¿Habrá siempre un Bianchi salvando a Macri?
Fue hace un poco más de veinte años, el domingo 3 de diciembre de 1995: mientras en la cancha Racing goleaba al Boca que jugaba en condición de local por 6 a 4 y le dejaba expedito el camino a Vélez para que se coronara campeón, las elecciones le daban el triunfo a la fórmula Mauricio Macri - Pedro Pompilio sobre la de Antonio Alegre y Carlos Heller. La fórmula derrotada había saneado a un club en quiebra, que cuando se hicieron cargo, se había llegado al extremo que había que ponerle con marcador el número a las camisetas de los jugadores. Deportivamente, en sus primeros años el hijo de Franco anduvo a los tumbos. Eligió a los directores técnicos por encuestas, mientras River vivía un momento glorioso. Recién en el apertura 1998/1999 consiguió un título, cuando en el mismo plazo River había ganado cuatro campeonatos locales y varios internacionales.
En ese período se consumaron los fracasos de los dos primeros técnicos de Macri: estruendoso con Carlos Bilardo, y con un buen campeonato del equipo dirigido por el Bambino Veira que perdió por un punto el campeonato apertura 1997 ganado por River. Macri estaba desesperado. Ya había consumido la mitad de su mandato y el ansiado campeonato parecía inalcanzable, mientras compraba jugadores en forma desesperada. A aquellos que ya formaban el plantel, les propuso una rebaja del sueldo, lo que le valió que Maradona lo calificara del “cartonero Báez”, aquel testigo involuntario del asesinato de Alicia Muniz perpetrado por Carlos Monzón. Su hombre para el cargo era Daniel Pasarella, pero después de marchas y contramarchas el ex seis de River no aceptó, fundamentalmente por su pasado futbolístico con la banda roja, a pesar de que es hincha de Boca. En medio del desconcierto, eligió a Carlos Bianchi, hincha de River, que había ganado varios campeonatos con Vélez. Y ahí el director técnico con el apellido de una conocida bodega, lo emborrachó de triunfos, salvó su presidencia bostera y sentó las bases de su carrera política.
Aunque parezca mentira, un poco más de veinte años más tarde, la escena volvió a repetirse. La Alianza “Cambiemos” carecía de un candidato importante, una carta ganadora para la gobernación a la Provincia de Buenos Aires. Primero Mauricio Macri le propuso la candidatura a Gabriela Michetti. Y la muy mediocre política, igual que Pasarella, le dijo que no. La posible equivocación de Mauricio Macri fue salvada por los temores fundados de la nacida en Laprida. Entonces apareció en escena, el que posiblemente sea el mejor cuadro político del macrismo, María Eugenia Vidal. Caracterizada como Heidi por Felipe Solá, su rostro agradable y su hablar suave encubre a una dama más cercana al hierro que a la porcelana. Recorrió intensamente la provincia, realizó política cara a cara, mientras que desde el gobierno kirchnerista se cometían infinidad de errores que posibilitaron su triunfo: comenzando por una interna descarnada entre Aníbal Fernández y Julián Domínguez que le daba la razón a la prédica de la oposición, con el triunfo del candidato menos ganador; hasta el error de Cristina Fernández que optó por bendecir la formula Scioli- Zannini, dejando que Florencio Randazzo se entere por televisión, lo que llevó a que éste se baje de su interna por la presidencia y descarte la posibilidad de ser la carta ganadora como candidato a gobernador, en esa provincia que reúne a casi el 40% de la población.
Clarín desarrollo una campaña intensa que logró convertir a Aníbal Fernández en un émulo del narcotraficante Pablo Emilio Escobar Gaviria. Esos dos errores del oficialismo facilitaron el triunfo de María Eugenia Vidal: el triunfo en la interna de Fernández en lugar de Domínguez y la deserción de Randazzo. Exactamente a la inversa de lo que sucedió en Cambiemos donde el error inicial de Macri, fue enmendado por los temores de Michetti. En la comparación futbolística Pasarella es Michetti, y María Eugenia Vidal es Bianchi. Esta Licenciada en Ciencias Políticas, junto a Rodriguez Larreta, gobernaron efectivamente la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en representación de Mauricio Macri.
El acierto accidental de Macri, aunque éste siempre creyó en sus potencialidades, le dio un triunfo histórico en la Provincia de Buenos Aires y fue la base de su acceso a la Presidencia. Un replay de aquella negativa de Pasarella que llevó al acierto a regañadientes de la designación de Carlos Bianchi.
Vidal realizó una intensa acción social en la Ciudad, en las zonas más pobres, junto con la pata peronista del PRO, Cristian Ritondo y Diego Santilli.
Las posibilidades de María Eugenia Vidal de proyectarse a la presidencia en el 2019 depende de la sobrevivencia política de la nave macrista contra el iceberg del ciclón económico que desató.
De ahí la pregunta ampliada del título ¿Habrá siempre un Bianchi, una María Eugenia Vidal, para salvar a Macri?
Si Alberto Einstein afirmaba que “Dios no juega a los dados con el Universo”, en cambio la historia suele convocar muchas veces al azar, que se monta sobre un entretejido de errores y aciertos de sus protagonistas.
En este caso, lo que salva a Mauricio Macri de las consecuencias de sus políticas económicas no tiene un solo nombre, sino un colectivo de intereses económicos y voceros mediáticos, que lo sostienen en la medida que pueda manejar el malestar social que ha generado. Y si no, en el banco de suplentes, esperando turno está un jugador joven, experto en oportunismo, que se llama Sergio Massa. Titular y suplente tienen un mismo padrino: la embajada norteamericana.