Foto: Cuadro del artista y activista social Keith Haring.

En los 90 el VIH era una epidemia, hoy puede y debe controlarse. En los 2000 te hacías un análisis de sangre y esperabas dos infinitas semanas y hasta un mes para saber cómo habían salido, hoy es gratis y rápido. Te sentás frente a Blanca, ella te pincha el dedo, sale una gotita y esperan durante diez minutos, juntas, el resultado.  

Mientras eso sucede, una va charlando de sus relaciones sexuales, del trabajo, de la vida y Blanca, que no deja de mirarte a los ojos cuando te habla, chusmea de a ratitos ese papel que dirá en pocos minutos, que sos no reactiva y que te podés ir a tu casa con la tranquilidad de haberte cuidado y haber cuidado a tu/tus parejas. O que sí lo sos y tenés la posibilidad de medicarte y vivir una vida normal. 

Siempre que iba a testearme pensaba "tengo que hacerlo nota", pero nunca sucedía. Pasaba por la puerta, hablaba con las chicas que me daban el turno, pero me iba sin saber bien cómo abarcar el tema, cómo hacer un artículo que se diferencie de un folleto de hospital que te cuenta cómo no contagiarte. La última vez que fui no lo pensé sino que lo hice. Toqué la puerta de inmunodeficiencia y encaré. Les conté que quería hacer una nota con ellas, su historia, el equipo. Quería que se conozca lo que hacen. No puede ser que tan poquita gente sepa que son diez minutos, que es solo un ratito. Que no hay acto de amor propio más grande que testearte y que, además de la inmediatez del asunto, quienes tienen en sus manos la información de tu salud, son personas geniales con ganas de ayudar.

"Allá por 2012 un día una amiga me invita a pasar un finde largo a Necochea, y me acuerdo que la respuesta fue, "no, te agradezco, pero estoy bastante corta de guita, lo de los cuadros no va bien y estoy tratando de buscar trabajo". Ella me contó que el Dr. Losso estaba buscando secretaria, de ahí en más, fue medio película, venia de una época dura, de cinco pe en el bolsillo porque vivir del arte cuesta, y prostituirlo aun más.  Al mes empecé a laburar en el servicio, trava sin dni aún, sin ley, pero con un grupo humano que siempre me respetó y valoró. Era una aventura atender pacientes con vih, era un extraña mezcla de ayuda social y trabajo limpio, yo tan cercana siempre al tema como grupo de riesgo, me acuerdo comenzar a leer historias clínicas de personas nacidas en el 77, el mismo año que yo. El vih, para quienes pertenecemos a un grupo de riesgo, no es una infección, es una amenaza latente. Mi trabajo en el servicio de inmuno despertó un viejo y no tan dormido pensar y sentir: AYUDAR. Ahora con DNI y siempre con la alegría de creer que cada cosa que uno hace, cada cosa que uno dice, representa para alguien un modo de seguir avanzando en nuestra vida, en todas las vidas", nos cuenta Lea.

Lea Pastore Mendiguibel trabaja como secretaria en el sector de inmunocomprometidos del Hospital Ramos Mejía. Tanto ella como su compañera Marisa Fuentes, se sentaron a charlar con el Suple sobre la poca información, algunos problemas con las políticas de salud y un grupo de riesgo que está cada vez con menos margen de error.

Inmunocomprometidos está en el segundo piso, al final del pasillo a la derecha. Atrás de una puerta te espera Blanca, que es a quien le toca lo más duro del asunto, mirar al paciente que fue a hacerse  el test de VIH y decirle que sí, que tiene, que a partir de ahora su vida pende de una pastilla (antes eran más de 20) pero que va a estar todo bien, que si hacés el tratamiento en orden y con constancia, no va a pasarte nada.

Cuando ella te dice eso, tenés que cruzar a la otra oficina y hablar con las secretarias, para pedir turno, para contarles que sos positivo y necesitás, por lo pronto, algo de información.  

La labor de Lea y Marisa es también engorrosa. Aunque ellas están muy felices de poder hacerlo, cierto es que trabajar con esta enfermedad que tiene tanta carga negativa socialmente, las moviliza más de lo que pensaron. Pero con los hilos que sostienen y pueden manejar, hacen cosas geniales. Desde la vista gorda a la burocracia hasta un taller en donde los pacientes o familiares pueden descargar su ira, su angustia o miedo con otros pares. 

"La estructura más dura es el hospital, el servicio de inmuno es como la niña rebelde. El ámbito del hospital es científico, uno más uno es igual a dos. Pero nosotras intentamos saltar la burocracia, digo, hacemos flexibles cosas inflexibles, porque nos parece fundamental empezar a entender la salud como algo integral. A alguien le debe poder haber dado bien los resultados pero la patología social del vih es muy difícil. Podés estar bien de numeritos, pero la discriminación duele. Si la persona no tiene trabajo y no puede pagar el acceso a la salud no va a tener una buena adherencia al tratamiento. Te quedaste sin laburo, con todo el prejuicio y autoprejuicio de salir a buscar con vih o con SIDA. Pero esos bajones anímicos son fuertes en esos casos y eso influye directamente en las defensas, en esos numeritos que a veces son más importantes que los pacientes en sí", sostiene Lea.

La ciencia y el vih han avanzado a pasos agigantados estos años. Antes, quienes eran positivxs tomaban más de veinte pastillas por día. Hoy en muchos casos sólo es una y ya es más probable vivir con salud que morirse en el intento. Esto hace que sea lo mismo que quien es celíacx, con una sola diferencia: no hay ni hubo sexo de por medio. 

"Es que es a través del sexo. Ese gran tabú. Si vos vas al médico y tenés diabetes, lo charlas con tu familia. Acá como esto fue a través de una libertad que vos te permitiste, de no cuidarte, es todo un estigma social", dice Lea.

Al costadito del margen

"Trabajamos con poblaciones muy vulnerables. Poblaciones relegadas, marginadas. Las chicas trans tienen un promedio de vida de 35 años. Es la población más numerosa en el servicio. Ahí te da la pauta de que las personas que están más en riesgo son las más vulnerables entonces, ¿qué está primero? ¿El vih es una enfermedad de travestis y homosexuales o es la condición socioeconómica la que hace que eso sea así?", agrega.

Ahí nos pusimos a hablar sobre ese grupo tan marginado y que la pasa tan mal en una sociedad patriarcal, heternonormativa, binormativa y transfóbica como la nuestra.  Y me angustié. Porque si bien parece que es difícil empatizar con este colectivo, tal vez porque son pocas y están tan al margen, muchas de ellas se contagian VIH por trabajar.

"La diferencia entre que una persona se contagie y no, a veces son 30 pesos".

Esa tremenda frase esconde tanta verdad como tristeza. Para muchas chicas trans la única herramienta de trabajo que tienen es su cuerpo y los clientes pagan más si es sin preservativo. Sin contar que esa diferencia económica hace que duerman en una cama o en la calle. El tema es que esa diferencia que las salva una noche, las condena socialmente toda la vida.

"Además de eso, su imagen, no se adapta para las tres de la tarde, vos la armaste para que sirva a la noche, para que te de dinero para comer, para atraer a los clientes. Eso la sociedad no te lo perdona. Vas caminando por la calle y te das cuenta que para todo el resto del mundo, sos distinta. A eso sumale estar enferma", sostiene Marisa.

Aún así las chicas trans se apoyan entre ellas. No se dejan solas. Es que cuanto más marginal, más gueto. Cuanto más discriminación, más unión entre las víctimas. "Dentro del colectivo trans ninguna se conoce pero se conocen todas. Hay como una cosa, no sé si alguna vez escuchaste cómo funcionan los motoqueros, a un tipo se le para la moto y paran todas las motos. Acá es casi igual. Se cruzan, se saludan. Hay como un hilo conductor que hace que funcionen como gueto. No así la otra población masiva que tenemos que es la población de varones gays. Ellos son más independientes. Pero, ¿por qué? Porque son más independientes en la vida también. Trabajan, tienen obra social, nivel de status que siempre apunta. El hombre está menos discriminado en todos los aspectos", aseguran.

Pánico a nacer con VIH

“Las mujeres heterosexuales tienen toda la carga de la maternidad. Acá tenemos un equipo que se dedica a las embarazadas con diagnóstico positivo y es muy difícil. El tratamiento es efectivo, pero si están todas las condiciones dadas al principio del embarazo, sino es más complicado. Hasta que no nazca no te enterás. Y ahí pesa mucho el machismo y la situación de vulnerabilidad con la que ellas llegan al servicio. El tema de que los hombres se pongan preservativo aún no está instalado y a muchas mujeres les cuesta exigir cuidado”, cuenta Marisa.

Si bien los embarazos con VIH hoy pueden quedar solo en eso, en un embarazo y que el bebé nazca sano, no es cierto que hoy ya no nacen infectados.

Nueva gestión, nuevos faltantes

Hace ocho meses que el presidente Mauricio Macri asumió su cargo y el gobierno Nacional cambió radicalmente de ideología y políticas sociales, económicas y culturales. Mientras entrevisto a las chicas en el aula donde hacen el taller, atrás mío, en una pizarra, reza un mensaje poco sutil que el jefe de Estado es un "asesino" .

"De todos los hospitales, este es bastante particular porque tenemos una farmacéutica que labura directamente con Nación y tenemos fluidez con todo lo que es medicación. Antes eso  funcionaba todo bárbaro, hasta logramos darle a los pacientes dos meses de medicación en vez de uno. Pero ahora comienzan a haber faltantes".

Si bien la gestión en la Ciudad de Buenos Aires continúa siendo del PRO, “desde que asumió Macri nos encontramos con faltantes. Desde finales del año pasado nos faltaron algunas de las drogas, siempre se llegaba a dispensarle a todos los pacientes pero en vez de dos meses, uno”, cuentan.

Cuando hay faltantes, muchos médicos cambian de marca de droga que, aunque está destinada para lo mismo, su efecto en el paciente puede ser distinto y hasta doloroso. “Para el médico es fácil cambiar la droga, pero hay gente que eso le cae mal y tener malas experiencias puede hacer que alguien que venía bárbaro, abandone. Antes eso no pasaba así como la falta de preservativos o reactivos. Hace un mes que no tenemos reactivos suficientes para las cargas virales. Y no hay ni un ministro que salga a decir qué pasa”, denuncian.  

Para comunicarte con la secretaría de inmunocomprometidos del Hospital Ramos Mejía podés hacerlo a Secretaria@hivramos.org.ar o a los teléfonos 49315252 o 41270276.

Información sobre centros de salud y hospitales que realizan los test gratuitos aquí.