Sudestada
El miedo no les sirvió de nada. Samaras, el candidato derechista de Nueva Democracia, horas antes de las elecciones, dijo que votar a Tsipras era llevar a Grecia por el camino de Corea del Norte y denunció que no habría “ni papel higiénico”, haciendo de aprendiz de brujo y guiñando el ojo a la fuga de capitales y al derrumbe de la bolsa como consecuencia “natural” del miedo de la clase media a que “le roben sus ahorros” bajo un gobierno “chavista”. Merkel y Rajoy también jugaron la carta del miedo. El mandatario español se ve venir en nueve meses el vendaval de Podemos. Christine Lagarde y otros funcionarios del FMI, contribuyeron con lo suyo al declarar que frenaban los desembolsos de febrero “hasta ver quién gana” y que “se respeten los compromisos asumidos”. La campaña internacional para demonizar a Syriza chocó contra las rocas sólidas de la voluntad popular. Syriza, la coalición de la izquierda radical, ganó con más margen del pronosticado y con el apoyo de un grupo de nacionalistas de derecha anti ajuste escapados de Nueva Democracia, ya formó gobierno. La ola viene desde el sur, amenazando con extenderse por España, Irlanda, Portugal y otros países afectados por la crisis. ¡En Europa también hay sudestadas! El pueblo griego se volcó a las urnas con la esperanza de que se terminen las recetas del ajuste impuestas por la troika, que incluyen la rebaja de salarios y pensiones, despido de 150 mil empleados públicos, privatización de empresas del estado -incluso de aquellas redituables como la productora de gas DEPA- y recortes escandalosos en los presupuestos de salud y educación. Entre otros detalles, el ajuste brutal se llevó puesta a la televisión estatal ERT, que cerró sus puertas por falta de financiamiento. El resultado de 4 años de “ayuda europea” y de los programas diseñados por los memorándums europeos ha sido el retroceso del 25% de su PBI, un desempleo del 25% y un desempleo juvenil del 55%, la regresión de todos los índices imaginables en las condiciones de vida de millones de personas y una deuda de más de 320 mil millones de euros. Se terminó el espejismo de que ingresando a la OTAN y suscribiendo los “memorándums” con la troika, Grecia se volvería “un país serio y confiable”.
El triunfo de Syriza es la expresión de una crisis estructural del diseño de la Unión Europea, de la pérdida de soberanía nacional y de la crisis del viejo sistema político que implicó el alineamiento de los partidos del establishment, la derechista Nueva Democracia y el antiguo partido socialista PASOK, que gobernó durante décadas y terminó como mandadero en el último gobierno de coalición.
Analicemos estos tres elementos: La opinión pública “respetable” en Alemania culpa a los griegos por ser corruptos y un poco haraganes, no hacer los “deberes” y despilfarrar “su” dinero. ¿Por qué el ciudadano alemán debería mantener a una caterva de ineptos? En esta visión, lo que sucede en Grecia o España no tiene nada que ver con ellos. Pero la realidad está lejos de esta visión interesada. Alemania ha sido artífice, junto a Francia, del diseño de una Europa abierta la circulación de mercancías y las finanzas, basado en la lógica neoliberal de que el Estado debe sólo asegurar las condiciones jurídicas de seguridad al capital privado. En este esquema, los países más pobres de la periferia europea fueron tentados con jugosas promeses de inversiones, mercados abiertos a sus productos y financiamiento para apuntalar sus esfuerzos. Pero la realidad de la Europa del capital, ha sido una división internacional del trabajo donde los países pobres se fueron desindustrializando y especializándose, como Grecia, en servicios y el turismo. Así, la brecha tecnológica y de productividad lejos de estrecharse se amplió y las consecuencias comenzaron a pagarse a partir del estallido de la crisis de 2009. Sólo que hasta el estallido, estas condiciones desiguales, la tendencia a la polarización social y geográfica entre el norte rico y el sur pobre, estuvieron solapadas por el “efecto riqueza” que artificialmente había generado en algunos países, como España o Irlanda, la burbuja inmobiliaria y el ingreso de capitales financieros. Cuando estalló, el rey quedó desnudo. Las desigualdades al interior de la sociedad europea y entre países ricos y pobres se hicieron evidentes. Los partidos neonazis, que sostienen un discurso chovinista y racista contra los inmigrantes, se hicieron populares entre capas de la población empobrecida, basados en un punto real, la pérdida de soberanía. La dictadura tecnocrática de Bruselas, donde su parlamento no es el que realmente cuenta, alimentó a Le Pen y otros de su misma especie. Pero el triunfo de Syriza podría darle a la lucha contra la austeridad en todo Europa un signo diferente. La Europa del capital, la socia número uno de la política exterior norteamericana en Medio Oriente, la que levanta vallas como en Ceuta y Melilla, Lampedusa o Malta, no ofrece otra cosa que mayor desigualdad, precariedad, desempleo y racismo.
La obsesión alemana por el combate a la inflación y las políticas ortodoxas de superávit fiscal, agravaron la situación, empujando a Grecia a una recesión histórica y a la pérdida de la capacidad estatal de hacerle frente con políticas económicas que fomenten la demanda y le permitan salir de la recesión. La población griega, como muchos indignados españoles o irlandeses, sienten que han perdido capacidad de decisión, que son los burócratas de Bruselas y no ellos mismos, lo que toman las decisiones. La pregunta evidente que surge es ¿para que sirve la democracia? Desigualdad social creciente y pérdida de soberanía, han dado como consecuencia el derrumbe de los partidos que se han mantenido en el poder como representantes de la Europa de las finanzas más que de sus pueblos. Es el derrumbe de esa legitimidad la que dio paso al triunfo de Syriza. El carácter revolucionario que posee el triunfo de la izquierda griega no está esencialmente en su programa keynesiano de emergencia sino en que por primera vez, la alternativa a la arquitectura del neoliberalismo capitalista no proviene del falso soberanismo derechista que agita todos los fantasmas del chovinismo, sino de aquella izquierda que interpela a las fuerzas democráticas y progresistas de Europa para reformular en un sentido social, solidario e igualitario, el ideario cosmopolita de la Unión Europea. La humillación griega no culminó en la deportación de turcos o albaneses como pretende Amanecer Dorado, sino en el reclamo de otro reparto de poder al interior de Europa. En definitiva, lo que el pueblo griego lanza a sus hermanos del continente es la alternativa de hierro “o la Europa del capital, que nos ha conducido a la crisis, la desigualdad y el racismo, o la Europa social de los pueblos, basada en la democracia y la participación popular”.
El desafío está lanzado, aunque hoy no sepamos cómo evolucionará. El primer capítulo del mismo será la renegociación por la deuda.
El virus de la izquierda radical, que reclama honrar la vida antes que la deuda, puede extenderse como una mancha de aceite por Europa. Habrá que hacerle frente a los enormes desafíos y peligros que acechan por todos lados. La derecha usará todos los medios, los de la fuerza y los de la cooptación para hacer frente a la nueva situación. Asumir el gobierno no es lo mismo que tener el poder. Experiencias de gobiernos de izquierda terminaron en fracasos cuando sus agendas electorales fueron apartadas por presión del capital concentrado o de los grandes medios. La clase dominante posee una cantidad de recursos para disciplinar a los representantes populares, amenazas de lockout, huelga de inversores, fuga de capitales, y campañas de difamación por la prensa que dominan. Hay dos recursos que combinados puede esterilizar a corto plazo esos intentos y permitir avanzar hacia adelante: medidas económicas drásticas que impidan esas maniobras (control de la banca, restricción de la fuga, etc.), y la movilización social y política de las fuerzas de toda la clase trabajadora y la juventud. Agreguemos un tercer elemento fundamental: la movilización de la opinión pública europea e internacional en favor de Gracia frente al poder concentrado que representa el FMI y el Banco Central Europeo. El desafío de Grecia es hoy el eje de la lucha de clases en Europa. Rodear esta experiencia, aportar a su desarrollo y triunfo, criticando todo lo que haya que criticar, pero contribuyendo de manera concreta a que avance, es la condición número uno para que el ideario de emancipación social y política pueda hacerse carne y no quede sólo en declaraciones de ocasión.