"Una persona asexual es alguien que no siente atracción sexual hacia otras personas. Contrariamente al celibato, que es una opción, la asexualidad es una parte intrínseca de la persona. La asexualidad no hace que la vida sea peor ni mejor, sólo diferente de la vida de la mayoría de la gente sexual", explican desde la comunidad AVEN (Asexual Visibility and Education Network).

Viviana G.

Me dí cuenta de que estaba "fuera de sintonía" cuando por primera vez se me tiró un chico a los 11 años. Yo no podía entender por qué alguien podía gustar de una persona sin siquiera haber hablado con ella. Y mucho menos podía entender por qué mis compañeras insistían en que le diga que sí, no sabía de qué me estaban hablando, no comprendía cuál era el objetivo de estar de novio. Jamás antes había tenido en cuenta el hecho de estar de novia o casarme.

A los 15 ya decía que nadie me gustaba abiertamente, no me interesaban los noviazgos y nadie me despertaba interés ni amoroso ni sexual. Me interesaba estar con mi grupo de amigos, pero no tenía la mínima intención de otra cosa que no sea la amistad.

Mi primera pareja fue un gran amigo cuando tenía 18 años, tuve una relación sexo-afectiva durante dos años aproximadamente. Lo que me llevó a mantener relaciones sexuales fue, por un lado no perder su amistad, y por el otro lado el deseo de tener hijos. Si bien practicaba sexo, no tenía impulso sexual hacia él y tampoco me preocupaba no tenerlo.

Ya separada, mis amigos solían tener relaciones sexo-afectivas habitualmente y yo era la única en el grupo que estaba sola en ese aspecto. Ahí fue cuando comenzó el "reclamo social". A mis 20 empecé a padecer un fuerte mandato del cual yo quedaba fuera, y no sólo no tenía cabida sino que además sentía el peso de la demanda.

"No puede ser que nadie te guste, alguien te tiene que gustar", "Todavía no conociste la persona indicada", "Sos así porque te cogieron mal", "Todavía no probaste la mía", "Sos una lesbiana reprimida" eran las frases más comunes que recibía. Y por la falta de interés ante una insistente propuesta llegaba las frases de despecho como: "a vos no te cojo ni tapándote la cabeza con una almohada", y recuerdo que una vez alguien me dijo "No te cojo aunque seas la única mujer en una isla".

No te deseo

Este suplemento habla de coger. Las películas de amor, hablan de coger. Tus amigos y tus amigas, siempre, en algún momento y entre mate y mate, hablan de coger. Tus padres sueñan con que algún día te enamores y formes una familia, ergo, coger. Las publicidades te incitan a coger. A ser sexy para coger, lindo para coger, fresco para enamorarte y coger. Y vos que te pudrís de tanto amor y oxitocina ponés música para relajarte pero tampoco. El 90% de las canciones hablan del amor y, ¡sí! ¡Adivinaste! De coger.

Entonces.

Si no buscás enamorarte y no buscás coger, este mundo te queda muy incómodo. Los asexuales, que no son asexuados ya que tienen genitales e inclusive ganitasde pero no con vos sino con ellos mismos, viven en este sistema que nos obliga desde que abrimos los ojos a entender al sexo como algo natural y necesario. Y se encuentran con que su deseo no es lo que le contaron que debería ser. Un poquito de angustia te agarró, ¿no?

“Para Freud, la pulsión sexual es la base de nuestro deseo y la producción cultural se basaría en la sublimación (asexuación) de tales impulsos. Vale decir, simplificando: el deseo, la pulsión, es sexual y puede des-sexualizarse para transformarse en producción cultural. Desde el psicoanálisis freudiano, entonces, la asexualidad podría intentar entenderse como una suerte de `sublimación´. Sin embargo, autores franceses posteriores como Deluze plantean que el deseo es producción, impulso, creación y luego puede sexualizarse. La sexualidad para estos autores constituye una forma más del deseo y no la base. Es una gran diferencia”, afirma Patricia Alejandra Pomatti, psicóloga y especialista en el tema.

O sea, para Freud el deseo es sexual y luego se transforma en otra cosa (estamos en condiciones de asegurar que Alejandro Dolina está bastante de acuerdo con este señor), en cambio autores más actuales, plantean que primero nace el deseo como producción y luego se transforma en ganitas de tocar.

La asexualidad existe, respira, anda, vive, habla y tiene un lugar en este espacio. Con estadios académicos y de historias de vida, desde Diario Registrado intentaremos darle voz a un tema polémico que genera dudas, que tiene pocas respuestas y del que se sabe menos de lo que se sospecha.

El temita social

Es que, en realidad, que te guste coger es como que te guste más el chocolate que un paquete de papas fritas. No hay mucho más que eso. Si bien el sexo está visto y catalogado como natural, ingerir alimentos también, y bien puede pasarte que no te cope demasiado comer. Pero ahí está el sistema, presionando para que sí te guste, porque si comés consumís y hacés al mundo andar. Si cogés, te ordenás porque después de lo primero viene lo segundo que es casarse, y ahí vamos, repitiendo y respetando el status cuo.

“Desde hace doscientos años aproximadamente, se ha implementado una biopolítica tendiente a administrar la vida y el deseo de los ciudadanos a través de disciplinamientos y normas. Las normas no son leyes. Las primeras sancionan y marcan binariamente lo que está permitido y lo que está prohibido. No cumplir es delito y la sanción es jurídica. Las normas, en cambio, son más sutiles pues marcan lo esperable, lo normal. Lo que se desvía de lo normativizado, es patológico y la consecuencia es etiquetar como enfremedad y/o la censura social”, detalla Pomatti y agrega: “La vida social multiplica imágenes que ratifican y refuerzan la heteronorma que promueve que la mujer debe ser bella, flaca, sin arrugas, `femenina´. Que el hombre debe ser protector, `levantarse a todas las minas´.  La vida social genera sexualidad. Funciona como una norma disciplinadora, marca el modo en que debemos vivir”.

Así como todo es cultural, el sexo no se escapa de dicha afirmación y es la sociedad quien moldea estos supuestos y naturalizados esquemas de reproducción. Porque las relaciones sexuales existen desde siempre, pero el sexo se fue formando a medida que los sistemas económicos fueron cambiando. Y eso que se escribe al pasar, como un dato más, será nota muy pronto. Porque la sexualidad tiene historia y todo lo que es de una manera, es de esa manera por alguna razón.

Coger no es amor

En este caso, para Viviana G. como para muchos otros asexuales, el sexo no es el único inconveniente que sufren, también sucede otra "ausencia": el impulso amoroso. Dentro de la asexualidad hay distintos rótulos que responden a distintos sentires de quienes se definen como tales. Dentro de la asexualidad también hay etiquetas: asexuales románticos, románticos sexuales, asexuales birománticos y muchos rótulos más. Al respecto Pomatti admite que la multiplicación de las etiquetas dentro de los colectivos también excluye, pero aún así, es necesaria. “Considero que es una lucha por un lugar en el mundo luego de tanta exclusión. Cada uno de esos nombres, divisiones y subdivisiones representan un lugar en el mundo, un pasaporte a la visibilidad”, explica.

Y sí. Acá nos encontramos con algo aún más interesante. El sexo por un lado, el amor, tranquilito y sin hacer mucho escándalo, por el otro. "Que las personas asexuales diferencien entre aquellos que suelen enamorarse de un otro y los que no (románticos y arrománticos), es muy interesante pues implicaría que la sexualidad queda diferenciada del amor, algo que los disciplinamientos culturales se habían ocupado de unir. La `norma´ indica que sexo y amor van juntos, pero a través de la asexualidad podemos empezar a pensar no sólo que el sexo y el amor romántico serían asuntos que no se implican necesariamente, sino que también la sexualidad misma no es la base de todo deseo", puntualiza nuestra especialista.

La amistad, la comida, las risas, las buenas películas, los paisajes, los juegos, la familia. Todas esas pequeñas cositas placenteras son ejes de disfrute y quienes eligen o sienten a la asexualidad como estadío, las exprimen con naturalidad.

Viviana G.

Cuando alguien me invitaba a salir yo no sabía que tenía otras intenciones además de ir al cine, por ejemplo, porque esa intención no se me cruzaba por mi cabeza, entonces me ganaba el "sos una histérica" con bastante frecuencia. Esto hizo que empezara a limitar mis salidas, a crearme cierta desconfianza sobre las intenciones del otro hacia a mí y por ende a limitarme en mis amistades.

Durante varios años padecí estas agresiones, por no sentir el interés que la mayoría de las personas sienten, lo más importante para ellos: tener sexo. Hice algunas pruebas pero todas ellas fallidas, tenía la capacidad para complacer pero no era algo espontáneo y terminaba aburriéndome.

A los 30 años, aproximadamente, nuevamente tengo una pareja luego de una larga amistad. Fue una relación que duró años, muchos años. La sociedad te inculca que hay que tener una pareja (y esto sí o sí viene con sexo incluido sino no es amor), que lo normal es tener una relación sexo-afectiva sino estás incompleto. Tenés un bombardeo continuo de que te tiene que interesar mantener relaciones sexuales sino está algo mal en vos. Yo estaba en pareja y ponía todo de mí para poder sostener la relación, pero hacía el esfuerzo en silencio. Mientras tenía sexo me preguntaba a mí misma qué me pasaba que no podía engancharme con eso, muchas veces lloré en silencio y cada vez me pesaba más ese mandato social que me era totalmente ajeno. Y me era ajeno porque por más que sintiera muchísimo afecto hacia mi pareja, él no me despertaba interés sexual.

Papá, mamá: se calman

Si hay algo que con condiciona son nuestros padres. Quienes tenemos la suerte de tenerlos, quienes lamentablemente los padecemos, sabemos bien cómo influye lo que ellos quieran y busquen respecto a nuestra vida. Pomatti marca y señala en ellos bastante responsabilidad a la hora de salir, lo más cómodo que se pueda al mundo, a gritar que no, que basta, que no querés ni te interesa enamorarte ni cogerte a otros.

"En la cuestión familiar se marca un problema muy profundo. En los padres, cuando tienen un hijo, hay un aspecto narcisista que suele operar con mucha fuerza: el hijo viene a colmar en alguna medida, necesidades narcisistas de los padres. Se desea que sea bello, sano, exitoso, felíz, en un modo que enorgullezca. A la vez, el hijo se siente orgulloso y gana en confianza y autoestima al sentir que sus padres se sienten orgullosos de él. Los padres suelen presionar para que sus hijos cumplan con su ideal (el de los padres) y para el hijo es muy doloroso sentir que no lo logra pues parte de su autoestima se ha venido construyendo según cuanto sus padres están satisfechos con él. En este punto creo necesario aclarar que los padres suelen someter a esta especie de “dictadura emocional” a los hijos en aspectos que exceden la sexualidad (futuro profesional, gustos, estética, modo de ser, destino) y el trabajo interior deseable apuntaría a: en el caso de los padres, a poder soltar, a darse cuenta de este mecanismo que ata a ambas partes y, en el caso de los hijos, a ser fuente de su propia autoestima, a poder liberarse de mandatos", aconseja.

Vivivana G.

El año pasado, mirando una película francesa me encontré con una frase realmente matadora que decía así "Quien aprecia la vida aprecia el sexo" y sentí un gran enojo. Ahí pude entender por qué una persona que no siente interés sexual hacia otros puede sentirse tan mal. Cómo es que el entorno (la familia, amigos, medios de comunicación, etc.) hace sentirte incompleto, roto, perdedor hasta el punto de no apreciar la vida si no entrás en el terreno del "deber ser".

Hoy lo puedo ver de otra manera porque sé que sencillamente siento de esta forma y nadie, ni siquiera yo, puede obligarme a sentir lo que no me interesa. Sé que lo que no te mortifica no tiene por qué ser un problema, sino que el problema justamente se crea cuando uno intenta ser lo que no es.

Como el sexo cambia como cambian las modas, aunque más lento y más dificultosamente, las lógicas deben acomodarse al cuerpo. Hay una fuerza que empuja el todo hacia adelante, y hay bordes que van quedando atrás, disconformes y curiosos de no sentir aquello que el sistema señala como correcto. La comunidad asexual argentina, así como tantas otras a nivel mundial, buscan darle a esas personas disconformes con el menú, algo nuevo y distinto. Saberse y respetarse así, como cada uno desea ser, es una buena manera de empezar siquiera a pensar que cada uno puede realmente hacer de su culo un florero.