Que el líder de Iron Maiden es un fanático de la aviación no es una novedad, pero desde que lanzó su proyecto para tener el dirigible más grande del mundo -el Airlander 10- su locura por volar tuvo aún más trascendencia entre los fanáticos metaleros.

La nave de 92 metros de largo y en la cual Dickinson invirtió 360 mil dólares, terminó de la peor manera su segundo vuelo de prueba y sufrió la destrucción de su cabina de control, luego de caer en picada en su aterrizaje, en el Cardington Airfield de Bedfordshire, en el Reino Unido.

El accidente no dejó heridos afortunadamente, pero sí sorprendió a muchos curiosos que vieron la caída. En total, el dirigible costó 33 millones de dólares pero el dinero no le preocupa a Dickinson: "No espero recuperar mi dinero pronto, solo quiero ser parte de esto. Siendo una persona del rock, podría comprar un millón de Rolls Royce y estrellarlos en piscinas, o puedo hacer algo útil", le dijo hace unos meses a The Guardian.