Como un símbolo de la rebeldía, este animal evitó que los humanos esquilen su lana e incluso, del recambio natural que este tipo de animales adoptan en la vida salvaje.

La oveja neozelandesa huyó de los corrales de sus dueños y estuvo seis años en la vida salvaje, refugiándose en una cueva con una cantidad impresionante de lana.

Una vez encontrada, y después de pavonearse en los circuitos de ganaderos presumiendo su abundante traje, el animal finalmente tuvo que someterse al cuchillo. Se dice que de su lana se podrían haber hecho abrigos para 20 hombres.

Las ovejas domesticadas ven interrumpido su proceso natural de esquilado –en su estado salvaje, pierden naturalmente estos tupidos abrigos de lana- ya que cada temporada el empresario ganadero las esquila y vende el material.