Guía práctica sobre cómo (no) combatir al EI
Las estrategias que llevan a cabo los gobiernos europeos y Barack Obama para combatir al Estado Islámico son tan similares como ineficaces. Mientras la historia se ha encargado de demostrar que responder a la violencia con guerras e invasiones no ha generado otra cosa que extremismos y nacionalismos, algunos miran para otro lado y la receta vuelve a ser la misma: contraataques militares, leyes de control a los ciudadanos y estigmatización del Islam. Pero, ¿han tenido éxito alguna vez estas medidas? La respuesta parece ser clara.
En el pasado reciente, el 11-S comandado por Al Qaeda dejó cerca de tres mil muertos en Estados Unidos, mientras que la respuesta militar fue ir a la guerra en Irak y Afganistán bajo el slogan de “la lucha contra el terrorismo” de la Doctrina Bush y la posterior (fracasada, de por cierto) búsqueda de armas de destrucción masiva. Estas invasiones, apoyadas por la UE y la OTAN, causó la muerte de entre 120 mil y 500 mil personas, además de 7 millones de refugiados. Asimismo, desde los sectores más conservadores de la política y los medios de comunicación, se dio inicio a un fenómeno xenófobo llamado “islamofobia”, que provocó no sólo la estigmatización de relacionar a todo musulmán con el mal, sino a una persecución y discriminación pocas veces vista.
Con el pasar del tiempo y más de 4 billones de dólares gastados en la aventura por Medio Oriente, la administración de Obama terminó por matar a los líderes de la red de Al Qaeda a través de comandos quirúrgicos y la utilización de drones. Sin embargo, la guerra dejó miles de muertos, enfermos, personas sin hogar y pobreza extrema, a Estados Unidos con la economía en rojo pero al terrorismo más vivo que nunca. Los ataques en Londres, Atocha y recientemente en París demuestran que las organizaciones extremistas lejos están de haber perdido la batalla.
Durante el siglo XX ocurrió un fenómeno similar tras la Primera Guerra Mundial cuando se castigó brutalmente a Alemania luego de haber perdido la contienda y se le impuso el pago de duras multas, quita de tierras, mar y ejército a un país que ya de por sí estaba en ruinas tras su rendición. La falta de solidaridad de los vencedores y la ausencia créditos para reconstruir el país generó un desprecio dentro y fuera de Alemania que culminó con un creciente nacionalismo que luego dio lugar al surgimiento de Hitler. La historia de lo que vino después es conocida: otra guerra, millones de muertos y odio y xenofobia esparcidos por el Mundo.
Ahora bien, la nueva guerra o lucha contra el Estado Islámico parece ser una figurita repetida si se abre un libro de historia, donde los resultados se advierten negativos, sin embargo Estados Unidos, la Unión Europea y por consiguiente la OTAN, bombardean distintas zonas de Siria, Irak y Libia con el fin de destruir centros de operaciones de los yihadistas. Pagar con la misma moneda las barbaridades que hacen los terroristas con toda persona y lugar que se cruce en su intento de imponer el califato es la receta que hoy día prefieren, sin demasiadas ideas nuevas ni conscientes de que ese no es el camino.
Puertas adentro, la xenofobia creció a pasos agigantados en los países que sufrieron ataques terroristas, y el mensaje de la política y los medios marcó una tendencia: todos los musulmanes son extremistas y por ende peligrosos. La estigmatización creer que un grupo armado y salvaje representa todos los valores y creencias de quienes practican el Islam es discriminar, lisa y llanamente, y culpar a una minoría religiosa que nada tiene que ver con los yihadistas que decapitan gente como si se tratara de un juego. Asimismo, las medidas tomadas por los gobiernos de turno tienden a ejercer mayor control sobre la población como controles de fronteras y acceso a datos personales. De tanto buscar la culpa en los ciudadanos las falencias propias, Estados Unidos terminó por espiar a miles de millones de personas a través de la CIA, según supo revelar Snowden dos años atrás y desató un escándalo internacional.
Por su parte, los organismos internacionales, más precisamente Naciones Unidas, quedan nuevamente obsoletas ante las decisiones de la OTAN siempre comandada por Estados Unidos. La cooperación y el trabajo en conjunto siempre genera mejores resultados, pero más sencillo es mirar hacia el costado y continuar con la invasión. Eso sí, destruir al Estado Islámico con estos métodos carece de eficacia a largo plazo, mientras que la sed de venganza no se hace esperar.