Internet es un mundo tan gigante, infinito y maravilloso que siempre se encuentran cosas interesantes para el suple, pero hay que buscarlas. Al principio no es fácil, la cosa cuesta porque en la superficie hay porno, sí, pero de mala calidad, estereotipado o con pocas ideas.

En estas búsquedas eternas, siempre me topo con dibujos quenchis japoneses que son geniales y de diez, dos tienen pulpos implicados. Dos para diez si se trata de pulpos es un montón. Sí. Pulpos, pulpitos y pulpotes. Y no es zoofilia, es mito. Al japonés le encanta porque el japonés puede, tiene y genera leyendas.

Con una cultura milenaria y llena de cosas fantásticas, el pulpo y el porno tienen mucho en común. “El sueño de la mujer del pescador” es una de las obras más famosas en donde dos cefalópodos le practican sexo oral a una mujer. Es una xilografía del género ukiyo-e (un género de grabados realizados mediante una técnica de grabado en madera) realizada en 1814 por el artista japonés Katsushika Hokusai.

Está basada en una leyenda que viene del siglo XVIII, la leyenda de Taishokan. Estos dos pulpos la succionan y la envuelven mientras ella deja en claro de forma pasiva que está entregada al placer. En esta obra el pulpo grande se llama Oyakata, que significa jefe, y es maestro del pulpo más chiquito.

Esta obra forma parte del álbum de estampas eróticas (shunga) llamado Kinoe no komatsu y publicado en 1814. La obra se sitúa en el episodio de la toma de la joya o Tamatori Monogatari. En la historia original, una buceadora se sumerge en las profundidades del océano para recuperar una gema que había sido robada a su hijo por el rey Dragón del Mar. Una vez con la joya en su poder, y mientras volvía a la superficie gracias a una soga atada a su cintura, fue perseguida por un ejército de monstruos subacuáticos y atacada por un feroz dragón marino. En lugar de defenderse, la buceadora se abrió el pecho con una daga y escondió la gema en su interior. Al final el dragón la asesinó y su hijo encontró el cadáver de la pescadora así como también la piedra preciosa.

Katsukawa Shunshō (Japón, 1726-1792)

La leyenda es una historia solemne y de tintes religiosos, y ese episodio específicamente toma como ejemplo la abnegación y sacrificio femenino. Y si bien a la religión no le debe haber gustado nada que una imagen con tanto peso en la historia sea profanada y transformada a algo pornográfico, esta obra y cientos de miles sobre esa historia y los pulpos y el placer femenino son parte ya de su cultura.

También se relacionan ciertos puntos reales con el mito: las buceadoras y esposas de pescadores trabajaban semidesnudas, además de que la palabra tako (pulpo) y awabi (delicia marina recogida por las pescadoras) son sinónimos de “vagina” en el lunfardo de la época.

Pero la obra no viene sola, el texto que la acompaña es claro. El pulpo grande dice: “Me preguntaba cuándo, cuándo llegaría la hora del rapto, pero ese día ha llegado. Al menos ella ya ha caído en mis redes. Y digan lo que digan, es un coño de lo más rellenito y apetecible. Aún más que una patata. Chupar y chupar hasta saciarse, y luego llevármela al palacio del rey Dragón, y hacerla prisionera”. La buceadora susurra: “Ah, este pulpo odioso, chupando la piel de la boca interior de mi útero hasta dejarme sin aliento, ¡que me corro! Con su boca prominente provoca mi vagina abierta. (…) ¡A ver! ¿Qué diríais, qué diríais si ocho piernas os abrazaran? Oh, está hinchándose adentro, las secreciones rezuman como agua hirviendo. Siento cosquillas, una tras otra hasta perder la cuenta, límites y barreras desaparecen… Ya estoy… ¡Me corro! ¡Me corro!”. El pulpo pequeño, mientras tanto: “Cuando mi pariente haya acabado, también yo usaré mi boca prominente para restregársela desde su clítoris hasta su culo hasta hacer que se desmaye, y cuando vuelva en sí, volveré a hacérselo, jeje”. Tranqui. 

Si bien la mirada occidental al principio fue cruenta con este tipo de obras al tildarlas de violentas, con un poco de análisis se ve cómo ella, plácida pero atenta, disfruta de las bondades de estos intensos pulpos. ¿Por qué esta imagen es tan sexual? Tal vez tenga que ver, como dice Josep Lapidario en el sitio Jotdown, con una analogía obvia entre un tentáculo y un pene, “pero va mucho más allá, se puede aventurar que responde a una necesidad masculina (entiéndase como metáfora de comportamiento sexual, no como estereotipo de género) de acariciar, multi-penetrar, poseer y, sobre todo, abrumar a la pareja sexual sublimando las propias limitaciones fisiológicas, permitiendo celebrar una orgía completa con sólo dos participantes. Complementariamente, responde a una necesidad femenina de ver estimuladas todas sus zonas erógenas por un amante omnipresente y simultáneo, en un larguísimo orgasmo con un fuerte componente de abandono, sea activo (la pescadora del netsuke que guía al pulpito hacia su vagina) o pasivo (como en el mismo grabado de Hokusai, en que las manos que se aferran a los tentáculos no buscan resistirse sino hallar puntos de apoyo). Sexo húmedo y lascivo, resbaladizo y apasionado, animal y primario”.

Perlita 1: ¡Picasso copión!

A partir de mediados del siglo XIX, el arte japonés se involucró en occidente e influyó a muchos artistas de la época. Eso se noto fuerte en autores como Van Gogh, Gauguin, Tolouse-Lautrec, Manet, Whistler y, bueno, Picasso. El 4 de noviembre de 2009 se inauguró en el Museo Picasso de Barcelona la exposición Imágenes secretas: Picasso y la estampa erótica japonesa. En la obra Dibujo erótico: Mujer y pulpo, de 1903, el artista representa a una mujer recibiendo sexo oral de un calamar. 

Perlita 2: Qué ganas de comerme un pulpin

Mientras el bicho intenta escapar es atrapado por la mandíbula fuerte del actor Choi Min Sik que mira a la cámara y lo mastica sin piedad. Con solo esa escena, la película surcoreana Old Boy se acomodó en uno de los films más impresioanntes en impactantes de este siglo. Él, bajo un régimen de castidad, se atraganta de la carne húmeda de uno de los animales más sexuales de la cultura oriental y nosotros les dejamos acá ese fragmento para que, si no vieron la película lo hagan y para quienes sí, la recuerden.