El director de La profecía, Richard Donner, aseguró que cuando conoció al pequeño Harvey Stephens quedó totalmente sorprendido por su naturalidad para hacer lo que le ordenaban; a tal punto que cuando le pidió en la audición que le pateara los testículos, el niño no dudó y lo hizo sin ningún tipo de problema. 

Con tan solo cuatro años, Harvey obtuvo el papel para protagonizar al diabólico Demian- que se convertiría en el Anticristo- tras ser adoptado por el matrimonio Thorn, interpretados por Gregory Peck y Lee Remick.

En la trama, el matrimonio pierde a su bebé en el parto, y entonces el padre decide unilateralmente reemplazar al niño muerto por un huérfano al que llaman Demian. Lo cierto es que comienzan a ocurrir sucesos extraños y oscuros alrededor del niño que vive una vida acomodada gracias al trabajo como embajador de su padre. 

“Estuvo bien, pero solo tenía cinco años y no me acuerdo de mucho. No fue algo extraordinario”, declaró hace unos años Harvey Stephens que hoy tiene 47 años y se encuentra alejado de la actuación ya que hizo una carrera como promotor inmobiliario. 

Harvey Stephens, hoy

Stephens tuvo algunas otras apariciones en películas como Gauguin el salvaje (1980), con David Carradine y Lynn Redgrave, y tuvo un pequeño papel como periodista sensacionalista en el remake de La profecía que dirigió John Moore en 2006 con Liev Schreiber y Julia Stiles; además apareció en el documental La maldición de La profecía (1996) sobre los supuestos acontecimientos extraños que rodearon la filmación de la película. 

En 2016, Stephens volvió a estar en la prensa internacional cuando protagonizó un extraño y violento hecho en el que agredió a dos ciclistas en Westerham, Inglaterra, sin mediar palabra o tener un altercado previo. 

La violencia con la que Stephens atacó a los ciclistas hizo que la justicia lo terminara condenando- ¡un viernes 13!- a a doce meses de prisión y 150 horas de trabajo social. También, tuvo que pagar 1.000 libras a cada una de las víctimas y cumplir un programa de rehabilitación social. 

Vía La Vanguardia