tele.
Pero esta tele no habla de Europa. En Portugal: hambre. España, 770 mil familias sin ingresos y 8 de cada 10 abuelos que cobran mil euros, ayudan a hijos y nietos que siguen perdiendo sus casas, por esta crisis cada día más honda. Hace 5 años eran 2 de cada 10 ancianos. Ahora se sacrifican: no comen más carne, pescado, quesos. Solidaridad aquí ocultada; nunca dicen que hay más refugiados que en toda la historia.
El proyecto, dijo la Presidenta, no tiene nombres sino metas: inclusión. Pagó en 12 años, 145 mil millones de dólares de deuda externa hecha por otros. Sin pedir un dólar a nadie. En los próximos 12 años quienes gobiernen pagarán sólo 80 mil millones. Además, queda una deuda en dólares irrisoria: 12 % del PBI. Tuvimos que pagar lo que los bancos y las empresas recibieron gratis. No es necesario pedir plata prestada al Banco Mundial, como ya sugiere el ex FMI y asesor de Scioli, Mario Blejer.
Nosotros, el pueblo, debemos cuidar que los principios permanezcan, aunque las ideas cambien con los hombres que mandan, a los que les damos el poder en alquiler. Si preservan algo esencial: la coherencia.
Todos los opositores se ausentaron del Congreso, cuando había que aprobar y aplaudir la resolución de 136 países en ONU contra fondos buitres. Curiosamente, sólo no la valoran en este país, que la generó: su Corte le dio la razón a Argentina; y socios locales de buitres, lloran.
Porque nuestra derecha es cipaya, apoya no sólo a buitres: a políticas foráneas. No existe un partido como el Republicano, extremista en sus posturas pero muy estadounidense y que defiende siempre a su patria.
Aquí, los intereses y ONG de la clase dirigente (su ideología no varía y a sus lobistas les pagan extranjeros) vituperan esta década. Esa clase busca preservar sus negocios, de la contaminación de la modernidad. Afirma que A. Latina no mejoró nada con “estos gobiernos populistas”. Pero hace 15 años trabajaban 20 millones de niños. Y ahora bajó a 12.
Su petrificación mental valora la idea del ajuste perpetuo. Sostienen la inequidad económica (ejemplo de esquizofrenia y alzhéimer espiritual) en lugar de la justicia económica. Ésta surgió con la doctrina peronista.
El peronismo-kirchnerismo precisa el poder. Y fidelidad. En 1960 John W. Cooke, ex diputado peronista y adherente a la Revolución Cubana, huyó con otros de la cárcel de Río Gallegos. Le escribió a Perón: “Los prejuicios antiperonistas son un signo de inmadurez”. Tras el golpe de 1955 Perón lo nombró su delegado por su valentía (“Tirá pendejo, tirá”, le dijo a un guardia que le puso su arma en el estómago) y por escribir fiel: “A sus órdenes, General”. “Cuando todos estaban bajo la cama”.
No es secreto: años después el kirchnerismo, fue una fábrica potencial de conciencias cívicas inclusivas, un atajo para retornar a una postura nacional y soldar fracturas entre la clase media y los más vulnerables.
La asimetría social provoca lucha. Basta leer la historia u hojear algún diario del planeta. A veces, silenciosa. No existía “grieta” para toda la oposición en el menemismo, que construyó en una década 7 escuelas. Estos 12 años nacieron 1921; y se construyen 900 más. La educación da lucidez al pueblo, decían Alberdi y Sarmiento. A varios les disgusta.
El monocultivo mediático promueve el gobierno de los parásitos. De la cleptocracia. Ladrones disfrazados de demócratas. Cristina inquirió por qué quieren presidir el Estado si, impunes, lo insultan. Pero buscan ser elegidos para gobernar ese Estado. De esta manera podrían beneficiar a sus candidatos. Ocurrió con el periodista F. Niembro, ya renunciado.
También renunció tras anunciar los indultos de Menem. Debió irse por denuncias de corrupción del Partido Radical, hoy un socio feliz del Pro. Ahora, por falsas pautas a radios, se descubrió que el Pro dio millones de pesos del erario público de la CABA, a sus amigos. Sin licitaciones. ¿El espacio “impoluto” (para un multimedio) fue al Estado a vivir de él?
No sería el único. En Alemania, van al gobierno para cobrar sobornos. Esa picaresca nació en 1949 al votar la capital: Adenauer quería Bonn y no Fráncfort: varios parlamentarios recibieron 20 mil marcos y ganó. En 1982 se reveló que el dueño del mayor imperio privado, dio dinero a cinco partidos para obtener la exención fiscal y vender sus acciones. Hasta 1998 la industria pagaba sobornos y desgravaba los impuestos.
¿Se acuerda del escándalo aquí, con Siemens? Dicha firma, en 2008, abonó una multa de mil millones de dólares por más de 400 sobornos en el planeta. MAN, la filial de Volkswagen (hoy acusada de fraude por gases tóxicos en autos diesel) pagó en 2007 la multa de 150 millones de euros por sobornos en Europa, África, Asia; y por manipular tasas bancarias Libor multaron al Deutsche Bank: 2.500 millones de dólares.
Casi dirigido en especial para ciertos candidatos de este país, el Papa Francisco dijo en la ONU: “La casa común de todos los hombres exige que renuncien a la construcción de una elite omnipotente”. ¿Lo harán?
Debemos evitar que el epitafio de estos 12 años sea el regreso de los fantoches mandarines que odian la autodeterminación de los pueblos. Esos malos políticos no son la causa de los defectos argentinos, sino sólo su consecuencia. Apuntó Pirandello (referido al fascismo) que la política es como un tubo vacío que cada uno rellena con lo que quiere.
Hace poco 14 diputados del Pro se abstuvieron, ante la iniciativa de la Comisión Bicameral del diputado H. Recalde (tuvo 170 votos a favor) para identificar a empresas cómplices de la dictadura, ya analizadas.
Las sospechadas apoyan al Pro: M. Benz, Celulosa, Acindar, Techint, Ford, etc. Dijo Recalde: “Dieron el apoyo técnico o logístico y fueron actores que contribuyeron, o se beneficiaron”. Otros, se reciclaron en la democracia como empresarios, magistrados, políticos, periodistas.
Partidario del ajuste eterno, Macri dice estar harto del discurso sobre “la desigualdad social y la distribución de la riqueza”. Exige que “cada uno cobre lo menos posible por su trabajo”. Excepto sus adherentes.
Lo opuesto a Francisco: admite sus pecados y apoya a las mayorías, con valor y dignidad en este periplo político por lugares en conflicto.
Los opositores esconden intenciones, prometen absurdos. Memoran la ironía de Burt Lancaster en la obra “Mesas separadas”: “Usted dijo lo más desafortunado que oí en mi vida. Debería dedicarse a la política”.
Los acompaña la parte de la clase media que razona de modo similar.
Es la que uno oye decir: “Siempre desconfié de la educación pública”; la que averigua si algún vecino gana más, o menos que ella, porque la hace dichosa sentirse superior; es la que espía el auto de los amigos y busca comprarse uno mejor. O la que viaja donde aún ellos no fueron.
Y los economistas son sus gurúes: acceden a cargos, dictan políticas, conducen el Estado ante ciertos políticos manipulados por los sectores dominantes. ¿Quién los respalda? Grandes medios: conspiran, sacan gobiernos y ponen presidentes: “cargo menor” aseveró un empresario.
La clave de sus economistas es procurar el desorden (Cristina soportó nueve corridas bancarias) para gestar un orden autoritario. Garantizan, de palabra, estabilidad y crecimiento. Pero nunca lo logran. Sólo Perón (primero con el chatarrero Miranda; en 1974 con Gelbard, ex vendedor de corbatas) y en este siglo Kirchner (que tampoco era un economista) lograron mejorar el nivel de vida de las mayorías. Planificar el progreso no precisa asesores gestionando para sus socios sino personas aptas.
Con sentido común. En ambos períodos hubo inflación, y no preocupó a sus líderes. Como no inquietó a Keynes. Pues hubo inclusión social. En la dictadura o el menemismo los ricos aplaudían la “inflación cero”, pero la tasa bancaria para pagar una tarjeta de crédito llegaba al 80 %.
Muchos olvidan errores opositores: al velorio de Kirchner lo definieron como un espectáculo de Fuerza Bruta; a la AUH como brutal canaleta para el juego y la droga; a la militancia juvenil, pagada; o nacionalizar fondos de las AFJP y la movilidad jubilatoria, como una trampa contra ancianos y hacer caja; a la estatización de YPF, como “confiscación” de la propiedad privada; a la indemnización a Repsol como “entrega”; después denunciaron, unidos a Procesistas, las actuales políticas de Derechos Humanos como algo simulado; y al Arsat I, como “empresa tecnológica que no sirve” o “heladera”. Esa elite que usó en silencio la plata aportada por el Estado y los vecinos, cree que todos son idiotas.
Veamos: pidieron “pasar el invierno” en 1959 con Alsogaray, ideólogo del plan antiobrero y proimperialista de Frondizi que algunos titulan “el desarrollismo”: luego Alsogaray asesoró al dictador Onganía y Menem; gestaron la devaluación del Rodrigazo en 1975; la tablita cambiaria de Martínez de Hoz en 1979; gran devaluación en 1981; una estatización de deudas privadas con Cavallo en 1982; hiperinflación y Plan Austral con Alfonsín en 1985; Plan Brady en 1989; la devaluación de Cavallo y su Convertibilidad en 1991; caída con crisis, luto y hambre en 2001/02.
“Con el menemismo bajó la inflación” señalan. Sin “grietas”. Lógico. Se disciplinó a un pueblo desesperado, creció el desempleo y no existían huelgas, por debilidad sindical. Si no había “grieta”, ¿por qué surgieron los piqueteros? Los negocios cerraban, y las mayorías no consumían.
Esto cambió en 2003, con crecimiento del salario real al 4,6 % anual, lo cual electrificó el consumo. La oposición afirma que en 2015 no se crecerá. Falso. Será el 2,7 %. Pero ya auguran otra gran devaluación.
¿Efectos? Aumentarían los productos y bajaría el poder de compra del salario. Lo hemos vivido. Por supuesto, llegarían dólares del exterior a comprar empresas baratas. ¿Esa extranjerización ocurrió antes? Las 500 empresas principales son hoy de extranjeros. Las dos que regulan el mercado alimentario (como son formadoras de precios) causaron la urgente creación de Precios Cuidados, para contenerlos. Devaluar no origina crecimiento, sólo la mayor ganancia para exportadores, sobre todo del sector agropecuario. Al que le quitarán retenciones, prometen.
Entonces, ¿con qué financiarían los planes sociales? Dijo J. L. Espert que “los Derechos Humanos deben ser para quien paga impuestos”. Y lo aplaudió el vicepresidente del Banco Ciudad. ¿Conclusión? Otra vez bajarían impuestos. A los más ricos. Pero nunca el IVA, que el ministro Cavallo subió del 13 % al 21 % y ni Lavagna (sería ministro de Massa) aceptó bajar. Que el pobre pague el 21 % sobre la comida, aunque en la derruida España todos abonen un 8 %. Abrirían las puertas (y no lo hacen EE.UU ni la UE) para importar mercaderías baratas del exterior.
Y fundirían nuevamente a las Pymes. ¿Con qué dólares pagarían los productos importados? Con más deuda. Le pedirían prestado al FMI.
A la que agregarían bonos por 25 mil millones para pagar a los buitres y al 7 % restante acoplado a ellos. Habría que emitir. Y cada año más, para pagar intereses, que bajarían el PBI un punto por año. Grave. Así iniciarían un gran ajuste fiscal, anulando los subsidios a la luz y el gas.
“Sincerar tarifas” exige la oposición; eso subiría la inflación. El plan es la ruta a la recesión de los 70 y 90. Lea “La Nación” y se sentirá en los 70. O “Clarín” y “Perfil”: así volverá a los 90. En 5 años, habría default.
Incluso el Pro y Massa hoy prometen suprimir el impuesto a la renta (o a Ganancias) de la cuarta categoría. Los camioneros, felices. En otros países lo paga el 20 % con menores ingresos. Aquí sólo el 11,3 %. Es decir que NO lo paga el 89 %. Quien gana $ 20 mil, paga $400. Es un impuesto ético, a los ingresos altos, a la cima de una pirámide salarial.
Eliminarlo traerá más desigualdad social. Tenemos el mejor índice Gini de la región (0,50), pero la caída de la desigualdad en América Latina es baja por el injusto IVA, impuesto indirecto al pobre. Los ricos aquí se quejan y el impuesto a la renta es 1, 4% del PBI. En Europa, 8, 4%.
Los ajustes nunca son expansivos, siempre traen recesión. Ello se ve hoy en la Eurozona, con un promedio que oscila entre el 26 % y 50 % de desocupación. Aquí hablan los opositores de “errores kirchneristas” para justificar ante los votantes esa desvergonzada opción del ajuste.
Al menos el Pro y Massa repiquetean con lo mismo: “un plan agotado”, “economía cerrada al mundo”, “populismo”, “falta de dólares para los insumos”, “retenciones absurdas”, “dólar no competitivo para exportar”, “falta de crecimiento”. Falacias, para no aumentar luego jubilaciones ni planes sociales. Puerta abierta al desempleo. Y la desindustrialización.
De las pymes. Agregan más: “prescindir de parte del empleo público” (aunque sea de los médicos y enfermeras), “eliminar el cepo de un día para otro”, “congelar el gasto público” (menos el que va a los amigos y enorme publicidad propia), “no emitir más con la maquinita” y financiar la deuda con préstamos del FMI, al tiempo que cesarían los acuerdos con China y Rusia, aceptando sumisos los fallos del Ciadi y de Griesa.
¿Qué ocurriría? Socavados así los ingresos de las mayorías, caído el mercado interno, con inflación por el aumento de tarifas y un despido de millares, habría recesión por la baja de demanda, la clase media se asombraría de no retener lo ganado en 12 años, y la clase baja, que lo supone también indefinido, lo vería escurrir. Nacerían las protestas de esos mismos sindicalistas que hoy surgen apoyando al Pro y a Massa.
No detendría la fuga de capitales la suba de la tasa de interés (hoy se ve en Brasil o Grecia) y el ajuste neoliberal dispararía otras corridas y devaluación con cuentas fiscales mínimas, por baja de la recaudación.
Cambiarían los ministros y esos dólares de los créditos del FMI serían (bajo su estricto control social) para pagar los intereses. Es un ideal ya vivido: la Autodestrucción del país, con un fracasado signo económico.
A Massa lo señalan los cables de WikiLeaks como un visitante asiduo de la Embajada; allí hablaba mal del entonces presidente N. Kirchner. Rey de las cámaras de seguridad, al 70 % de Tigre no le hizo cloacas. Promete militarizar la represión a narcos. No vivió la dictadura. Quien deja al Ejército perseguir y matar, legitima el vendaval de la violencia.
Medido, Scioli demostró lealtad. ¿Dará un giro inesperado? Ya lo hizo Menem en 1989; olvidó los 27 puntos de la CGT y se reveló un liberal. ¿Y si a Scioli se le ocurre expiar lo que creyese errores kirchneristas? No parece. Valora este “proyecto colectivo y un país desendeudado”. La doble moral de la nada creíble oposición hará factible que continúe.
Aunque sus asesores económicos fueron, y quizá aún son, consejeros de corporaciones, del FMI y empresarios. No es pronóstico promisorio.
Pero quizá Scioli no se guiará (lejos de Duhalde, que confesó no saber de economía y devaluó un 300 %, llevando al 54 % de pobreza y 27 % de indigencia) por lo que otros sugieran. Quizá recuerde a Kirchner: se opuso a las dudas de su ministro Lavagna y exigió quitar el 65 % de la deuda. O no firmaba. Un coraje similar, será más útil que la sabiduría.
Ambos Kirchner jamás buscaron “recuperar la confianza del mercado”. Cristina se refirió “a los peleles manejados por las corporaciones o los consejeros económicos de turno”, duchos para “relativizar, minimizar o directamente eliminar el rol del Estado, como si aún fuera posible dar buena salud, o buena educación, o hacer obras de infraestructura sin participar el Estado en su rol preponderante en la economía del país”.
Enoja que el sciolista empresario vicepresidente del Mercado Central, A. Samid, afirme que el dólar debe devaluarse un 50 % y llegar a $ 14, para poder exportar más. ¿Alguien cree que si un productor vendiera a otro país con un dólar a $ 14, vendería aquí con un dólar a 10? Nunca. Esa sola medida, provocaría otra enorme crisis social. En los de abajo.
Pero la indignación, por sí sola, no es útil en política. Saber decidir, sí. Enron quebró; Grecia quebró; España e Italia van hacia allí; J. Corbyn, líder del laborismo en el Reino Unido, aporta su mirada renovadora. Y dice que democracia no es sólo votar, sino “el derecho a saber lo que pasa”. Aquí los grandes medios y los candidatos opositores, lo niegan.
En una época que estimula la hipertrofia del yo y valora “la cultura del descarte” (dijo el Papa) ¿cómo se sobrevive en un planeta en el que el hombre está cada día más confundido? Un buen político lo intenta así: aprende a pensar. Y para ello, primero escuchó. Aprendió a aprender.
Scioli sumó experiencia con ambos Kirchner. Hoy eso debería servirle para oír al Papa, quien afirma que el capitalismo “ya no aguanta más”.
¿Y la gente? Dispuesta a llenar la Plaza de Mayo si algún político, con excusas de asesores, toma decisiones en su contra. Ir veloz, como el 17-10-1945. O en diciembre de 2001. Nunca este pueblo fue cobarde.