Su origen nada tiene que ver con la música. Data del segundo siglo después de Cristo, en épocas donde la religión católica estaba prohibida en el imperio Romano. Allí, dentro de las murallas vivía una joven devota llamada Cecilia.

Ella había sido obligada por sus padres a casarse con otro joven de la misma sociedad patricia -Valeriano- quien al poco tiempo adoptó la religión de su mujer.

Pero no transitaron el "buen camino". Sino que Valeriano y su hermano comenzaron a realizar una actividad prohibida en aquel entonces: sepultar cadáveres cristianos.

Los hermanos fueron descubiertos y arrestados. En su encierro fueron obligados a decir que adoraban a Júpiter, pero se negaron y fueron torturados hasta la muerte.

Cecilia no correría distinta suerte. La joven fue presionada para renunciar a la religión de Cristo. Sin embargo, declaró que prefería la muerte antes de renegar de su fe.

Fue por esa razón, que la metieron en un horno para que la sofocación y los gases terminaran de "ablandarla". Pero tampoco lo lograron.

Hasta acá es una historia más traída, recreada o inventada (como cada uno crea) por la Iglesia. Pero aquí viene la excusa para coronarla como patrona de la música: Desde afuera, los guardias escuchaban el canto de la joven mientras las llamas ardían... creer o reventar dice el dicho.

Finalmente, el 22 de noviembre del año 230 el alcalde romano Almaquio ordenó que le cortaran la cabeza, y de ahí la fecha conmemorativa.

Tiempo después, en 1594, el Papa Gregorio XIII nombró a Cecilia como patrona de todos los músicos, haciendo alusión a aquel canto que logró vencer a la muerte (metiendo un poco de poesía al hecho que no se sabe por qué llegó a sus manos). 

Lo cierto es que muchos quizá elegimos quedarnos con el Día de la Música con la inmortalidad del 'Flaco' Spinetta, el 23 de enero, sobre el cual se dispuso la ley que marca a esa fecha como la conmemoración máxima de los músicos de nuestro país. En tal caso, el Día de la Música, son todos los días.