25 años sin Freddie Mercury: el impactante relato de sus últimos momentos
Freddie Mercury fallecía un 24 de noviembre de 1991 en su mansión de Garden Lodge, en Kensington, hace exactamente 25 años. Pero fue recién en 1994 que su última pareja, Jim Hutton, publicó un estremecedor artículo en el diario británico, The Guardian, dando detalles de los últimos momentos del cantante, y desmintiendo algunas versiones que había instalado la prensa. El texto es tan emocionante como triste.
Fue Jim Hutton, junto con otros dos colaboradores, quienes estuvieron con Freddie Mercury hasta sus últimos momentos. De hecho, Hutton -quien fuera su pareja durante 7 años- estuvo en el momento en que el cantante dio su último suspiro.
En aquel momento, la prensa británica ya había hecho girar el rumor sobre una posible enfermedad de Freddie. Pero el cantante, por cuestiones personales, lo mantuvo en secreto. Increíblemente, cuando decidió darlo a conocer a través de un comunicado, terminó falleciendo al día siguiente.
El comunicado fue el siguiente: "Siguiendo la enorme conjetura de la prensa de las últimas dos semanas, es mi deseo confirmar que padezco SIDA. Sentí que era correcto mantener esta información en privado hasta el día de la fecha para proteger la privacidad de los que me rodean. Sin embargo, ha llegado la hora de que mis amigos y seguidores conozcan la verdad y espero que todos se unan a mí y a mis médicos para combatir esta terrible enfermedad. Mi privacidad ha sido siempre muy importante para mí y soy famoso porque prácticamente no doy entrevistas. Esta política continuará".
Luego de la muerte del cantante las versiones siguieron. Por eso, su última pareja de los últimos años escribió un importante artículo en el diario británico fechado el 22 de octubre de 1994.
"Contrariamente a algunas noticias en la prensa de la época, el dormitorio de Freddie nunca se convirtió en un minihospital.Tenía un gotero a su derecha por si necesitaba una transfusión de sangre, pero todo lo demás de la habitación estaba exactamente como había sido siempre. En los últimos días Freddie dejó de comer alimentos sólidos, sólo comía frutas y bebía zumos (…).
La mañana del jueves 21 de noviembre fue un día muy triste para mí. Fue la última vez que Freddie apareció en la ventana de su habitación gritando 'cooee' y yo sabía que el final estaba muy cerca. Esa noche tuve especial cuidado de él. Se quedó dormido y me acosté a su lado en la cama. Sólo tenía que darme suavemente con el codo y ya estaba despierto para lo que quisiera.
Al amanecer ya estaba despierto, tranquilamente viendo la televisión. Freddie estaba todavía dormido, acurrucado en mi brazo y aferrándose a mi mano. De vez en cuando me la apretaba suavemente. '¿Me quieres?', me preguntó al despertar. Hoy más que nunca necesitaba oír lo mucho que le querían. 'Sí, te quiero', susurré y le besé en la frente. (…) Freddie durmió durante gran parte del día siguiente y por la tarde subí a verlo. Estábamos acostados en la cama cuando me preguntó qué hora era.– 'Son las ocho"', le dije.– 'Pronto el mundo entero lo sabrá', suspiró mirándome con ojos tristes. Este fue el primer indicio de que había algo que estaba pasando.
'Cuando Freddie asintió con la cabeza me fui abajo y le conté a Joe [Fannelli, ex amante y cocinero de Mercury] lo que me había dicho. Confirmó que se había preparado un comunicado explicando su condición. Estaba previsto que se emitiera a medianoche. Yo no tenía que ocuparme de Freddie el sábado por la noche, sino Joe. Pero se había ido al gimnasio, luego a tomar una copa y ya no apareció. Estaba con Freddie en su habitación alrededor de las 10 cuando se agitó terriblemente. No dejaba de preguntarme dónde había ido Joe.– '¿Por qué, cuál es el problema?', pregunté.– 'Bueno, tengo que tomar mi medicina'– 'Oh, eso no es un problema', contesté. 'Te puedo dar yo las pastillas. ¿Cuáles son?'. Él sabía exactamente cuáles eran las tres o cuatro que necesitaba. Analgésicos. Había estado tomando AZT, pero lo dejó junto a todas las demás. (…)
Freddie se despertó de nuevo a las seis de la mañana y pronunció lo que serían sus últimas palabras: 'Pis, pis'. Quería que le ayudara a ir al baño. Estaba terriblemente débil y tuve que llevarle en brazos. Al colocarle de nuevo en la cama oí un crujido ensordecedor. Sonaba como un si se le rompiera algún hueso, partiéndose como la rama de un árbol. Gritó de dolor y le dio una convulsión. Llamé a Joe a gritos. Le necesitaba para sujetar a Freddie a la cama para dejar de hacerse daño a sí mismo.
Con los años, Joe había visto Freddie tener un ataque de ansiedad tras otro y sabía exactamente cómo manejarlo, sujetándolo hasta que la ansiedad cedía. Le dijo: 'Freddie, cálmate'. Entonces Freddie lanzó su mano directa a la garganta de Joe. Era como un hombre que se ahoga luchando por conseguir un poco de aire. Joe se liberó de las garras de Freddie y, finalmente, le calmó. Luego, exhausto por el esfuerzo, Freddie se quedó rápidamente dormido. Llamamos al doctor Atkinson, que se acercó y le dio una inyección de morfina que le ayudara a tirar adelante. Joe me dijo después que Freddie era alérgico a la morfina, pero a estas alturas ya parecía no importar.
Mary [Austin, su mejor amiga] llegó más tarde y nos reunimos en la cocina, a la espera de escuchar el pronóstico del doctor Atkinson. Nos dijo: 'Freddie probablemente durará hasta el jueves'. Joe y yo nos miramos el uno al otro. Ambos sabíamos que no podría durar tanto. (…) El doctor Atkinson se quedó en casa toda la tarde y se fue poco después de las seis y media. Le di las gracias por haber estado tanto tiempo, le vi salir y luego volví a entrar para estar con Freddie.
Pidió ir al baño. Después de las terribles convulsiones que había tenido por la mañana después de ir al baño, no me atreví a lidiar con él otra vez con una sola mano. Corrí escaleras abajo y me encontré a Phoebe [seudónimo de Peter Freestone, que ayudaba al cuidado personal de Mercury]. Cuando llegamos al piso de arriba, Freddie había mojado la cama. Phoebe me miró y preguntó: '¿Cambiamos las sábanas?'– 'Más vale', contesté. 'Si no lo hacemos y se despierta y se pondrá de mala leche'. No sé por qué dije eso, tal vez fue mi subconsciente tratando de hacer ver que las cosas eran menos graves que la realidad. Phoebe comenzó a cambiar la cama mientras yo me ocupaba de Freddie. Cuando le estaba poniendo una camiseta limpia y un par de calzoncillos, sentí que trataba de levantar la pierna izquierda para ayudar un poco. Fue lo último que hizo. Bajé la vista hacia él, sabiendo que estaba muerto.
– 'Phoebe', grité. 'Me temo que se ha ido'. Puse mi brazo debajo del cuello de Freddie, lo besé y lo abracé. Sus ojos seguían abiertos. Recuerdo la expresión de su rostro y cuando me voy a dormir cada noche aún está ahí, frente a mí. Estaba radiante. (…) Detuve la manecilla del reloj de cuerda que estaba junto a la cama. Se lo había regalado a Freddie porque me dijo que siempre había querido uno. Ponía que eran las siete y 12 minutos. Nunca lo he vuelto a poner en marcha".