Lee Palmer, su esposa y su bebé, tenían un tranquilo día en su casa de Portland, en Oregon, Estados Unidos, hasta que su amado gato Lux enloqueció.


La mascota, un gato himalayo de 10 kilos, comenzó a arañar la cara del bebé de siete meses. Fue entonces que Palmer pateó al gato para alejarlo de su hijo, provocando que este perdiera el control.


El gato emprendió un feroz ataque contra la familia, por lo que el hombre cargó a su hija, y junto con su mujer, corrieron hasta el cuarto más cercano para llamar a la policía y pedir ayuda.


La llamada al 911:

- Por favor ayúdenos, él -Lux- está tratando de atacarnos, gritó Lee aterrorizado.

-¿Quién está tratando de atacarlos?- preguntó la operadora.

-Nuestro gato- respondió Palmer- él es muy, muy peligroso.


La operadora dudo pensando que se trataba de una broma, pero Lee suplicó que le creyera y acercó el teléfono a la puerta para que pudiera escuchar los gruñidos del felino, "¿Escuchó eso?¡Es nuestro gato!", indicó Lee.


Luego de un rato la policía acudió al auxilio de los Palmer, capturaron al gato y lo encerraron en una jaula especial para animales violentos.


"Nos asustamos mucho. Su comportamiento fue bastante extraño, muy violento", declaró Teresa Barker, la madre de familia y dueña de Lux.


Luego de atrapar al gato, el oficial de Policía Timothy Bocciolatt, concluyó que Lux había enloquecido debido al reducido espacio de la vivienda de los Palmer. "Es una casa muy pequeña", señaló Bocciolatt.


Para John Bradshaw, fundador del Instituto de Antrozoología de Bristol, "es muy extraño que un gato doméstico se comporte de esta forma". El experto explica que de los 80 millones de gatos domésticos que viven en Estados Unidos, Lux podría ser descrito como un "gato loco", ya que su comportamiento no es nada común.


"Son bastante amigables. Cuando atacan al ser humano lo hacen para defenderse y nunca sería algo mortal. Tiene que tener algo anormal para que lo haga", puntualizó Bradshaw.


Sarah Ellis, experta en comportamiento animal de la Universidad de Lincoln, apoyó la opinión de Bradshaw, y aseguró que los gatos no son violentos sin razón aparente. "Es nuestro deber proteger a los gatos de sentirse amenazados por nosotros, asegurando que tienen un buen nivel de socialización", finalizó.