"Soñé con este proyecto. Me desperté y tenía que hacerlo. Al principio pensé que sería imposible encontrar modelos entonces empecé a escribir a todas las personas que conozco, pero las encontré, aunque me costó mucho. Fue la parte más difícil", sostiene el fotógrafo de Albert Pocej.

La idea fue tomar una foto por segundo a mujeres tocándose y luego separar la mejor imagen de sus orgasmos. Los puntos culmines del asunto. Ese momento. Las imágenes llegan a lograrlo, son preciosas y muestran la fuerza de una costumbre más y más común entre millones de mujeres: la libertad de sentir placer sin tapujos. 

Él no se quedaba en las grabaciones, las chicas, solas pero en compañía de una cámara, buscaron excitarse y se dispusieron a jugar el juego voyeurista que Pocej les propuso.   

"Yo no quería que este proyecto sea un cliché. Sólo la sensación de que así como todo ser humano es diferente, también lo son sus orgasmos". 

Y miren si no tenía razón.