Martha Álvarez, de 58 años, siempre tuvo claro su amor por las mujeres. Una claridad que le generó cientos de conflictos sociales, burlas, amenazas como violarla "para corregirla" y otras atrocidades que hicieron que su familia la dejara irse a vivir a Boston para que pueda vivir como realmente ella lo deseaba. 

Sin embargo, con 34 años, regresó a Colombia y en un pleito- que la llevó a la cárcel por homicidio- Álvarez volvió a sentir lo que es ser discriminada por leyes y una sociedad que no acepta la diversidad. 

Álvarez estuvo presa ocho años y se le negó que recibiera visitas de su pareja por ser lesbiana. “Para las heterosexuales había permiso todos los sábados, para mí nunca. Me inventaban faltas disciplinarias para enviarme al calabozo, me decían que era inmoral, que podía poner en peligro la seguridad del lugar si permitían que me viera con otra mujer. Ni un beso podía dar”, relata la mujer que ahora recibió las disculpas públicas por parte del Estado de Colombia siguiendo las recomendaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).

“Esto es importante para mí porque me permite sanar, pasar la página [el caso fue llevado a instancias internacionales en 1996], pero también para las otras, lesbianas o no, a las que no respetan por el hecho de estar en la cárcel”, planteó Álvarez que se dedica a recorrer cárceles para concientizar sobre las constantes discriminaciones que se suelen dar en presos de la comunidad LGTBIQ. 

Gracias a su caso, en diciembre de 2016 la dirección del sistema penitenciario emitió un nuevo reglamento en el que se garantiza, en las 136 reclusiones del país, la visita íntima entre parejas del mismo sexo.