Once Tiros convirtieron a Niceto Club en un 'Búnker' rockero
Muchas camisetas de Peñarol y Nacional, mucha garúa sobre la cabeza de quienes se la bancaron para sacar una entrada, muchos trotskistas que vengaron al punk rock y un mensaje claro: juntos como hermanos de las dos orillas. Así comienza esta cobertura de Once Tiros en Palermo.
El sábado fue uno de los días más fríos en lo que va del año, epicentro de una seguidilla de lloviznas y vientos que azotaron a las dos orillas. Pero cuando éstas se juntan, el calor convierte al frío en un infierno.
Afuera, un paisaje temerario. Adentro era otra historia. Desde temprano los fieles de esta banda uruguaya -me atrevería a decir una de las de mayor ascenso en este último tiempo a pesar de llevar muchos años- llenaron Niceto Club para la presentación de su nuevo disco. Y de paso ver a los legendarios Trotsky Vengarán, que le pusieron la cuota de distorsión y agite necesarias para empezar con una sonrisa (y algunos cuantos tragos encima).
El ambiente de Once Tiros es así: una mezcla entre lo más ferviente de la juventud y los buscadores de buena escucha, que se amalgaman para la dosis perfecta de pogo y disfrute, de quilombo y de armonía, de revoleo de remeras y, al mismo tiempo, pasividad. En conclusión, es un público donde se cuidan los unos a los otros sin la necesidad de lastimarse, pero sí que se hacen notar. ¡Y cómo!
El 'Negro' Silvera, con toda su sinceridad, dejó una frase que define claramente a los Tiros y su público: "Hemos logrado sacar boludeces que nos dividen y juntarnos en paz y amor por la música. Chiquilines... se los adora a los dos" y avisó que se tocarían todos los temas del nuevo disco. Aunque, obviamente, los viejos -y no tanto- también iban a estar.
Si algo me quedó claro, es que Once Tiros cada vez tiene más aceptación en el público argentino. Vienen creciendo, y es algo merecido después de tan buenos discos y tan buen laburo. La gente así lo demostró:
'Búnker'
No quise escuchar mucho en la previa y fui directo a la fuente, al vivo. Y como seguidor de esta humilde y gran banda desde casi sus comienzos (creo que me los perdí solo dos o tres años allá a fines de los 90) me animo a decir que tengo una mirada muy crítica sobre cada canción. Casi nerd, diría.
Los temas nuevos fueron en coincidencia con la estética que la banda fue adoptando con el correr del tiempo, de un tinte más rockeros. Mucha canción, no tantos vientos, las tres violas a full... y a pesar que ahora me quiero comer el disco para disfrutarlo de punta a punta, me faltó un poco ese viejo ska punk rabioso.
Pero pensándolo bien, eso es lo bueno que tienen los tiros: que en cada disco se reinventan, cambian sin perder su escencia y no tienen miedo de hacer lo que les gusta (sobre todo cuando el mejor negocio que encontraron fue producirse a ellos mismos). Y siempre tienen el don de sorprenderme de una manera u otra.
Pogo
La banda mechó entre lo nuevo y lo viejo, pasando por todos sus discos y quizá dándose el gusto de tocar temitas como 'Lo más valioso', 'Lágrima azul', 'El globo', 'Tiempo y dolor', 'Kamikaze', entre otros. También lo hicieron como era de esperarse con los temas nuevos: 'Cada vez más', 'Cada vez más', 'Boombaby', 'En silencio el fuego', 'Qué sería de mí' (el corte de difusión), y otros que fueron pasando en tandas.
Pasé tiempo en el balcón cual burgués, mirando a la juventud saltar y rebotar con cada acorde, con una llama prendida dentro de mí que decía: ¡quiero hacer mosh desde acá arriba y que se pudra todo! Pero me contuve.
Hasta que escuché los acordes de 'Que no decaiga', el tema con el que durante bastante tiempo abrieron sus shows, y es uno de los que 'me doblegan'. Así que no me importó la "imagen" de periodista y me fui al medio del pogo a empujar pendejos (siempre con cuidado, obvio).
Si una imagen queda guardada después de este show, fue Niceto saltando como si fuera un bloque de gente homogéneo, único, así como el cantante manifestó su intención: de hermanarnos en ese búnker palermitano bajo el manto de la música.