Durante la cruel dictadura militar de Augusto Pinochet, de la que la semana pasada se cumplieron 40 años, el saldo fue de 3.225 muertos y desaparecidos, además de los 37.000 presos políticos.

Muchas de esas muertes fueron provocadas por envenenamiento, sobre todo la de los adversarios políticos del régimen. El químico utilizado era la neurotoxina botulínica, que produce intoxicación con parálisis y lleva a la muerte por asfixia.

Una reciente publicación del diario O'Globo, afirma que el dictador Pinochet habría recibido el tóxico directamente desde el gobierno brasileño de facto.

Como es sabido, Brasil apoyó el golpe militar chileno de 1973. El entonces Gobierno militar de Brasilia ofreció plena ayuda a Pinochet, desde financiera a diplomática. Ambos Gobiernos dictatoriales continuaron socorriéndose mutuamente durante los años de la represión.

La principal denunciante de la investigación, fue la médica, Ingrid Heltmann Ghigliotto, exdirectora del IPS que estuvo presa durante el régimen militar.

La doctora comentó que encontró en los sótanos del instituto dos cajas con ampollas de toxinas botúlicas del Instituto Butantan de Sâo Paulo, que hubiesen sido suficientes para matar a la mitad de los habitantes de Santiago de Chile.

Desde Brasil, el Ministerio de Sanidad de Brasilia asegura que no tiene registros de ningún envío al antiguo Instituto Bacteriológico de Santiago. En San Pablo, el Instituto Butantan dice que no le consta el envío de anatoxina botúlica a Chile en la década de los 70 a los 80.