Confirmaron que el satélite ruso se desintegró en el océano Pacífico
La nave Progress que viajó en caída libre, y hasta pasó por el cielo de Buenos Aires, finalmente se desintegró al entrar en contacto con la atmósfera, cayendo solo fragmentos al mar. Su destino inicial era la Estación Espacial Internacional, aunque sufrió inconvenientes técnicos tras su lanzamiento.
La nave Progress M-27M, que por problemas técnicos tras su lanzamiento viajó varios días a la deriva en el espacio, finalmente se desintegró por completo en la atmósfera terrestre por encima del océano Pacífico durante su caída libre a la Tierra, una semana después de que ingenieros rusos hayan perdido el control tras la separación entre la nave y el cohete.
El carguero espacial tenía como objetivo suministrar a la tripulación de la Estación Espacial Internacional, viaje que Rusia realiza cada tres o cuatro meses. Igualmente, este inconveniente no traerá consecuencias ya que disponen de reservas para varios meses, aunque generó un gasto importante para la agencia espacial rusa Roscosmos.
Fue la propia agencia la que aseguró que los fragmentos del satélite ya se habían precipitado sobre el agua. "De acuerdo con los cálculos, la nave ya se ha desintegrado. Por lo menos, ni nuestros medios de control, ni los estadounidenses lo ven", sostuvo una fuente de la industria espacial a Ria Novosti.
Los especialistas de Roscosmos habían anticipado que el satélite Progress-M-27M no impactaría de lleno contra la Tierra sino que se desintegraría al entrar en contacto con la atmósfera en algún momento entre las 0.45 y las 6.36 del viernes 8 de mayo. Finalmente eso fue lo que sucedió.
Durante su caída libre, a eso de las 18.50, el carguero pasó sobre Buenos Aires a una altura de 160 kilómetros y a 28 mil kilómetros por hora.
El Centro de Control de Vuelos Espaciales de Rusia perdió el control del carguero después de que quedara situado en una órbita errónea y dejara de enviar datos a la Tierra debido a que no se desplegaron todas sus antenas.
Las naves Progress, que se emplean desde hace 35 años, son uno de los grandes orgullos de la industria aeroespacial rusa, con un historial prácticamente inmaculado: hasta ahora habían sufrido un solo accidente, en agosto de 2011, provocado por un fallo del cohete portador.