Los años sin justicia seguían pasando, pero el Flaco nunca bajó los brazos. Muchísimos colegas se sumaron a su lucha, una búsqueda de las más nobles, de las más necesarias para la sociedad. Una búsqueda que no fue acompañada por el estado, en ninguna de sus formas: las leyes nunca llegaron, las decisiones políticas tampoco, mucho menos, las condenas que sentaran precedente.

Spinetta y sus aliados sabían que el sistema no se preocuparía por evitar otra tragedia, de ahí que su búsqueda partiera desde lo artístico, apelando a que su prédica, su música, la lectura de los poemas de una de las chicas muertas en Margarita -Delfina Goldaracena- llegaran a lo más profundo de las personas y cambiar así, el pequeño chip fallado, ese que no nos permite ver más allá de nuestras narices.

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